LA MANIPULACIÓN DE LA IDENTIDAD
En la famosa película El Caso Bourne (o Identidad desconocida), Jason Bourne es rescatado por un barco pesquero cerca de Marsella. Además de encontrarse a la deriva y con unos cuantos balazos en el cuerpo, el señor Bourne tiene un serio problema: no recuerda quién es. Durante el resto de esta película de acción y aventuras, el protagonista se la pasa tratando de descubrir quién es y por qué lo quieren matar. Es una gran película. Y toca un tema existencial: ¿quiénes somos, y cómo es que el trabajo que realizamos impacta nuestra vida? También muestra la tremenda necesidad que tenemos los seres humanos de definirnos en el contexto de nuestra historia y de nuestras experiencias.
Quiénes somos y cómo nos vemos a nosotros mismos definen una parte esencial de nuestra existencia. Nuestra identidad personal determina como pensamos, como pensamos determina como tomamos decisiones, y las decisiones que tomamos nos llevan por el camino del éxito o del fracaso en la vida. Esto es así ya sea que seamos súper agentes del gobierno norteamericano o amas de casa en una pequeña ciudad europea.
Uno de mis teólogos favoritos se llama Aiden Wilson Tozer. Él era uno de esos escritores que cuando uno los lee, los tiene que leer y releer, por la profundidad de sus pensamientos. Cuando yo tenía unos 23 años alguien puso en mis manos un librito escrito por Tozer titulado: El Conocimiento del Dios Santo. Este libro no tenía más que unas 80 páginas, así que cuando lo vi pensé que me tardaría una tarde de sábado para leerlo completo, o a lo sumo todo un día. Siete semanas después, todavía lo estaba leyendo y no podía terminarlo… Tozer comienza diciendo: «Lo primero que viene a tu mente cuando piensas en Dios es lo más importante que piensas sobre ti mismo». Léelo nuevamente. Tómate un tiempo para meditar sobre esa frase… ¿No es cierto que Tozer es profundo?
Lo que Tozer quiere decir es que la imagen mental que tenemos de Dios determina nuestra propia identidad, y eso tiene un profundo impacto sobre la forma en que manejamos nuestra vida. Desde la forma en que elegimos con quién casarnos, hasta la forma en que tomamos nuestras decisiones económicas (qué carrera seguir, en qué universidad estudiar, qué automóvil comprar, etc.).
Quién es Dios para mí determina quién soy yo. Por ejemplo:
- Si Dios es Creador… Yo soy criatura, hecho a su semejanza.
- Si Dios es Padre… Yo soy hijo, heredero, la niña de sus ojos.
- Si Dios es Señor… Yo soy siervo.
- Si Dios es Rey del reino celestial… Yo soy ciudadano del cielo, y embajador del reino.
Pero si pienso que Dios es un supermercado, o una entidad de beneficencia, ¿quién soy yo entonces? ¡Soy un consumidor o un cliente que debe ser satisfecho!
Muchos hoy en día tenemos una imagen distorsionada de quién es Dios. Nos ha invadido la sociedad de consumo, y hemos aprendido a consumir a Dios. Lo percibimos como alguien que existe para amarnos, perdonarnos, salvarnos, servirnos y darnos todo lo que le pidamos. Es por eso que cuando Dios no nos da las cosas que le pedimos, nos enojamos o nos ofendemos. ¡Porque pensamos que él existe para satisfacer nuestros deseos!
Pareciera que el centro de la relación entre Dios y nosotros, ¡fuéramos nosotros! Sin embargo, no hay nada más alejado de la verdad. El profeta Isaías, en el capítulo 43, versículo 7, dice que todos los que hemos sido llamados por Dios, hemos sido creados para la gloria de su nombre. Así que la realidad es que nosotros existimos para servirlo a él, para amarlo a él, para entregarnos a él, y para darle a él todo lo que él nos pida.
Lamentablemente hoy hemos perdido la idea de que servimos a un Dios grande. De que él es el Rey de reyes y Señor de señores, el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, el Creador de lo que vemos y de lo que no vemos, ¡el que sostiene al universo en la palma de su mano!
Nos hemos olvidado que el Padrenuestro tiene mucho más que ver con el Padre que con lo nuestro. Que comienza con el Padre y termina con él, y que todo lo que hay en el medio se relaciona con su persona.
Si prestas atención verás que la oración que Jesús nos enseñó a hacer enfatiza las tres cosas que más le importan a Dios: su nombre, su reino y su voluntad. Puedes encontrarla en Mateo 6.9-13, y comienza con: «Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo…». Y luego el resto de la oración tiene que ver con esas tres cosas:
- «Danos hoy nuestro pan cotidiano…». ¿Para qué? Para que su nombre sea respetado en el mundo económico, y para tener energías para hacer avanzar su reino y obedecerlo, haciendo su voluntad.
- «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores…». ¿Para qué? Para que cuando perdonamos a aquellos que nos han hecho mal, tengamos la oportunidad de mencionar su nombre, de traer a esas personas a su reino y cumplir de esa manera con su voluntad.
- «Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno…». ¿Para qué? Para que no dejemos mal parado su nombre, no dañemos la imagen que la gente tiene de su reino, ni violemos su voluntad.
Incluso algunos agregan: «porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos». ¡Realmente el pensar que nuestras oraciones a Dios se deben centrar en nuestras propias vidas y necesidades pone en evidencia un tipo de fe muy superficial e inmadura!
No me malentiendas. Estoy convencido de que Dios tiene poder para salvar, para sanar y para hacer los mismos milagros hoy que en los días de la antigüedad. ¡Creo firmemente en el poder de Dios, y en que él es el mismo ayer, hoy y por los siglos! El asunto es ver dónde está el centro de nuestra relación con Dios, si en él o en nosotros mismos. Y en descubrir realmente cuál es la imagen que tenemos de él. ¿Pensamos en Dios como un servidor nuestro, o como el Rey de reyes y Señor del universo?
Tener una idea clara de quién es Dios, quién eres tú, y qué espera él de ti, será determinante para tomar todas las decisiones por el resto de tu vida, incluidas las decisiones económicas. Las ideas que tengas acerca de estos temas te llevarán por el camino de la pobreza, o por el del bienestar integral. Te darán un futuro de mal, o de bien. Te desesperanzarán, o te llenarán de esperanza. La elección es tuya.
ACTIVIDAD
- El autor afirma que: «Quiénes somos y cómo nos vemos a nosotros mismos definen una parte esencial de nuestra existencia.» ¿Podrías explicar con tus propias palabras por qué o cómo es que sucede esto?
- «La imagen mental que tenemos de Dios determina nuestra propia identidad, y eso tiene un profundo impacto sobre la forma en que manejamos nuestra vida.» ¿Estás de acuerdo? ¿Podrías poner un ejemplo de cómo funciona esto en la práctica?
- ¿Qué imagen tienes tú de Dios? ¿Y cómo influye esto en la imagen que tienes de ti mismo?
- Según lo que observas a tu alrededor, ¿qué imagen tienen de Dios, en general, los adolescentes de hoy en día? ¿Y qué imagen de sí mismos tienen en general?
- ¿Qué cosas podrías hacer para ayudar a que otros chicos y chicas de tu edad desarrollen una imagen apropiada de Dios y de sí mismos?
Dos Casos Para Pensar. Completa estos dos casos de estudio, ¡pero no leas el segundo caso hasta haber terminado de escribir tus respuestas para el primero! Luego de terminar los dos casos, comparte tus respuestas con tus amigos, y escucha las de ellos. Comparen sus respuestas e intenten sacar conclusiones.
Caso de Estudio I: Imagina que se murió tu tía rica que vivía en París. En su testamento te dejó cien mil dólares. Hoy los acaban de depositar en una cuenta de banco a tu nombre. Ella no dejó ninguna condición. El dinero es todo tuyo. ¿Cómo te lo vas a gastar? ¿Cuáles serían tus prioridades?
Caso de Estudio II: Imagina que hoy por la noche estás en tu cuarto y de repente se te aparece el arcángel Gabriel y te dice que Dios lo envió a encontrarse contigo para encomendarte una misión especial. El arcángel extiende su mano y te entrega una caja de madera recubierta en oro. Al abrirla encuentras que dentro hay cien mil dólares en efectivo. El arcángel te dice: «Dios quiere darte este dinero para que lo gastes de la manera en que él lo haría en tu vida. Si quieres, puedes usar el dinero en ti mismo, pero recuerda que el día de tu muerte darás cuenta de cómo has usado esta pequeña fortuna».
¿Cómo te lo vas a gastar? ¿Cuáles serían tus prioridades? La diferencia entre el caso I y el caso II es la diferencia entre una manera y otra de vernos a nosotros mismos en la vida: como dueños de lo que tenemos, o como administradores de lo que hemos recibido de lo Alto. Reflexiona sobre tus respuestas y luego responde con honestidad: ¿cómo te sientes tú, como dueño o como administrador?
Finalmente, si Dios es Dueño y Señor, y nosotros somos sus hijos, sus administradores y sus siervos obedientes, ¿cómo crees que esto debería influenciar la forma en la que tomamos nuestras decisiones económicas?
Extracto del libro Finanzas Inteligentes Para Una Nueva Generación
Por Andrés Panasiuk