El anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios (Romanos 8.19).

¿A quién no le gustaría tener poderes sobrenaturales? De pequeño me gustaba jugar a ser Superaran, el hombre araña o algún otro de los súper héroes que podían hacer cosas que para mí eran imposibles. Si alguna vez te sedujo la idea de tener poderes sobrenaturales, asegúrate al asiento y ponte la capa, porque tengo noticias: luego de la resurrección y antes de volver a su Padre, las últimas palabras de Jesús fueron las siguientes: Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos. (Hechos 1.8)

Algunos no se dan cuenta, pero la vida cristiana consiste en contar con los poderes sobrenaturales del Espíritu Santo. Es que seguir a Jesús se trata precisamente de tener el poder necesario para ser un verdadero rebelde con causa, un testigo valiente de que él está vivo hoy.

Ya sé lo que alguno de ustedes podría estar pensando en este momento: que hay demasiados cristianos que viven sin poder. No tienen poder para vencer malos hábitos, no tienen poder para cambiar su manera de vivir, ni para crecer, ni para sobreponerse a sus temores, ni para tener la familia que desean, ni para salir de la mediocridad ni para cumplir sus sueños. Lo que sucede es que muchos cristianos tienen una idea equivocada acerca del poder de Dios. Algunos creen que tiene que ver con temblar en un templo y sentirse bien en un culto. Pero el poder de Dios es mucho más que eso. Es la capacidad para vencer el mal con el bien. Es una capacidad para lograr lo que no podríamos hacer por nosotros mismos. Ahora bien, en todo esto, ¿qué nos toca hacer a nosotros como discípulos de Jesús?

Si eres como yo y deseas tener poder para llegar a ser todo lo que es un seguidor de Jesús, te presento tres secretos sobre la manera en que se desata el poder de Dios. Veamos estas tres ‘P’:

SUMARNOS A SU PROPÓSITO

El primer secreto es comenzar a entender el propósito de Dios para tu vida. Cuando no tenemos un propósito en la vida es más fácil caer en las garras del desorden, la desorganización, la pobreza, la inconstancia, las malas compañías y los malos hábitos. Hay personas que vuelan como las hojas: se dejan llevar por el viento de las modas, de las ganas, de las emociones, de lo que dicen en la televisión, de lo que dice la radio, la vecina o los compañeros de la escuela. Son pocos los que vuelan como las águilas. ¿No te gustaría ser un águila que vuele alto y lejos?

Cuando las águilas vuelan es porque están buscando alimento. Vuelan con un propósito, con una meta. Vuelan con un rumbo. Muchas personas pretenden tener poder, pero en realidad no saben qué están buscando ni a dónde se dirigen. ¿Qué ocurre con las hojas? Terminan por el suelo. Entre otras razones, muchos jóvenes caen como tontos en algún vicio porque no saben cuál es su propósito en la vida. Entonces quedan atrapados en cualquier engaño que les dé un poco de placer momentáneo, aunque por ese beneficio frustren o malogren su futuro.

Dios es un grandioso planificador. Él tomó en cuenta muchísimas cosas al hacer este universo. Piensa por un momento en cuántos detalles están incluidos para que nuestros cuerpos funcionen. Tú no existes por casualidad ni te has acercado a la iglesia por azar. Puede que hayas sido invitado por alguien, que te hayan llevado de la oreja o que te guste ser parte de ese grupo; pero por alguna razón estás aquí leyendo este libro y pensando en los planes que Dios tiene para tu vida. Cuando Dios eligió a Abraham se lo dijo bien claro: ‘Yo te escogí para que seas de bendición.’ Y eso vale para cada uno de nosotros. Dios nos eligió para que fuéramos de bendición.

Yo sé que más de uno piensa: Yo, ¿ser de bendición? Eso es sólo para los líderes, yo soy muy joven y tengo muchos problemas… Te digo algo: es probable que muchos de los problemas que tienes se deban a que no estés persiguiendo el propósito de Dios para tu vida. Piensa en esto: una de las mejores maneras de poner tus problemas en perspectiva e impedir que se conviertan en gigantes es ayudar a otros a resolver los suyos. ¿Eres cristiano y te consideras un seguidor de Jesús? Entonces tienes que ser de bendición. ¿Te has puesto como meta ser de bendición? Eso es lo que el Espíritu Santo quiere ayudarte a ser. El apóstol Pablo dijo: Pues somos hechura (de Dios), creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas (Efesios 2.10).

¿Quieres ser una víctima o una bendición? Una de las jóvenes que me tocó pastorear se sentía víctima: víctima de sus padres, víctima de sus amigos, víctima de su ex novio y víctima de sí misma. Después de varias charlas en las que me dediqué a consolarla, me di cuenta de que así no iba a darle mucha ayuda; de modo que me puse a orar para que Dios me indicara qué hacer. Resolví hacer lo siguiente: le hice un cartel muy bonito que decía ‘Serás de bendición’, y le dije que lo pegara junto a su cama y cada día se propusiera cumplir esa meta. Conseguí entusiasmarla e hicimos el trato de que cada catorce días ella me iba a contar a quiénes había bendecido. Me contó cómo había bendecido a su mamá, a su hermana, a unos vecinos, y pronto la cuestión de sentirse víctima desapareció. Ella entendió que Dios le daba la oportunidad de bendecir a otros y que esa era la puerta para seguir entendiendo sus propósitos. No hay manera de vivir en el poder del Espíritu sin rendirnos a los planes de Dios.

Extracto del libro Rebeldes Con Causa

Por Lucas Leys

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