EXPERIMENTAR SU PASIÓN
La pasión tiene que ver con el corazón. Luchar por un propósito, alcanzar metas y cumplir con la voluntad de Dios demanda mucha energía emocional. Requiere que tu corazón esté 100% comprometido con alcanzar esa meta. ¿Cuántas veces comenzamos algo con ganas y a mitad de camino lo abandonamos? Algunos dicen que se sienten como si se les hubiera vaciado el tanque. Tengo dos noticias para darte. Una es mala y la otra buena: La mala es que la vida cristiana es imposible… pero ahora te doy la buena: ¡El Espíritu Santo vino para hacerla posible!
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad y la Biblia se refiere a él en el griego original diciendo que es dunamis: es decir, que es poder, una energía, una dinamita divina. Necesitamos estar conectados a este poder para que nunca se apague la pasión por alcanzar lo que nos hemos propuesto. Necesitamos experimentar una llenura de esa pasión de Dios. Algunos tienen un Dios muy pequeñito, como si Dios fuera un santito más o una especie de ‘Papá Noel’ sin traje rojo. Otros creen en un Dios que es más una idea para captar con la mente que una persona real.
Para Alberto Einstein, Blas Pascal fue el hombre más brillante del último milenio. Pascal era de esos que entendían las categorías de la ciencia, del cálculo matemático y otras clases de ‘demonios’ como esos, ja ja. Cuando Blas era adolescente su padre le descubrió algunos cálculos geométricos y envió los papeles a un profesor de la Universidad de París. El profesor no lo podía creer. Pascal era un genio, tenía una mente privilegiada. Sin embargo, cuando en una ocasión le preguntaron acerca de su fe, declaró: «Es el corazón el que percibe a Dios, no la razón». Años después se encontró esto escrito en su diario: Lunes 23 de Noviembre. 10:30 de la noche. Fuego, fuego, fuego. El Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, no el de los filósofos. ¡Seguridad! ¡Seguridad! ¡Gozo! Paz. El Dios de Jesucristo.
Muchos cristianos guían su vida cristiana según los sentimientos, y ahí termina todo. Pero hay un segundo grupo problemático y es el de aquellos a los que el cristianismo se les estancó en la cabeza. Yo estaba hablando en una conferencia de pastores, y se me acercó un pastor, me miró a los ojos y me dijo: ‘Yo he fundado iglesias, he enseñado la Biblia, he respetado la Palabra… pero nunca he sentido a Dios.’ Y tú: ¿has sentido a Dios? El mayor de los mandamientos tiene que ver con el corazón: amarás al Señor tu Dios. Si quieres tener pasión por la vida tienes que tener contacto fluido con la fuente de la vida. Si dejas que Dios te llene y que el Espíritu Santo te toque, entonces podrás vivenciar la pasión de Jesucristo. Tendrás una vida cristiana de poder.
¿Has conocido algún rebelde que no tenga pasión? ¡Ser un discípulo de Jesucristo requiere esa pasión! ¿Cómo lograrlo? Pasando tiempo con Dios. Al pasar tiempo íntimo con él comienzas a considerar sus intereses como tuyos, y tu pasión se contagia de la fuerza de Dios. Tu cristianismo no tiene porqué ser sólo ‘servicio’ o sólo ‘moral’ o ‘conocimiento’. Cuando pases tiempo a solas con Dios en oración y adoración, entonces su pasión llegará a ser parte de tu experiencia.
ESPERAR CON PACIENCIA
Este es el tercer secreto, y es el que más me cuesta a mí: la tercera ‘P’ es de paciencia. Muchas veces pretendemos un cristianismo instantáneo. Queremos que nos hagan ‘click’ en un culto o con una oración, y que de esa manera se solucionen todos nuestros problemas. Pero ese no es el estilo de Dios. Él es un artista, le gusta la perfección, y por eso permite que seamos probados. El permite que enfrentemos desafíos, que pasemos por problemas y dificultades para que crezcamos en paciencia. El apóstol Santiago decía: Gozaos profundamente cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia (Santiago 1.2).
¿Alegrarnos por estar en problemas? ¿De qué está hablando este Santiago? Lo que ocurre es que él sabía que la paciencia es uno de los secretos para tener poder, el poder de Dios.
¿Cuántos chicos y chicas se complican el futuro por no tener paciencia en cuanto al sexo? ¿Cuántos adultos, por falta de paciencia, no saben ahorrar ni logran pagar sus deudas? ¿Cuántas personas se impacientan fácilmente y dejan de cumplir con su palabra y sus compromisos? La paciencia es una sabia consejera y por eso Dios quiere que la cultives. Es más, sin este tesoro no se puede crecer. La paciencia es parte del fruto que el Espíritu Santo viene a producir en nuestra vida.
¿Y de dónde conseguir paciencia? Ya mencionamos un camino: las pruebas o exámenes de la vida naturalmente nos enseñan paciencia. Dios muchas veces permite circunstancias que hacen de escuela para nuestro carácter y nuestra dependencia de él. Son circunstancias parecidas al desierto que tuvo que pasar Israel camino a la tierra prometida. Tal vez nos parece que el desierto fue negativo, pero fue allí donde el pueblo de Israel encontró su identidad, conoció a su Dios y aprendió a depender de él para estar luego en condiciones de conquistar y disfrutar de la tierra prometida.
Otro camino para encontrar paciencia es buscarla en un lugar muy especial. Te lo explico con esta historia: a veces somos como ese niño que jugaba en la arena y encontró una roca grande en medio del pozo que estaba haciendo. Con todas sus fuerzas intentó sacarla. Como vio que no podía, comenzó a llorar. Entonces su padre, que había estado observándolo, le preguntó con amor: ‘¿Querido, por qué no has usado toda tu fuerza?’ El niño, confundido, respondió que sí había usado todas sus fuerzas. Pero el padre le dijo: ‘No, hijo; no usaste todas tus fuerzas, porque no me pediste ayuda a mí.’ Pídele a Dios la paciencia que necesitas. Busca ese tesoro en él.
Pablo dijo: ‘¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!’ Cuando observamos la vida de este hombre de Dios, vemos que era cierto. Pablo sí tenía poder. Tenía gozo en las peores circunstancias, tenía paz en medio de las tormentas, tenía la capacidad de ser un cumplidor de sueños. ¿Por qué? Porque tenía un propósito definido, tenía una pasión alimentada constantemente por la fuente máxima de energía divina y tenía paciencia para hacer las cosas en el momento oportuno. ¡Esa es la clase de discípulo que quiero ser!
Extracto del libro Rebeldes Con Causa
Por Lucas Leys