Hay personas a las que les gusta inventar pretextos acerca del por qué tomaron una mala elección. Inventan razones porque no hicieron caso a sus padres o no terminaron su tarea o no fueron a su clase de música. Ignoran el hecho de que incluso Dios es parte de sus vidas. Pero si aprendes a fijar tus pensamientos en la verdad del Espíritu Santo, entonces no serás tentado a inventar pretextos. Veamos algunos ejemplos bastante humanos de la Palabra.

1. Buscar Culpar a Alguien Más.

Dios nos conoce muy bien. Esto comenzó desde ese enton­ces con nuestra familia en el jardín. Las primeras personas que fueron descubiertas haciendo algo que específicamente se les había dicho que no hicieran, manejaron la situación a través de culpar a alguien más. Veamos la respuesta de Adán cuando Dios trató de encontrarlos en el jardín.

«Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: ‘¿Dónde estás?’ El hombre le contestó: ‘Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí’.

«La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí».

«La serpiente me engaño, y comí’, contestó ella» (Génesis 3:9-13).

2. ¡Hey, No Fue Mi Culpa!

¿Ves lo que sucedió? Nadie aceptó la responsabilidad de sus propias acciones. De inmediato, se culparon el uno al otro. Adán culpó a Dios, porque Dios le había dado la mujer. Luego culpó a la mujer, porque ella le dio la fruta. Eva culpó a la serpiente, porque se sintió engañada por toda la situación. ¿Cuál fue el resultado? Se sintieron desnudos delante de Dios. En otras palabras, sintieron como si Dios podía ver a través de ellos.

¿Alguna vez has estado atrapado en un momento donde no estabas diciendo toda la verdad y nada más que la verdad? Si es así, tal vez sabes cómo se siente eso. Estaban avergonzados de sí mismos, pero ni siquiera lo podían admitir. Otro punto que quiero to­mar con esta historia es este: Dios estaba enojado con Adán y Eva por lo que hicieron. Sin embargo, un poco más adelan­te en Génesis, leemos que aunque Dios los castigó, también empezó a ayudarlos de inmediato. Les hizo ropa y proveyó sus necesidades.

El punto es que, aun cuando pecas, Dios te perdona y trabaja contigo para ayudarte a no pecar de nuevo. Eso sólo puede suceder cuando admites la verdad, fijas tus ojos y tu corazón en Él y trabajas con Él para resolver las cosas.

3. ¡El «Pretexto-nator»!

Sin importar cuando te encuentres en una posición difícil, por algo que hiciste o tal vez dejaste sin terminar, tu mente se apresura a buscar una salida. Así como Adán y Eva, corres hacia los arbus­tos, con la esperanza de que no serás descubierto. Ahí es cuan­do aparece el Pretexto-nator. Si tienes una razón que puedes dar por tu mal comportamiento, él siempre hará que te sientas mejor al hacer lo malo. Así es como nos engañamos a nosotros mismos y cómo Satanás también nos engaña.

¿Qué tipo de pretextos damos?

  • Yo lo hice porque mi amigo lo hizo.
  • Nadie me dijo que no lo podía hacer.
  • No me siento bien.
  • No lo pude evitar.
  • No pensé que era gran cosa.
  • Todos mis amigos lo hacen.
  • Vi a mi papá hacerlo.
  • Todos quieren que sea como mi hermana.
  • El perro se comió mi tarea.
  • La alarma del despertador no sonó a tiempo.
  • Todos los demás lo pueden hacer.
  • Comí demasiada azúcar.
  • Mi madre no me recordó.
  • Tan sólo soy un adolescente.
  • Pues sí, me equivoqué… ¡llévame a la policía!

Puedes seguir añadiendo a la lista de pre­textos o puedes comenzar a tomar la responsabilidad por tus acciones. Sólo porque se juega a cada rato el juego de acusar, no significa que tienes que ser el campeón. Incluso puedes dejar de jugar.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “El Campo de Batalla de la Mente Para Niños”

Por Joyce Meyer

Lee Fija Tus Pensamientos, No Fijes la Culpa 2

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