ACTIVA A JESÚS

¿Cómo? ¡Sí! Jesús no está ahora en carne y hueso entre nosotros, y por eso él depende de nosotros para que seamos sus manos, sus pies, sus oídos. Nosotros, la iglesia, somos su cuerpo hoy y ahora. Somos los representantes de Jesús en la tierra, y si ponemos en práctica los mandamientos que acabamos de describir, significa que además de ser buenos amigos estamos representando a Jesús, actuando en nombre de él. Por supuesto, él fue quién nos mostró claramente cómo cumplir con los mandamientos de los buenos amigos. Cuando cumplimos con los diez mandamientos de los buenos amigos damos gloria a Jesús porque estamos caminado como él lo hizo (1º Juan 2.6). Un discípulo de Jesús tiene un comportamiento diferente al de la mayoría de la gente. Un verdadero discípulo es un rebelde con causa: va contra la corriente y se comporta como Jesús lo pide.

Nunca olvidaré la pregunta que me hizo Diego aquel día: ‘¿Quieres ser mi amigo?’ Ambos teníamos seis años, y aunque no puedo decirlo con exactitud creo que era nuestra primera clase de educación física en la escuela primaria. A partir de ese momento Diego y yo comenzamos a pasar juntos mucho tiempo. El día del cumpleaños de Diego jugué por primera vez a ponerle la colita al burro. No sé si los niños juegan a esto donde tú vives, pero se trata de taparle los ojos a un participante y darle un alfiler con una cinta para que la clave en el dibujo de un burro. En tercer grado me cambiaron de escuela y nunca más vi a Diego Rosso, quien vivía frente al Hospital Rawson en la ciudad de Buenos Aires. Pero jamás olvidé su pregunta: ¿Quieres ser mi amigo?

Desde ese momento me quedó la idea de que ser amigos era una decisión. A mí me correspondía no sólo elegir estar con alguien sino entregarme a la amistad. Años después también entendí que si era un seguidor de Cristo estaba eligiendo ser lo más parecido a Jesús para mis amigos. En una amistad cristiana podemos activar a Jesús y de esa manera desarrollar una relación más comprometida.

CÓDIGO SINERGIA

Pablo conocía un código secreto que la mayoría del mundo desconoce. Se trata de la sinergia. ¿Conocías la palabra? Él le escribió a algunos de sus compañeros de equipo: ‘Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa’ (Filipenses 2.2).

La sinergia es el fenómeno que ocurre cuando ciertas personas trabajan juntas en armonía y en consecuencia se desempeñan y logran mucho más de lo que podrían lograr cada una por su lado. Sinergia es un esfuerzo cooperativo que produce un efecto combinado. Este código es necesario para el trabajo en equipo en cualquier deporte, en una iglesia, en una familia, o en cualquier organización. La sinergia permite a las personas no sólo trabajar juntas sino realizar más de lo que podrían hacer por separado. La sinergia es tan poderosa que permite a las personas crear o lograr cosas que sería imposible que cada una hiciera sola.

Cuando la sinergia no está presente, los compañeros no trabajan con eficiencia hacia las metas que tienen en común y en cambio se la pasan dando codazos al de al lado. La energía y la creatividad se desperdician en peleas improductivas, y las personas no usan plenamente sus dones. La sinergia, en cambio, produce energía motivacional y creativa. Los amigos que la han experimentado saben que se puede hacer más cuando la sinergia está presente. La sinergia es una catapulta que ayuda a las personas a armonizar entre sí y a crecer juntas para producir los resultados más deseados. Cuando la sinergia va en aumento, el trabajo de equipo mejora porque cada miembro del equipo contribuye con sus habilidades y dones hacia una meta común. Esto también es parte de una buena amistad.

AMISTAD EXTREMA

Kay Poe y Esther Kim crecieron juntas como mejores amigas, pero también como excelentes competidoras. Desde muy pequeñas su deporte había sido el Tae Kwon Do y no podían ocultar su alegría cuando recibieron la noticia de que por fin este deporte sería considerado como una disciplina olímpica en las Olimpíadas de Sydney, en el año del cambio del milenio. Pero había un problema. Estados Unidos sólo enviaría a un representante del peso y categoría de estas amigas.

Promediando las competencias de clasificación se podía notar que las dos jóvenes eran las mejores, aunque nadie podía decir con certeza cuál era la mejor. Entonces ocurrió algo. Kay se dislocó la rodilla en los últimos segundos de la semifinal que estaba ganando. A pesar del dolor resistió esos segundos y ganó, pero no podía ocultar su dolor mientras el entrenador la llevaba hacia los vestuarios. Esther no pudo hacer nada en ese momento porque ya comenzaba su participación. Comenzó un poco distraída pero luego de una fuerte caída volvió a concentrarse en el combate y doblegó a su contrincante. Ahora quería saber qué sucedía con su amiga. Era el sueño que siempre habían tenido: una final entre ambas en el nivel más alto de su deporte. El entrenador de Kay salió del vestuario para anunciarlo, aunque su rostro ya lo decía. Con sólo poner un pie en el sector de juego Esther podría ir a las olimpíadas. Kay no estaba en condiciones de hacerle frente.

Pero entonces ocurrió algo todavía más sorprendente. Esther se acercó al estrado de los jueces y anunció que le concedería la victoria a su amiga herida. Ella estaba dispuesta a sacrificar su propio sueño con tal de que su amiga pudiera cumplir el suyo. Entre el murmullo general y la confusión de unos y otros, Kay salió del vestuario a protestar la decisión. Pero frente a un público enmudecido, Esther le respondió: ‘No te atrevas a discutirme esto. No creas que al hacerlo estoy arrojando mis sueños al mar. No es eso. Estoy poniendo mis sueños en ti.’ No hace falta decir que muy pronto ellas y los testigos de semejante acto estaban llorando. Esther firmó oficialmente su renuncia y dijo por televisión nacional a los asombrados reporteros: Hay más de una manera de ser un campeón.

Extracto del libro Rebeldes Con Causa

Por Lucas Leys

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