Hace poco hubo en mi casa una invasión de moscas de la fruta (habla Nancy). Todo empezó cuando unos amigos me preguntaron si podían preparar jugo de uva en mi cocina (estamos hablando de alrededor de 140 litros de jugo de uva). Las grandes cantidades de uvas frescas y las inmensas vasijas llenas de uvas exprimidas atrajeron una horda de estos molestos insectos que al fin subieron hasta mi estudio donde escribía este libro.
Mis amigos conocían bien la solución: pusieron un trozo de banano en el fondo de un vaso (a las moscas les encanta la fruta). Luego hicieron un embudo de papel con un pequeño agujero en la punta y lo pusieron en el vaso con la punta hacia abajo, y sellaron con cinta la parte superior del cono para sujetarlo al borde del vaso. Instalé el dispositivo sobre una repisa junto a mi escritorio, donde esperé y observé mientras seguía trabajando.
Lo que ocurrió en las horas siguientes fue una clara ilustración de lo que hemos hablado en este libro, es decir, cómo los seres humanos terminamos esclavizados del pecado y “atrapados”. Una tras otra, docenas de diminutas moscas eran atraídas hacia el vaso por el olor del banano. Y una tras otra descendían por el embudo de papel, atravesaban el agujero y caían en el vaso. Y una tras otra terminaban atrapadas, sin poder escapar. Cayeron atraídas por el banano. Una vez dentro, eran incapaces de salir.
El consejo del apóstol Pablo sobre oír y considerar mentiras.
El apóstol Pablo nos exhorta a pensar en “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil.4:8). Si oímos mensajes que nos alientan a ser puras, amables, justas, excelentes y admirables, en eso nos convertiremos. Si oímos mentiras que nos impulsan a ser impuras, injustas, engañadoras, indecorosas y deshonestas, eso llegaremos a ser.
Esto me recordó la descripción de Santiago de cómo la tentación opera en nuestra vida: Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido (tal como las moscas de la fruta son atraídas, engañadas y seducidas con el olor del banano). Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado (vuelan hasta la trampa); y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte (Stg.l:14-15).
Mientras observaba cómo las moscas llegaban al vaso que resultaba ser una trampa mortal, pensé en Eva: en cómo contempló ese apetitoso fruto, pensó cuánto placer podría procurarle, y al fin sucumbió a su encanto, solo para descubrir que lo que ella había pensado que la satisfaría en realidad la condujo a su muerte. Luego pensé en mí y en cuántas veces he “buscado el señuelo” y he terminado esclavizada de aquello que había pensado que me haría feliz.
Aunque tal vez ya hayas captado la idea, examinemos dos hechos fundamentales sobre los cuales se basó este libro.
PRIMERO: CREER UNA MENTIRA NOS ESCLAVIZA.
En nuestros primeros capítulos presentamos la progresión de cómo las mentiras nos llevan al cautiverio:
Oímos una mentira. Nos acercamos demasiado.
Consideramos la mentira. Insistimos en ella y ponderamos sus beneficios.
Creemos la mentira. Empezamos a creer que la mentira es verdad.
Actuamos conforme a la mentira. Pecamos.
Cuando hacemos elecciones pecaminosas basadas en las mentiras que hemos creído, descubrimos que el enemigo nos ha puesto una trampa mortal, y terminamos en esclavitud. En verdad, una chica “es hecha esclava del que la venció” (2 P.2:19). Tal vez hayas empezado a notar la misma progresión en tu propia vida.
Hemos procurado poner en evidencia al engañador y algunas de las mentiras que has podido creer. Esa es una parte fundamental en el proceso de triunfar sobre las mentiras.
Sin embargo, nos hemos trazado una meta mucho más elevada que nos lleva al segundo hecho clave sobre el cual se basó este libro. Queremos que lo sepas, sin importar cuán atrapada te sientas en tu esclavitud:
SEGUNDO: LA VERDAD TIENE EL PODER PARA HACERNOS LIBRES.
¡Libertad! Eso es lo que anhelamos para ti. No nos referimos a ser libre para hacer todo cuanto se te antoja. La verdadera libertad es el poder para hacer lo que Dios quiere que hagas; es ser libre del control de los modos de pensar, las actitudes y los patrones de conducta pecaminosos. Es saber que por la gracia de Dios puedes decir “no” al pecado y “sí” a Dios. En vez de ser esclava de las consecuencias por creer mentiras, puedes ser libre…
- Libre para aceptar la belleza que Dios quiso expresar al crearte como eres.
- Libre para disfrutar los alimentos que Él creó.
- Libre para esperar el tiempo perfecto de Dios para encontrar al hombre correcto.
- Libre para interesarte más en ser una amiga que en tener una.
- Libre para ser amable y bondadosa aun en “aquel momento crítico del mes” Libre de las heridas del pasado para poder abrazar tu futuro.
- Libre para ser la misma persona sin importar con quién estés.
¿Crees que te gustaría experimentarlo? Para empezar, si has de vencer las mentiras que te han puesto en esclavitud, tienes que dejar de alimentarlas. Eso significa disponerte a no oír ni considerar aquello que puede llegar a ti y que es contrario a la verdad de Dios.
Extracto del libro “Mentiras Que Las Jóvenes Creen”
Por Nancy Leigh DeMoss y Dannah Gresh