Se han acercado aquellos días y el cumplimiento de toda visión (Ezequiel 12.23). Los sueños son importantes. Son vitales para crecer. Son el combustible para tu corazón y un fertilizante para tu mente.

LOS SUEÑOS SON COSA SERÍA

Lamentablemente es fácil minimizar los sueños. Si los tomamos como algo sin importancia, los sueños pierden su poder y su potencial. Y aquí viene la mala noticia: muchos de los que te rodean van a sugerir que es más acertado ser realista y práctico, y que los sueños son una pérdida de tiempo. Lo que sucede es que los visionarios suelen ser personas que incomodan a los demás, primero cuando deciden hablar de sus sueños y mucho más cuando esos sueños se van cumpliendo. Por eso es más cómodo anular las visiones de los soñadores. ¿Te ha pasado alguna vez? A mí me ha ocurrido muuuuuuchas veces. Pero cuando los sueños se cumplen, los demás tienen que taparse la boca. Por eso, una de las claves para que los sueños no se deshagan es tomarlos muy en serio.

Un buen sueño puede desencadenar una potente fuerza creadora en otras personas y así, sumando sueños, es posible transformar mil realidades. De todas las características que poseemos, soñar es una de las que más nos asemeja a la imagen de Dios. No somos solamente un cúmulo de moléculas ni de células; tampoco somos una suma de instintos que se repiten de manera mecánica. Podemos soñar, y eso es algo que Dios se propuso seriamente. Él nos dio esa capacidad como un rasgo fundamental de nuestra creación. Soñar equivale a crecer, a conquistar, a crear. Los sueños son una energía necesaria para mantener y refrescar la creación a nuestro alrededor. Los sueños nos permiten ver lo invisible, creer lo increíble y lograr lo imposible.

Por eso cuando soñamos podemos sentirnos más completos en el Señor. Muchas veces los sueños son revelaciones de Dios, por eso hay que encararlos con pasión, compromiso y esfuerzo. Si así lo hacemos, vendrán los días en que se cumplirán estas visiones. Yo te pregunto: cuando sueñas despierto, ¿qué es lo que más anhelas? Te invito a meditar en lo siguiente: ¿Le gustará a Dios que soñemos? ¿Qué sueños querrá Dios que tengamos?

LO VOY A LOGRAR, NO IMPORTA LO QUE DIGAN

Hay una frase que dice: Los sueños extraordinarios se vuelven realidad cuando alguien ordinario tiene una extraordinaria cantidad de determinación. Y Hebreos 10.36 dice: ‘Pues os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.’

Muchas personas quedan estancadas sin alcanzar su potencial porque antes de comenzar ya han tomado una decisión inconsciente de fracasar. En lugar de pensar: ‘Lo voy a lograr’, desarrollan el proyecto pensando de esta manera: ‘Veremos qué sucede… seguramente como siempre saldrá mal, pero de todas formas lo intentaré.’ Ese comentario ya predice con cierta precisión el resultado del intento. Esas personas piensan una y otra vez acerca de cuán ‘ordinarios’ son… ¡Qué novedad! Todos somos ordinarios. Todos somos pecadores, tenemos limitaciones, cometemos errores y vamos al baño. La clave no está en saber cuán ordinarios somos, sino en el esfuerzo extra que debemos hacer para lograr lo extraordinario.

El escritor de la Carta a los Hebreos insiste en la perseverancia. Él sabía de la necesidad de perseverar y de llevar a cabo los sueños que Dios nos da, para que podamos disfrutar al máximo de sus promesas. No podemos perseverar si antes de comenzar ya tenemos una actitud negativa y fracasada. Te hago una propuesta: esta misma noche haz un listado de diez cosas que deseas, y al lado de cada línea escribe: ‘Lo voy a lograr.’ No pongas condiciones ni dudas, sólo escribe lo que está en tu corazón y hazlo con la convicción de que lo vas a lograr, pase lo que pase. Luego, antes de escribir nada más, pasa un tiempo con el Señor de los sueños. Ya sabes quién, nuestro querido Dios.

Un joven llamado George Eyser soñaba con participar en los juegos olímpicos. En St. Louis, durante el año 1904, su sueño se cumplió. George no sólo participó, sino que consiguió una medalla de oro, dos de plata y una de bronce en gimnasia. Siempre había soñado con ser atleta olímpico y ganar una medalla. Soñó con la gloria de alcanzar lo que parecía inalcanzable, de competir consigo mismo, que es una gloria que vale mucho más que el poder o el dinero. ¿Sabes por qué el sueño de George parecía imposible? Porque su pierna izquierda era de madera, ya que la verdadera le había sido amputada cuando cayó de un tren siendo pequeño. George era un conquistador de sueños. El no aceptó rendirse a sus limitaciones. Soñó, perseveró y llegó. ¡Esa es una rebeldía que vale la pena! ¡No tenemos por qué conformarnos con las voces que nos aplastan y nos empequeñecen!

CRITIBANZA, QUEJABANZA Y ALABANZA

Uno de los rasgos sobresalientes de quienes cumplen sus sueños es que son personas con una actitud positiva y lo suelen reflejar con su lenguaje. Tienen la boca llena de sí, dale, podemos, qué lindo. No salen de inmediato con un no, no se puede, así es imposible. Yo digo que los cumplidores de sueños tienen la boca llena de alabanzas, en lugar de critibanza o quejabanza. La critibanza es lo contrario de la alabanza y la quejabanza es lo contrario de la fe.

La critibanza es el idioma de los que viven criticando. Con esto me refiero a las críticas destructivas, no a la crítica sensata y constructiva que busca ayudar y mejorar al otro. A mí me cansa escuchar a algunos adultos evangélicos que están constantemente indicando el pecado o el error de los demás como si eso los hiciera más justos a ellos. Recuerdo haberme criado entre varias señoras de la congregación que siempre estaban vigilando quién hacía algo feo, para luego comentarlo. Si alguien estaba en problemas, luchando con alguna debilidad o había tomado alguna decisión equivocada, en lugar de entristecerse parecían disfrutar señalando lo mal que estaba esa persona. Esto, además de ser chisme y habladuría, es una actitud que tira abajo muchos sueños. Los errores son parte del proceso de crecer y hasta del plan de Dios, y muchas veces esas habladurías logran que algunas personas se rindan y simplemente acomoden su comportamiento al qué dirán, para no ser motivo de críticas.

¿Y la quejabanza? Algunas personas viven quejándose de todo lo que sucede a su alrededor y pierden de vista lo importante que es ser agradecidos con la provisión del Señor. Estas personas se vuelven negativas y de esa manera desestiman sus propios sueños y también los de los demás. Vivo en los Estados Unidos desde hace algunos años. Esto ha significado tener que lidiar con dos idiomas a la vez. Por un lado, el idioma oficial, que es el inglés, y por otro lado el idioma de mi familia y el de nuestro ministerio, que es el español. Esta situación ha hecho que muchas veces Valeria y yo tengamos que hablar un rato en cada idioma, según con quién estamos hablando. Al hacerlo muchas veces hemos mezclado las palabras y hasta hacemos frases en uno de los idiomas, pero intercalando palabras del otro. No somos los únicos en esta situación. Hay millones de hispanos viviendo en este país, y han terminado creando una especie de idioma, el ‘spanglish’, mitad español y mitad inglés.

¿Por qué lo comento aquí? Porque muchos cristianos son así, tienen un idioma mixto. Cuando están en la reunión se llenan la boca de alabanza y ponen cara de teleteatro cuando cantan: Hermanito esto, hermanito esto otro, cuánta bendición, alabado sea su nombre… pero ni bien termina el culto ya se están quejando de todo. Que este mundo es una porquería, que todo va de mal en peor, que ya no hay solución para nada… ‘Spanglish’. Mitad alabanza, mitad quejabanza. Esas personas no alimentan los sueños, los aplastan.

La alabanza es el idioma de los ángeles y de los santos. La critibanza y la quejabanza son el idioma de los frustrados, de los mediocres y de los que no tienen fe. Te recomiendo que hables de manera positiva, constructiva. No busques todas las razones por las que no se puede hacer algo, sino todas las razones por las que sí se puede lograr lo que otros creen imposible.

Extracto del libro Rebeldes Con Causa

Por Lucas Leys

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