Lucas 8:1-15. Vemos aquí una semilla, como la que usted va a estar depositando mes a mes en una cuenta de ahorro y luego invirtiendo inteligentemente y aprovechando los dos factores más importantes a su favor: el tiempo y el interés compuesto. En este caso vemos que la semilla es la palabra de Dios. Esa semilla es la que se predica… El reino de los cielos es la promesa en donde Dios reinará y tendrá dominio, sobre todo. Cuando el reino de los cielos venga, será el juicio de todo mortal. El que se haya arrepentido de sus pecados y creído en Jesús el hijo de Dios como su Salvador – aquel que nunca pecó y que reconcilia todo pecador con su muerte en la cruz con Dios – tendrá vida eterna. Jesús no vino a condenar a nadie, sino a salvarnos de la ira de un Dios justo, pero el que no cree y se arrepiente, ya está condenado.

Su semilla es su ahorro. Y la tierra en donde la siembra un banco, la bolsa de valores o en un negocio. Para que su semilla dé fruto debe caer en buena tierra. Jesús muestra que el problema no es la semilla – la palabra de Dios – sino que el problema es la tierra – el corazón de las personas –. El problema es que las personas escuchen la palabra de Dios y sus vidas continúen igual, porque no la reciben. El asunto es que el problema nada tiene que ver con la semilla, sino con la tierra. Lo mismo ocurre con sus inversiones. El problema no es la semilla del ahorro, el problema es: ¿En qué lugar la sembramos e invertimos para multiplicar nuestro ahorro?

Como la tierra y no la semilla es el problema, Jesús habla de cuatro tipos de tierra, que son cuatro tipos de corazones, que representa a cuatro tipos de personas. ¿Cuál de estas será usted?

La primera tierra, son los que están junto al camino… La duda es el instrumento de destrucción aquí. No creen en Dios, en Jesús, en el reino de los cielos, en el plan de salvación, ni que los caminos de Dios son más altos que los nuestros y su fruto es paz con Dios, en nosotros y con el prójimo.
Estos son aquellos que escuchan la palabra de Dios, pero esta no tiene efecto alguno en sus vidas. Sus vidas no cambian ¿por qué? Porque oyen la palabra de Dios, pero pronto el diablo, el enemigo de la fe, viene y les roba la palabra por medio de la duda. Pues si creyeran serían salvos. Estos son los que oyen sin participar de acción alguna… Lo contrario a la duda es la confianza, es la fe (Hebreos 11:6). Sin fe en Dios no hay nada.

La segunda tierra, son los que están sobre las piedras. Esta segunda tierra representa a todos aquellos que sí oyen la palabra de Dios… Estas personas sí creen a la palabra de Dios. Pero creen por un corto tiempo. ¿Por cuánto tiempo creen? Hasta que llega la prueba… El problema de esta tierra son las pruebas. Cuando estas llegan dicen: “mejor dejo esto porque no me funcionó la fe”. Jesús no promete una vida sin pruebas en esta tierra, pero sí promete su presencia en medio de las pruebas. Los cristianos sí enfrentamos pruebas y algunas que hasta nos cuestan la vida. Algunas pruebas incluso, que ningún ser humano sin Dios podría soportar, pero nosotros, no sólo las soportamos, sino que salimos más fuertes que nunca. Incluso a la promesa de la eternidad en el reino de los cielos. Imagínese la peor prueba que pueda venir a su vida, en esa prueba, mantenga la fe. O será de aquellos que oyen y creen, pero hasta que llegan las pruebas. Estos son fieles mientras les va bien (Juan 16:33).

La tercera tierra, es la parte que cayó entre espinos. El tercer tipo de tierra representa a los que oyen, creen y perseveran aún en medio de las pruebas hasta que este mundo y muchas veces sus bendiciones, hacen que nunca maduren y por lo tanto la semilla no da fruto. ¿Por qué esta semilla no madura? El problema es el desenfoque, un desenfoque de la vida que ahoga la semilla. Se desenfocan del reino de los cielos y buscan establecer sólo un reino en la tierra. Sus mentes dejan de enfocarse en el cielo y en la tierra y sólo se enfocan en las cuestiones de la tierra dejando a un lado a Dios. Ven a Dios como un accesorio, pero no como el fundamento de sus vidas.

¿Qué tres cosas los desenfocan de Dios? Las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida. Una vida que ama las riquezas y a los placeres de la vida más que a Dios, no es vida. Sin Dios, la vida resulta ser como una bola de helado a la que le hemos quitado el sabor. Todo lo que toma el lugar de Dios es un “dios” y este puede ser el ser humano en sí mismo, el placer, los placeres y póngale nombre a lo que podría ser su Dios. Y es que una vida sin Dios es una vida de comida rápida. Temporalmente deliciosa y con efectos a largo plazo y eternos destructivos. Se llega a tener un sobrepeso de pecado y culpabilidad sobre los hombros, que la estructura ósea de nuestro ser humano interior no aguanta más. Y termina por paralizarnos y, por último, nos lleva a perder el gozo de la vida.

¿Ha visto a alguien morir con todo, pero como si no tuviera nada?, ¿Conoce a algún cantante, actor o alguien famoso en su ciudad que se quitó la vida teniéndolo todo? Y es que recuerde que el problema es la tierra y no la semilla de la palabra de Dios. Usted podrá tener sus cuentas bancarias llenas y ser un mendigo espiritual.

¿Conoce a alguien que fue fiel a Dios hasta que prosperó?, ¿Conoce usted a alguien que fue fiel a Dios hasta que puso un negocio y dejó de congregarse con tal de ser rico?, ¿Conoce a alguien que preocupado por lo que pueda pasar mañana, se obsesiona con el trabajo con tal de no pasar penas y termina por sacar a Dios de su vida? ¿Conoce a alguien que lo tiene todo, pero no la vida de libertad de la ira de Dios, del perdón de pecados, de un nuevo nacimiento espiritual y de esperanza eterna que viene cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y creemos en Jesús como el hijo de Dios y
nuestro Salvador?

Extracto del libro El Maestro del Dinero

Por Alex López

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