Yo me gradué del colegio en 1993. Fui parte de la segunda promoción del colegio en donde estudié toda la vida desde Kinder hasta Quinto Bachillerato, nombre que reciben los grados en Guatemala, o por lo menos cómo se llamaban en aquel entonces.
Han pasado casi 22 años desde ese mes de Octubre en que me gradué. Hoy en día los que se gradúan tienen una gran ventaja con la que fue mi promoción. En esa época no existían ni los teléfonos celulares, ni el Internet, ni mucho menos Facebook. Nadie estaba conectado con otros a menos que tuviera un papel y lápiz para anotar los nombres, apellidos y números de teléfono de los amigos. Era la época en la que uno se sabía de memoria el número de teléfono de las personas más importantes en la vida de uno ¿Cuántos sabe usted de memoria hoy? Pero logramos mantenernos en contacto con la mayoría. Sólo uno anda perdido, se llama Gabriel y de apodo le decían: “Chiflón». Si usted lo conoce, hay me escribe para contarme. Fue un buen amigo.
A pesar de los casi 22 años que han pasado, el viernes pasado nos juntamos en un restaurante con siete de los veinte amigos que nos graduamos. La pasamos muy alegre con aquellos que tenía por lo menos más de seis meses de no verlos y antes de la penúltima vez que los vi, dos años sin verlos. Al finalizar la reunión y cuando llegué a mi casa, encontré una foto que publicó uno de los presentes, todos sonrientes en la foto y en la descripción había puesto: “¡Las amistades más puras! Las amistades del colegio».
Un día almorzando en Pollo Campero, un restaurante famoso en Guatemala por vender el mejor pollo frito, me encontré cuando iba saliendo a uno de mis amigos del colegio que hace mucho no lo veía. Su carácter es fuerte, dice lo que piensa, es muy alto y a cualquier persona que no lo conoce lo intimidaría su presencia. A mí no, yo estudié con él desde Kinder. Estaba sentado con una amiga a la que no conocía y después de saludarle le dije a ella bromeando: “A este amigo le puedo dar un beso en la mejilla pues lo conozco desde Kinder. Y aunque no lo veo seguido lo quiero mucho». A mi amigo sólo se le dibujaba una gran sonrisa en el rostro. Amigos desde Kinder, son aquellos amigos que nos enseñan que debemos tener amigos por convivencia y no sólo por conveniencia.
Hoy en día el famoso “Networking», el establecimiento de contactos profesionales para poder tener un círculo amplio de aquellos que nos ayuden a salir adelante en la vida en cualquier momento en que los necesitemos, ha llegado a convertirse en «¿Quién me conviene como amigo para sacarle algo en el futuro?». Las amistades cada vez son más plásticas, superficiales y transaccionales. Yo le doy algo, sólo si él me da. Yo sólo ayudo, al que me puede ayudar de regreso. Y cuando la persona deja de ser útil para mis fines o mis planes, ya no le respondo los correos, ni le contesto el celular, ni sus mensajes de texto.
Por eso los amigos del colegio son de las amistades más puras. En el sentido de que somos amigos hasta la muerte por la convivencia que mantenemos antes que por la conveniencia. Un amigo puede darnos mucho, pero no nos hacemos amigos de él para que nos dé. Nos hacemos amigos para dar, no para recibir. Pero el que da, siempre va a recibir a cambio, comenzando porque le queda a uno la satisfacción de dar sin esperar recibir.
Para graduarme de licenciado en noviembre de 2002, me faltaba un único documento, mi constancia de cierre de pensum de la universidad. Yo no sabía que necesitaba ese documento para graduarme en esa fecha. Cuando estaba en Registro, recibí la mala noticia: “Si no me trae ese documento hoy, no podrá graduarse en noviembre sino hasta mayo del próximo año». Salí corriendo hacia Control Académico. Lugar en el que me recibió una joven con una actitud como si llevara estreñida durante dos semanas y su novio le acabara de decir que es la única mujer que queda en este mundo. Su arrogancia y mal trato desmoronaron mis aspiraciones de graduarme en el mes de mayo. Terminó diciéndome: “Le puedo dar un constancia de cierre de pensum en una semana». No sabía si llorar o ¡hacerla llorar! Me di la vuelta y cabizbajo comencé a caminar tratando de auto motivarme. De pronto me recordé. Uno de mis amigos en el grupo de jóvenes trabajaba en la Universidad. El tocaba el bajo en la iglesia y yo el piano. Habíamos compartido no muchas veces, pero las veces en que habíamos compartido, había sido una relación de convivencia pura y nada por conveniencia. Llamé a otro amigo de la iglesia y le pregunté el cargo que este amigo ocupaba en la universidad. Mi salvación, era el ¡Director de Control Académico! Regresé con la jovencita que me inspiraba vomitar por su actitud y muy cortésmente le pregunté si se encontraba el Licenciado Samayoa. César me recibió en su oficina con una sonrisa. Luego de platicar de todos los buenos recuerdos que teníamos del grupo de jóvenes, me preguntó en qué me podía ayudar. Le conté la historia. Se levantó de su lugar y fue a dar ciertas instrucciones. Unos minutos después, ingresó de nuevo la inspira vómitos – por su crueldad y poder de destrucción sobre mi vida minutos antes -, pero esta vez venía sonriente y traía en sus manos unos documentos los que le entregó a César. El firmó los mismos, me los entregó y me dijo: “Ya te podés graduar».
Proverbios 18:24 “Hay amigos que llevan a la ruina, y hay amigos más fieles que un hermano.» ¿De cuál de los dos escoge ser usted?
Proverbios 27:10. Este pasaje en la Biblia nos anima a ir cerca con el amigo o el amigo de nuestro padre cuando tenemos problemas, antes de ir con un hermano que vive lejos. Eleva la amistad a una relación de familia en el momento de crisis. Pero note la palabra amigo. Existe una relación previa con nosotros o con nuestros padres, basada no en la conveniencia sino en la convivencia.
Meta de vida #2: Establezca relaciones duraderas basadas en la convivencia y no sólo en la conveniencia.
Desafío #2: Sea amigo siempre, no sólo cuando necesita de otros. Trate a todos por igual y me refiero a cualquier persona con la que usted sostenga cualquier tipo de conversación.
Extracto del libro Metas de la Vida
Por Alex López