UNA LECCIÓN PARA HABIB

La siguiente es una adaptación de una historia que los padres cuentan a sus niños en la India. Cuentan que había, muchos siglos atrás, un hombre de abundante fortuna llamado Qaisar. Era respetado y querido entre su pueblo, no solo por sus habilidades como negociante sino también por su gran sabiduría. Qaisar tenía rebaños, plantaciones, una gran cantidad de esclavos y negocios que se extendían por todo el país. Sin embargo, lo que Qaisar más amaba no era su fortuna, sino a su familia, especialmente a su hijo Habib. En la medida en que Habib crecía en estatura y conocimiento, una de las preocupaciones principales de su padre era preparar a su hijo para tomar las riendas del lucrativo negocio familiar. Debía enseñarle tanto el ser como el hacer del éxito.

Un día, mientras Qaisar estaba sentado bajo un badari, disfrutando del fresco de la mañana, llamó a su hijo y le dijo: Mi querido Habib, ha llegado el momento de que aprendas a valorar el dinero y a amar el trabajo. Hoy deberás traerme, al final del día, algún fruto de tu labor. Saldrás a buscar algo para hacer y ganar dinero. De lo contrario, no habrá comida para ti a la hora de la cena de esta noche. Habib estaba sorprendido. Nunca le habían dado un ultimátum como este antes. Desconcertado, corrió hacia su madre y entre sollozos le contó de la conversación con su padre. La madre, con un corazón compasivo, abrió su bolsa de ahorros, sacó una moneda de oro y se la entregó a su amado hijo. Esa noche, cuando Qaisar pidió a su hijo que le rindiera cuentas sobre el fruto de su labor, el joven inmediatamente presentó su moneda de oro. Entonces, el padre sabio le pidió al hijo que echara la moneda en un pozo de agua, lo que el hijo hizo inmediatamente y sin dudar.

A la mañana siguiente, Qaisar le pidió a su esposa que fuera a visitar a su madre por algunos días. Ni bien la caravana de su esposa salió por el camino, llamó a Habib y le dijo: Mi querido Habib, debes aprender a valorar el dinero y a amar el trabajo. Hoy nuevamente deberás traerme, al final del día, algún fruto de tu labor. Saldrás a buscar algo para hacer y ganar dinero. De lo contrario, no habrá comida para ti a la hora de la cena de esta noche.

Habib, sabiendo que su madre no estaba en casa, corrió inmediatamente a contarle sus penas a su hermana mayor, quien, al final de la conversación, compasivamente le entregó una moneda de plata. Nuevamente esa noche Qaisar pidió cuentas a su hijo sobre el fruto de su labor, y el joven inmediatamente presentó la moneda de plata que había recibido de su hermana. Entonces el padre sabio le pidió otra vez a su hijo amado que echara la moneda en el pozo de agua donde había tirado la moneda de oro la noche anterior. Habib obedeció inmediatamente y sin dudar.

La tercera mañana, el patriarca llamó a su hija y le rogó que fuera a la ciudad a quedarse con su suegra por algunos días. Tan pronto como la caravana de su hija se alejó, Qaisar llamó a su hijo debajo del badari y le dijo por tercera vez: Mi querido Habib, hoy nuevamente quiero que me traigas, al final del día, algún fruto de tu labor. Saldrás a buscar algo para hacer y ganar dinero. De lo contrario, no habrá comida para ti a la hora de la cena de esta noche. El joven, dándose cuenta de que sus benefactoras estaban fuera de su alcance, finalmente decidió viajar hasta el pueblo más cercano y ofrecer sus habilidades a los mercaderes que conocían a su padre. Luego de hablar con varios mercaderes, al fin uno de ellos le ofreció dos monedas de cobre por descargar una carreta que había llegado de la China con productos para su negocio.

Habib asintió inmediatamente, y se pasó el resto del día acarreando bultos y cajas desde el transporte hasta la bodega del amigo de su padre. Al final del día de trabajo, cansado y adolorido, con gusto recibió las dos monedas de cobre prometidas. Esa noche, cuando su padre lo llamó, el joven mostró muy orgulloso sus ganancias del día, y el sabio Qaisar nuevamente le ordenó que tirara las monedas al estanque de agua. Habib, aterrorizado, clamó a gran voz: —Pero… ¡padre! ¿Cómo voy a tirar estas dos monedas al estanque?… ¡Después de todo lo que tuve que hacer para ganarlas! Me duele la espalda, me duelen los brazos, me duelen los músculos… ¿Y tú me pides que tire el fruto de mi labor al pozo de agua?

El sabio millonario miró con ternura a su hijo y, mientras sonreía afablemente, le explicó que esta era la lección que había tratado de enseñarle: a uno solamente le duele perder aquello que le ha costado ganar. En la primera y segunda ocasión, cuando fue ayudado por su familia, no le costó tirar las monedas al pozo de agua. Pero ahora que conocía el valor del dinero, estaba listo para aprender a administrarlo. El joven Habib, al darse cuenta de esta gran lección, prometió nunca más ser un holgazán, y trabajar arduamente para cuidar de la fortuna que tanto trabajo le había costado acumular a sus padres y sus abuelos. Qaisar, por su parte, se comprometió a entregarle todos sus bienes y a ayudarlo a administrarlos sabiamente por el resto de su vida.

La historia de Habib se repite millones de veces a lo largo y ancho de nuestro continente: cuando somos jóvenes no nos damos cuenta de que vivimos del fruto de la labor de nuestros padres y abuelos, y por eso no apreciamos lo que tenemos. Sea mucho o poco, lo que tenemos lo hemos recibido por su esfuerzo y sacrificio. Sin embargo, la mayoría de nosotros realmente empezamos a valorar el dinero cuando lo ganamos nosotros mismos, con el sudor de nuestra propia frente…

¿CUÁNDO EMPEZAR A TRABAJAR?

Yo recomiendo a los padres que les den trabajos a los niños desde que aprenden a contar, de modo que vayan aprendiendo el valor del trabajo y el esfuerzo. A tu edad, yo recomiendo que busques un equilibrio entre trabajo y estudio. El trabajo te puede dar cierta libertad e independencia, pero nunca deberías trabajar tanto que al final tus estudios sufran.

A veces tenemos que trabajar porque debemos ayudar económicamente a nuestros padres. En estos casos debemos hacerlo con gusto. Hay una gracia especial que viene de lo Alto cuando honramos a nuestra madre y a nuestro padre. Sin embargo, yo esperaría a tener entre dieciséis y dieciocho años para conseguir un trabajo de tiempo parcial afuera del hogar. Antes de esa edad, me dedicaría al estudio. También, si eso es posible en el contexto económico de tu país, puedes hacer planes para trabajar mientras estudias. Uno puede trabajar lo suficiente como para poder pagarse los estudios sin necesidad de pedir ayuda a los padres o un préstamo.

A lo largo de la adolescencia y la juventud, a medida en la que vas entrando en la vida adulta, debes pasar por un proceso en el que comenzaste siendo totalmente dependiente de tus padres, hasta llegar a ser alguien que aporta a la familia, y finalmente una persona independiente económicamente. Hoy en día muchos jóvenes demoran este proceso, y esto les ocasiona un daño tanto a ellos mismos como a sus familias, y también a la relación entre ambos.

TRABAJA ARDUAMENTE Y CON EXCELENCIA

Hay dos maneras de aprender en la vida: de la experiencia propia o de la de los demás. La ventaja de aprender de la experiencia de los demás es que es más eficiente y menos doloroso. Aquí te presento, entonces, algunas citas de personas famosas sobre el tema del trabajo. Algunas son más actuales, y otras son perlas de sabiduría del famoso rey Salomón. Cuando Salomón escribió estos consejos tenía el equivalente a un salario mínimo, vital y móvil de unos 800 millones de dólares anuales, sin incluir su seguro médico, vacaciones ni su plan de retiro. ¡Se calcula que él tenía una riqueza total acumulada del equivalente a unos 100 mil millones de dólares! Creo que podemos aprender algo de él, ¿verdad?

Ahora lee con atención las siguientes citas y reflexiona sobre ellas:

  • «Yo soy un gran creyente en el concepto de la suerte… y cuanto más trabajo, ¡más suerte tengo!». (F. L. Emerson)
  • «No hay secretos para el éxito. El éxito es el resultado de la preparación, del arduo trabajo y de la capacidad de aprender de los errores cometidos». (General Colin Powell)
  • «Tener talento es barato, más barato que la sal. Lo que separa al talentoso del exitoso es un montón de trabajo». (Stephen King)
  • «El que no se anima a trabajar, empobrece: el que trabaja duro, se enriquece». Salomón, en Proverbios 10.4-5 (PDT).
  • «El que trabaja duro se convertirá en líder, pero el perezoso siempre estará esclavizado». Salomón, en Proverbios 12.24 (PDT).
  • «El perezoso no sale con nada, pero el que trabaja duro prospera». Salomón, en Proverbios 12.27 (PDT).

PIENSA CREATIVAMENTE

En mi libro “Cómo vivir bien cuando las cosas van mal” escribí algunas maneras creativas con las que puedes comenzar a hacer dinero. Quizá puedas adoptar, o adaptar, una o más de estas ideas a tu situación personal. Advertencia: ten cuidado con los negocios que parecen demasiado buenos para ser verdad… ¡casi nunca son buenos! No te dejes atrapar por esos que te ofrecen negocios «que no pueden fallar», o por empresas que te dicen que vendiendo sus productos comenzaras a ganar mucho dinero de inmediato. Todo negocio toma su tiempo, y te va a tomar por lo menos un año hacer que un buen negocio comience a rendir dinero.

Aquí van mis ideas…

  • Ofrécete para trabajar desde tu casa como secretario virtual o asistente administrativo. Muchos ejecutivos necesitan alguien que les lea y les conteste los correos electrónicos, les ayude a mantener en orden su calendario y se encargue de organizar sus viajes.
  • Si conduces mucho por la ciudad, convierte tu automóvil o camioneta en un cartel de publicidad ambulante para alguna empresa y cóbrales por esto.
  • ¿Sabes algún idioma? ¿Te gustan las matemáticas? ¿Tienes experiencia en alguna materia en particular? ¿Tocas el piano? Puedes ofrecerte de maestro particular o de apoyo escolar para niños y niñas de escuela primaria o secundaria.
  • Compra y vende productos en lugares como eBay, Craiglist, Bookscouter.com, half.com, o los equivalentes en tu país.
  • Convierte un pasatiempo en un negocio. Cuando yo era jovencito y vivía en Buenos Aires, solía coleccionar sellos de correos. Para mí, los sellos y las monedas eran un pasatiempo, ¡pero para la persona que me los vendía era una fuente de ingreso, un negocio!
  • ¿Te gusta dibujar y pintar? Puedes pintar las vitrinas de los negocios para las diferentes fiestas que hay durante el año.
  • ¿Te gustan los deportes? Puedes convertirte en un entrenador personal de alguien que necesite hacer ejercicio o bajar de peso. Si te gusta la pesca, puedes convertirte en un guía turístico de gente que quiera ir de pesca durante sus vacaciones.
  • ¿Te gusta la fotografía? Puedes sacar fotos y grabar videos de quinceañeras y bodas. Puedes vender tus mejores fotos en lugares como Shutterstock, Fotolia o Dreamstime. O convierte tus fotos en tarjetas y véndelas.
  • Si te gustan las computadoras, puedes aprender a desarrollar y mantener sitios de Internet, o puedes ofrecer un contrato de mantenimiento personalizado para computadoras en las casas o en pequeños negocios.
  • Si te gusta escribir, puedes vender un libro electrónico en línea, investigar temas y soluciones a problemas para alguna empresa, o pasar en limpio notas de algún médico o casa publicadora.
  • ¿Te gusta la música? Dicta lecciones privadas. O toca en restaurantes los fines de semana.
  • ¿Te gustan los animales? Ofrécete para sacar a pasear y cuidar animales domésticos. Aprende a cortarles el pelo y brinda un servicio de «salón de belleza» para mascotas.
  • ¿Te gusta cocinar? Puedes vender tus mejores platos a restaurantes o hacer entregas a domicilio. Puedes hacer tartas de bodas y cumpleaños o puedes ofrecerte como un «chef personal y exclusivo» para fiestas y recepciones. Como verás, ¡hay miles de posibilidades! Solo hace falta decisión y trabajo duro para hacerlas realidad.

Extracto del libro Finanzas Inteligentes Para Una Nueva Generación

Por Andrés Panasiuk

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