¿ES NORMAL?

Cuando fracasas una vez, pien­sas que es normal. Está bien, errar es humano. Cuando fallas demasiadas veces, sientes que eres un fracasado o una fracasada. Es lógico. Hemos aprendido a pensar que somos lo que hacemos. Si has estado luchando contra la pornografía y te sientes atado, si una y otra vez has tratado de dejarla y se te hace imposible, puedes llegar a pensar lo mismo: “Soy un fracaso”.

La verdad es que has fracasado, pero eso no te convierte en un fracaso. Te hace vulnerable, te lastima, te humilla, pero el fracaso no cambia quién eres. Sigues siendo un hijo o una hija de Dios, alguien llamado a disfrutar abundantemente la santidad.

El pecado nos aleja de la verdadera felicidad. No se puede negar que la pornografía te hace sentir bien por un momento. Es cierto, de lo con­trario no la buscarías. Pero no puedes ignorar el sufrimiento que ella trae. Es cierto, de lo contrario no estarías buscando salir de sus garras. El pecado es lo más valioso que el enemigo tiene para lastimarnos. Es una trampa, un engaño, para estorbar, impedir, ensuciar, limitar, estropear tu vida. Es algo que realmente te frustra y te impide vivir al máximo.

Ser tentado es normal, y no hay nada de vergonzoso en ello. Jesús fue tentado. Ser tentado es algo que no escapa al plan de Dios (1 Corintios 10.13). De hecho, tenemos que ser francos y reconocer que incluso pecar es normal (1 Juan 1.8). Jesús es el único que nunca pecó.

Fallamos, desobedecemos, caemos, erramos y fracasamos en distintas maneras, no sólo en cuestiones sexuales. Realmente la desgracia del pecado es horrible, más allá de lo que a veces suponemos. Desde la perspectiva de Dios, pecamos si no cumplimos sus leyes (1 Juan 3.4), pecamos si hablamos mal (Mateo 12.37), pecamos si pen­samos mal (Proverbios 24.9), pecamos si no hace­mos lo que es bueno (Santiago 4.17).

Hoy tienes una decisión que tomar. Se trata de escoger con valentía la santidad, o de darle la espalda. Una decisión radical, difícil y cruda. No es sencillo; no es imposible. Dios nos ha dado la posibilidad de librarnos de la fuerza del pecado (Romanos 6.14-23), y quiere que la disfrutemos hoy. Aunque parezca complicada, es la mejor alternativa.

Es normal sentir deseos, es normal caer. Pero por favor, ¡no creas la mentira! No es normal vivir en derrota. No es normal quedarte así, con el anzuelo clavado en tu paladar.

NO UNA SEGUNDA, SINO OTRA OPORTUNIDAD

Dios es exageradamente bueno. Piensa en lo mejor que una persona podría hacer por ti. Piensa en lo mejor que alguien podría ofrecerte. La bondad de Dios es infinitamente más grande que eso.

Yo (Howard) he experimentado esto una y otra vez en mi relación personal con Dios. A pesar de mí mismo, él me sigue amando. Ahora procuro también enseñar esta gran verdad. Por ejemplo, mi hija Elyette (de 5 años de edad) es una niña sumamente alegre y obediente. No es perfecta, pero es linda. Está madurando, y constantemente le recuerdo que la amo, no por lo que hace, sino porque es mi hija.

Una mañana, luego de una desobediencia, tuve que corregirla, y eso le dolió a ella y me dolió a mí. No obstante, le recordé que la amaba y que deseaba que aprendiera a obedecer porque la desobediencia duele. Ese mismo día, a la hora de dormir, oramos juntos y luego me quedé leyendo una historia bíblica con ella. Para mi sorpresa, me hizo una de las preguntas más profundas y emo­cionantes que he escuchado. Con mucha ternura y gratitud me dijo: “Papi, ¿por qué me sigues amando aun cuando soy desobediente?”. Esta fue una opor­tunidad maravillosa para recordarle el amor y la gracia de Dios.

Aquí está la paradoja: Lo que Dios quiere dar­nos a nosotros, que somos malos, que pecamos una y otra vez, es bendición. Él nos sigue amando, nos sigue llamando, nos sigue buscando. La restauración que Dios hace en nosotros es el resultado de la iniciativa inexplicable de su amor y su gracia.

La pornografía nos hace sentir sucios, asquerosos. Nos humilla, nos avergüenza, y afecta la imagen que tenemos de nosotros mismos. Nos sentimos indignos de acercarnos al Dios de toda bondad. Desde el punto de vista del ene­migo es una estrategia muy inteligente: te hace alejarte voluntariamente de Dios (quien es tu única esperanza).

Dios nunca ha rechazado, rechaza o rechazará a nadie. Eso es la gracia. Dios, por su propia bondad, quiere darte lo que no mereces, para que estés bien. Tu papel es confesar (Proverbios 28.13). Él puede socorrerte y darte esperanza en medio de cualquier situación.

No hay ni habrá jamás mejor auxilio que el que viene de lo alto. Tu parte es acercarte. Lo maravilloso de la gracia es que nos da siempre una nueva oportunidad de vivir al máximo. Y no hay límite, no se acaba.

¡Qué sorprendente! ¡Qué buenas noticias! ¡Hay esperanza! Si has caído, la vida continúa. Hay otra opor­tunidad. No sigas guardando tu pecado, sácalo a la luz para que Dios pueda limpiarlo. Recibe hoy el perdón sobrenatural que el Señor te ofrece.¡Disfruta de la gracia, y comienza una nueva vida de victoria!

Extracto del libro No Muerdas el Anzuelo

Por Adrián Intrieri

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