Historia de Vida

El jueves por la tarde había entrenamiento de voleibol. Olga quedó en pasar por casa de Susana para ir juntas al coliseo.
—Me parece que es esta puerta, ¿a ver?—. El timbre sonó.
A lo lejos se escuchaba la televisión, ruido de platos, un caño de agua abierto y un cansado susurro junto a éste. Y dijo la madre de Susana: —¿Quién será ahora? ¡¿Es que nadie va a abrir esa puerta?!
Nadie respondió a la pregunta. Los platos callaron y el caño se cerró. Se oyó un suspiro y, tras este, el ruido de unos pasos hacia la puerta…
—¿Quién es?
—Soy Olga, una amiga de Susana, ¿está?
—Pasa, pasa. Susana está viendo la tele. ¡Susanaaaaaaaa!, es Olga.

—¡Que pase! —respondió Susana.
—Hola, Susana. Pasé un poco antes porque he acabado la clase de Inglés… ¿Qué estás viendo?
—¡Silencio!, es el último capítulo de “Betty la Fea”. Armando le dice a Betty que la ha amado siempre…
La madre de Susana interrumpió: —Susana, ¿puedes ayudarme a doblar las sábanas?
—¡No, ahora no puedo! —gritó Susana—. ¿Ya ves, Olga? Mi madre siempre molesta en el mejor momento. Se cree que soy su esclava, siempre me pide que haga su trabajo; ¿acaso le pido yo que haga mis tareas?
—Susana, no has lavado los platos, no has tendido tu cama, ¿no puedes ayudarme con las sábanas?
—Mamá, por favor, tenemos que ir a entrenar, ¿no ves que me han venido a buscar? Que te ayude Juancito, que nunca hace nada… Anda, Olga, vámonos, que la situación se está poniendo insoportable.
Antes de salir de casa, Susana exclamó: “¡Que nadie toque el dvd, que lo he dejado grabando!”.

Mientras bajaban la escalera, siguió conversando con Olga: —¡Qué terrible! No aguanto más. Mi madre no deja de molestar todo el día. ¿No es ama de casa? Pues que lo sea ella, no todos…
—No sé, Susana, yo creo que se te pasó la mano… Sea como fuere, es tu madre.
—Sí, ya sé que es mi madre, pero no es mi dueña. Además, me trata como una niña. No se entera de que ya estoy grandecita… ¡Mira, por ahí viene Rosa!
—Hola, chicas, van al entrenamiento, ¿no? Las acompaño, yo voy a casa de Alberto.
—¿Qué tal, Rosa? ¿Cómo te va con Alberto? —preguntó Susana.
—Muy bien. Y ustedes ¿qué cuentan?, ¿de qué hablan?
—Nada, de mi madre, que cada día la aguanto menos. Sólo sabe mandar, me trata como a una criatura.
—Te entiendo. Yo me llevo bien con la mía, pero con mi padre… estoy harta. A Alberto no lo puede ver ni en pintura. Además, me controla un montón. Desde que salgo con él, todo son explicaciones: que de dónde vienes, dónde has estado… ¡le meto unos rollos a mi pobre viejo! Eso sí, cuando termine mis
estudios y me ponga a trabajar, se acabó. A la primera bronca, lo pongo en su sitio. Y si sigue tratando de controlar mi vida, me largo de casa y ya está.

—Yo no estoy de acuerdo —comentó Olga—. Tu padre seguirá siendo tu padre aunque te vayas de tu casa. Yo creo que los padres se merecen un gran respeto, aunque reconozco que no siempre es fácil aguantarlos. Mi padre a veces se mata dándome consejos e incluso me protege demasiado, pero sé que lo hace por mi bien.
Susana dijo sonriendo: —Ésta aún no ha salido del cascarón. Seguro que siempre obedece sin protestar…
—Seguro —dijo Rosa—, aunque yo también lo escucho, ¡qué remedio!, pero creo que se pasa de la raya. Piensa que puede inmiscuirse en mi vida personal.
Se mete hasta con mi forma de vestir. ¡Lo siento! Lo aguantaré hasta que me vaya de la casa.
—Yo pienso —repitió Olga— que los padres son siempre padres aunque seamos mayores y debemos respetarlos aun en la vejez.
—Mira —dijo Susana—, yo no digo que no, pero todo tiene un límite. En mi casa vive también mi abuela y ni te imaginas lo duro que es. ¡Siempre me apaga el vídeo cuando no estoy! Para ahorrar luz, dice. Es una mentira. Yo quiero mucho a mis padres, pero cuando me case, ¡ni hablar de aguantar a uno de ellos
viviendo en mi casa! ¡Al asilo!
—Eso, ¡al asilo con ellos! —añadió Rosa riendo.
La risa se contagió rápidamente mientras llegaban al coliseo.

Tiempo de Conversar

  • ¿Cómo trata Susana a su madre?
  • ¿Cómo soluciona Rosa los problemas con su padre? ¿Cómo los solucionas tú?
  • Rosa dice que cuando comience a trabajar y ya no esté obligada a vivir en su casa, podrá hacer lo que quiera. ¿Qué piensas tú?
  • Susana acusa a Olga de inmadura. ¿Crees que la madurez se demuestra con una mayor independencia respecto de los padres?
  • ¿Qué opina Susana de su abuela? ¿Qué futuro les espera a sus padres?

¿Qué Dice la Biblia?

Lee Efesios 6:1–4 y Colosenses 3:20–21.

  • ¿Qué significa honrar a los padres? Da ejemplos prácticos de cómo un hijo puede honrar a sus padres.
  • ¿Qué tipo de padres deben ser honrados por sus hijos, los buenos padres o también los malos padres?
  • Menciona tres razones por las cuales los hijos deben honrar a sus padres.

Aplícalo a tu Vida

  • En una escala de 0 a 20, ¿cómo evaluarías la relación con tus padres?
  • ¿Qué cambios tendrías que producir en tu vida para honrar más y mejor a tus padres?

Para Reflexionar

Para Dios, el hogar es uno de los lugares donde los seres humanos van a aprender una de las lecciones más importantes de la vida: que es posible obedecer a alguien por amor. Es en relación con nuestros padres como aprendemos esta lección que luego de adultos vamos a trasladar a Dios nuestro Padre, a quien también debemos aprender a obedecer porque lo amamos.
Muchos jóvenes aprenden la obediencia en un cuartel militar. Pero al superior no se le obedece por amor, sino por el temor al castigo.
Uno puede ver muchos jóvenes que aman a Dios pero no pueden transformar su amor en obediencia, y la razón está en que no aprendieron esta lección en casa con sus padres. Recuerda: Trata a tus padres como un día te gustaría que tus hijos te traten a ti. Conviértete tú en el hijo que un día te gustaría tener.

Extracto del libro “La Juventud Frente a los Desafíos Contemporáneos”

Por Alex Chiang

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