REEMPLAZA LAS MENTIRAS CON LA VERDAD

Justo mientras escribíamos este libro, pasamos por momentos en los que nos hallamos creyendo y actuando conforme a algunas de las mismas mentiras que hemos tratado…  

Mientras escribía sobre las mentiras acerca de la imagen corporal, las relaciones, la iglesia y otros temas, sentí una inusitada cercanía con el Señor… Mientras conducía de regreso a casa al final de esa temporada, me vi asediada con pensamientos y sentimientos que no había experimentado en años: “Eres gorda”, “Eres fea”, “No tienes nada que aportar”, “No eres gran cosa, Dannah”. Cada pensamiento penetraba hasta lo más hondo de mi ser. En cuestión de horas, caí de una gran cercanía al Señor y me hundí en un foso donde reviví lo que parecía el raudal completo de emociones negativas e inseguridad de toda mi vida. Se trataba en su mayoría de mentiras sobre las cuales te acababa de alertar en este libro.

¿Has sentido algo parecido, te han surgido alguna vez pensamientos que aplastan tu espíritu? ¿Qué haces? Yo sé lo que hice.

Corrí a buscar mi Biblia. Fui directo a casa y la abracé mientras me tendía en el suelo ante el Dios del universo y le pedí que me mostrara su verdad para vencer esas mentiras. Escudriñé mi Biblia en busca de versículos específicos para orar en voz alta y escribir en mi diario de oración. Además, esa noche asistí a un culto especial de adoración en mi iglesia para que mi mente y mi corazón fueran “limpiadas” por la verdad. Cuando iba a acostarme, ya no sentía la pesadez repentina que me había invadido. Había sido liberada.

Queremos que tú experimentes esa clase de libertad. Una sola cosa tiene el poder de hacerte verdaderamente libre: ¡la verdad!

  • Identifica las áreas de esclavitud y de conducta pecaminosa.
  • Identifica la(s) mentira(s) que son la raíz de esa esclavitud. Deja de alimentar esas mentiras oyéndolas y considerándolas.

Ahora pasemos a lo que puede ser el paso más importante para hallar la verdadera libertad:

  • Reemplaza la(s) mentira(s) con la verdad.

Eso es lo que yo (Dannah) hice cuando volví a casa después de esos días que pasé en un hotel en Nueva York, cuando fui bombardeada con mentiras. ¡Rebatí las mentiras con la verdad de la Palabra de Dios! Hemos visto que este principio ha funcionado de manera evidente en muchísimas vidas.

¡LA VERDAD TE HACE LIBRE!

Hace poco, yo (Dannah) recibí una carta de una joven que luchaba con un secreto vergonzoso y hondo que la atormentaba. A pesar de creer que “ninguna” de sus amigas luchaban con eso, parece que muchas adolescentes y mujeres me han pedido consejería por el mismo problema. Pon atención. La carta decía:

“He tenido altibajos con este problema demasiadas veces, y no he podido encontrar a alguien con quien hablar al respecto, porque sé que ninguna de mis amigas tiene este problema. Cuando cumplí 13 años tuve algunas luchas realmente serias con la masturbación. Siempre supe que estaba mal, pero sentía que era la única manera de poder ser normal frente a mis amigas que tenían una vida sexual activa. Entonces me convertí a Cristo y dejé de hacerlo durante mucho tiempo. ¡Ni siquiera luchaba con eso! Asistí a tu estudio bíblico durante un tiempo y fue asombroso porque ya era libre. Sin embargo, el año pasado volvió el mismo problema. He dicho a Dios una y otra vez que no quiero esto, pero ha vuelto. Tú eres la primera persona a quien he contado esto, así que es muy difícil para mí. En realidad, tu sabiduría podría ayudarme mucho en mi situación. Gracias por escucharme”.

Esta joven intuía que la masturbación no le agrada al Señor. Dios diseñó el sexo y nuestras respuestas sexuales para que podamos disfrutarlos en el contexto del matrimonio. Aunque la Biblia no da un mandato específico respecto a la masturbación, sí prohíbe la actividad sexual fuera del matrimonio. El sexo nunca fue diseñado como una actividad solitaria. Además, si somos francas, tenemos que admitir que la lujuria —que la Biblia sí condena claramente— casi siempre está ligada a la masturbación.

En mi respuesta a esta joven, expliqué cómo lo que hace en secreto es un caldo de cultivo para el pecado, y le sugerí que abriera su corazón a una amiga mayor y más sabia que pudiera orar por ella y animarla a batallar. Le dije que, aunque esta batalla podría no ser tan fácil o ganarse rápidamente — aun durante muchos años— por la gracia de Dios ella podía vencer este pecado.

Después de volver a comunicarnos, se hizo evidente que el problema empeoraba siempre cuando ella se desconectaba de Dios. Cuando dejaba de orar, asistir a estudios bíblicos, y leer la Palabra, se sentía asfixiada por la tentación. Cuando experimentó la salvación y fue constante en buscar la Palabra de Dios, tuvo menos tentaciones o éstas desaparecieron. ¿Te parece paradójico? En realidad, no lo es.

La verdad no es una simple idea o filosofía. La verdad es una Persona: el Señor Jesucristo. Él dijo de Sí mismo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Jn.14:6). La verdadera libertad se encuentra en una relación vital y creciente con el Señor Jesús. Él se ha revelado a Sí mismo (la Palabra viva de Dios) en las Escrituras (la Palabra escrita de Dios). Mantenerse en contacto permanente con la Palabra de Dios —viva y escrita — te traerá libertad.

REEMPLAZA LA(S) MENTIRA(S) CON LA VERDAD

Cuando nosotras (Dannah y Nancy) vemos que nuestras mentes y emociones se llenan de cosas que sabemos que son contrarias a la forma de pensar de Dios, tratamos de detenernos y de identificar la verdad que contrarresta esas mentiras. Es decir, buscamos versículos específicos para cada situación. También repetimos la verdad a nosotras mismas, a veces en voz alta si es necesario, hasta que la verdad desplaza y reemplaza las mentiras que hemos llegado a creer.

Por ejemplo, yo (Nancy) recuerdo una reunión de nuestro ministerio en la que salieron a flote con gran animosidad algunos asuntos que se venían gestando hacía tiempo. Uno de mis colegas hizo algunas afirmaciones acerca de mí que me parecieron falsas y en extremo perjudiciales. Me sentí desolada. Esa noche, cuando volví a casa, lloré sin parar… Empecé a obsesionarme con la idea de buscar la manera de defenderme. Me precipité en un espiral de ira y autocompasión, y empecé a creer mentiras como estas: “Esa persona tenía la intención de herirme”. “¡No merezco eso!”. “Fue error de esa persona y yo soy completamente inocente”. “No puedo perdonarla”. “El daño es irreparable”. “Nuestra relación nunca será restaurada”. “Tengo el derecho de defenderme para que otros conozcan la verdad”.

Viví horas de confusión por creer esas mentiras. ¿Te ha ocurrido lo mismo? ¿Te encuentras así en este momento? ¿Has sentido que las mentiras te bombardean por causa de una relación rota debido a una ofensa?

La mañana siguiente abrí mi Biblia y empecé a leer donde había quedado el día anterior, en el evangelio de Mateo. Ahí fue cuando me estrellé de frente con la verdad en Mateo 5:5, 7, 9, 39, 44, y 6:14-15. Ahora tenía que elegir: ¿seguiría creyendo las mentiras o abrazaría la verdad? Ahí empezó la verdadera batalla. Yo quería guardar resentimiento y seguir enojada. Quería de algún modo herir a la persona que me había hecho daño. Pero en mi corazón sabía que esto solo me mantendría cautiva.

Me arrodillé delante del Señor y con la Biblia abierta frente a mí, me enfrenté con la verdad. Sabía que tenía que perdonar, que debía dejar libre al ofensor y la ofensa. Aunque sentía que me era imposible perdonar, en lo profundo de mi ser era consciente de que el punto no era que yo no pudiera, sino que no quería perdonar.

Sabía que, si iba a andar en la verdad, tenía que renunciar a cualquier derecho, aun al de vengarme o al de negarme a amar a esa persona. Yo escogí andar conforme a la verdad. Mis emociones no cambiaron de inmediato, pero en el transcurso de las semanas siguientes Dios sanó mi corazón y me liberó por completo.

La disciplina de reemplazar las mentiras con la verdad requiere tiempo y compromiso. Puede que necesites renovar tu mente anotando, memorizando y repasando con regularidad versículos específicos para tratar determinadas áreas de esclavitud en tu vida. Pero déjame decirte que la libertad que experimentas al final bien vale todo el esfuerzo.

Extracto del libro “Mentiras Que Las Jóvenes Creen”

Por Nancy Leigh DeMoss y Dannah Gresh

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