Una mujer que se levanta en el poder del Altísimo con seguridad y un punto de vista práctico y sin condenaciones hace que el joven pueda recibir con corazón dispuesto el mensaje a pesar del mensajero.

Comencé en el ministerio juvenil años antes de casarme. Muchos líderes o pastores consideraban que no era apta para servir a los jó­venes porque tenía tres características que me descalificaban automáticamente: era joven, era sol­tera y, por supuesto, era mujer.

Me parece increíble que estas tres características hoy en día todavía sean argumentos de peso en muchas iglesias y personas como si fuera algo negativo. En mis tiempos evitaban darme ciertas responsabilidades por­que no tenía experiencia o por no estar casada, porque al ser mujer no podía ministrar y además comprender a jóvenes varones. Por otra parte, pienso que cuando Dios te ha dado un llamado, también te da la gracia «para vencer los obstáculos que pone el hombre. Él mismo ha dicho que en Cristo no hay acepción de personas. Es más, usa a quien quiera.

Gracias a mi fidelidad y a pesar de tener estas «carac­terísticas» que obraban en mi contra fue que mi pastor comenzó a delegarme más responsabilidades que inclu­ían ministrar a los jóvenes, y primordialmente a chicas. Por otra parte, que fuera soltera no solo demostraba que tenía «debilidades» sino también fortalezas. El mensaje era bien recibido porque estaba viviendo las mismas ex­periencias de los solteros. Mi decisión de dedicarme completamente al ministerio motivó la vida de otros que batallaban en sus mentes con que era imposible permanecer así de firme en los caminos del Señor.

Me parece triste ver que hay mucha gente con un po­tencial increíble para servir en el ministerio de jóvenes pero no lo ponen en práctica porque se dejan frenar por el peso que ejercen instituciones, personas y hasta ellos mismos. Parece como si no se dieran cuenta que los jó­venes necesitan modelos de vida, personas que pasan por las mismas pruebas y tentaciones que les motiven a vivir para el Señor. Asimismo, tenemos que vencer esos obstáculos que nosotros mismos ponemos y con los que nos autodescalificamos porque sentimos que no podemos ser líderes efectivos. Dios no es el que nos descalifica sino el que nos equipa para que impactemos esta generación hambrienta de experimentar un cam­bio y una transformación que perdure en sus vidas.

Un día arreglé la situación que muchas veces obsta­culizó mi ministerio: ¡me casé! Como ya no era soltera, dejé de ser inexperta. No obstante, seguí siendo mujer.

Cuando Dios te levanta a una posición de liderazgo, te da junto con ese llamado la autoridad y el poder para que lo ejerzas. En ese sentido, si una persona observa estas cualidades, te respetará, sin importar tu género. Quizá muchas veces se tenga la noción de que ser mujer implica que no tendrá el mismo impacto. Y bueno, sin duda sé que el papel que ejerza un varón es de suma importancia para el liderazgo, pero si Dios es el que levanta y da dones, simplemente el resultado será favorable, a pesar del género.

Pienso que el punto de vista de una mujer líder en un grupo de jóvenes es importante para la formación de los chicos. He visto, por ejemplo, que como mujeres te­nemos la habilidad de enseñarles a tratar a las señoritas con amor y respeto. Estoy segura que hay cosas que no aprenden en su casa. Me hace feliz enseñarles a com­portarse con el sexo opuesto. Algunos se creen muy ga­lanes, machitos y prepotentes. Sin embargo, cuando una mujer confronta esas actitudes que ponen para prote­gerse, resulta que con el tiempo dejan de esconderse y pasan a disponer su corazón para escuchar nuestro con­sejo. También esto sirve para que los tímidos se vuelvan seguros al percatarse de lo especiales que son. Todo esto es más que gratificante, pues vemos como resultado que descubren lo seguros y confiados que pueden ser.

Una mujer que se levanta en el poder del Altísimo con seguridad, un punto de vista práctico y sin conde­naciones hace que el joven pueda recibir con corazón dispuesto el mensaje a pesar del mensajero. Por eso creo que es tiempo de echar abajo tantas barreras que sin duda todavía ejercen una mala influencia en el po­tencial de las mujeres. Las experiencias que tuve antes de ser cristiana y los cambios que viví después de con­vertirme sin duda son cosas que Dios ha usado para ‘ ayudar a aquellos jóvenes que han necesitado ser escu­chados sin que alguien se asuste o los condene por lo que han estado haciendo. Ellos solo esperan una direc­ción de amor y confianza hacia el camino firme y di­recto de la justicia de Dios.

Extracto de «Consejos desde el Frente»

Por Gloria Vázquez


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