Los cumplidores de sueños saben reflexionar. Constantemente están evaluando lo que hacen, con vistas a mejorar. Autoevaluarse no es lo mismo que autocondenarse. Autocondenarnos es hacer comentarios negativos después de que algo nos sale mal. Esta actitud suele originarse en mensajes de desprecio que recibimos desde la niñez.

Me encontraba en una sala de espera y había una señora con su niño, que tendría unos seis años. Después de una hora de esperar, el niño ya estaba inquieto. Empezó a moverse por todos lados y la mamá comenzó a decirle: ‘¿No te puedes quedar quieto un momento? Me estás enfermando, al llegar a casa le diré a tu padre que te dé una paliza.’

El tiempo pasaba y las frases eran cada vez peores. ‘Eres un niño muy malo y por eso no te quieren en la escuela. Eres una plaga.’ Sin duda ese niño estaba aprendiendo a condenarse.

Conozco personas que están buscando constantemente aprobación de otros, pero cuando les toca hablar de sí mismos hacen comentarios negativos. Para muchos jóvenes es un hábito insultarse. Este no es el plan de Dios para sus hijos. Algunos piensan que vivir condenándose es un rasgo de humildad. Pero la verdadera humildad es tener una idea adecuada de uno mismo, y eso sólo puede venir de Dios.

Déjame decirte que para Dios eres tan valioso que Jesús murió por ti. La autocondenacjón te ata al pasado, mientras que la autoevaluación te proyecta hacia el futuro. Hay que arreglar el techo cuando brilla el sol. Si las evaluaciones las hacemos en medio de la tormenta seguro que terminaremos mojados.

Para cambiar para bien necesitamos conocernos tal como somos.

Quiero animarte a trabajar en tu vida; a ordenar tus prioridades, a trazar un plan para alcanzar tus sueños y a ponerte en frecuencia con los planes de Dios. De eso se trata la autoevaluación.

No esperes a que tus defectos y debilidades te jueguen una mala pasada. Ya tienes suficiente información respecto a ellos; ahora mismo tienes que trazar un plan para superarte.

Hay malos hábitos que no te permiten alcanzar tu máximo potencial. No esperes a que te hagan perder una oportunidad. Evalúa todas tus posibilidades y aprende a planificar tu vida. No se trata de concentrarte en qué hiciste mal en el pasado, sino en revisar constantemente cómo puedes mejorar.

Hay personas que tienen éxito con cierto plan o actividad y a partir de entonces lo consideran sagrado. Hay iglesias, personas e instituciones que caen en el error de repetir por años cierta estrategia o actividad que en algún momento funcionó bien, aunque sea evidente que ya perdió vigencia.

Siempre tenemos que preguntarnos: Honestamente, ¿por qué hacemos lo que hacemos? ¿Está funcionando realmente bien? ¿Hay mejor forma de lograr la meta?

Te invito a buscar un tiempo de silencio y reflexión para hacerte las preguntas anteriores y otras. Déjalo intervenir a Dios. Considera los cambios que debes hacer. No esperes a que llueva.

¿Qué harás para superar tus malos hábitos y debilidades?

Extracto de «Cumplir tus Sueños»

Por Lucas Leys


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