Esta breve obra teatral es una adaptación del poema «Cómo vino el gran Invitado», de Edwin Markham. Mientras que la ambientación del poema original se corresponde con la de la Europa de unos siglos atrás, la de esta versión de la historia evoca el tiempo presente. (Por Dan Johnson).

PERSONAJES

  • Conrado
  • Bartolo
  • Elvis
  • La mujer pobre
  • El niño
  • El anciano
  • Dos transeúntes
  • El narrador

ESCENOGRAFÍA

  • Farol de la calle
  • Estante de libros
  • Leche
  • Silla o sofá
  • Trajes
  • Chimenea
  • Zapatos
  • Miel
  • Lámpara
  • Mesa
  • Pan
  • Puerta
  • Otros muebles

ELVIS

ELVIS: (Golpea la puerta.)

CONRADO: ¡Guau, guau!

ELVIS: (Golpea la puerta.)

CONRADO: (Mientras camina hacia la puerta.) ¡Guau, guau! ¡Abajo! ¡Guau, guau! ¡Quieto! ¡Guau! (Abre la puerta.) ¡Piola Elvis! ¡Feliz Navidad! Entra, entra.

ELVIS: Conrado, viejo amigo. Feliz Navidad para ti también. Conrado, ¿qué fue ese ladrido? Tú no tienes un perro guardián.

CONRADO: Ya lo sé, no dispongo de dinero para tener uno. Por eso, cuando alguien golpea la puerta, tengo que ladrar yo mismo.

ELVIS: ¡Ah, Conrado! Estamos sintiendo la cri­sis financiera.

CONRADO: ¿Dónde está Bartolo?

ELVIS: Vendrá en cualquier momento.

BARTOLO: (Golpea la puerta).

ELVIS: ¡Es él!

BARTOLO: (Golpea la puerta.)

ELVIS: ¿Quién es?

BARTOLO: ¡Soy yo! ¿Arreglaste la suela de mi zapato?

CONRADO: Solo el Señor puede arreglar tu alma Bartolo, pero yo arreglé tu suela (le da un zapato, dando golpecitos en la suela).

BARTOLO: ¡Qué placer! Ahora podré usa mis zapatos navideños con mis calcetines navideños.

ELVIS: Vamos, Bartolo, tengo que llevarte a casa para que te pongas tus calcetines (comien­zan a irse).

CONRADO: Elvis, Bartolo…

ELVIS: Sí, Conrado.

CONRADO: Antes de que se vayan, debo contar­les algo.

ELVIS: Sí, Conrado, por favor, hazlo.

BARTOLO: Sí, somos tus amigos.

CONRADO: (Habla dramáticamente.) El Señor se me apareció hoy al amanecer… y me dijo: “Hoy seré tu invitado”.

ELVIS: Escucha, Conrado. Es Navidad y tu ca­beza está llena de pensamientos sobre la venida de Cristo. Sin duda tus sueños simplemente reflejan lo que estuviste pensando todo el día.

BARTOLO: Elvis tiene razón, Conrado. Quiero decir, Cristo en realidad no va a venir a tu pu­erta.

CONRADO: (Luego de una pausa.) Quizás tienen razón. Es poco probable… pero pareció tan real…

ELVIS: Debemos irnos, viejo amigo, que pases una feliz Navidad.

BARTOLO: Y si Jesús llega a venir, lláma­nos. Nosotros, que somos sabios, vendremos trayendo nuestros regalos. (Elvis hace salir a Bartolo tirando de su bufanda. Intercambian palabras de despedida y se marchan.)

LA MUJER POBRE.

(Conrado ve a una mujer afuera, temblando de frío, vendiéndole carbón a los transeúntes. La invita a pasar a su casa para calentarse.)

MUJER: Muchas gracias, señor. Está helando allá afuera.

CONRADO: Sí, y también hay mucha niebla.

MUJER: La visibilidad es tan mala que hasta los pájaros están caminando (estornuda en su cara).

CONRADO: (Ligeramente desanimado, pero educado.) Venga señora, siéntese junto al fuego y caliéntese. ¡Cuénteme cómo llegó a una con­dición tan miserable!

MUJER: Yo crecí en la pobreza, no teníamos nada. Y luego conocí a Juan, un hombre rico y sofisticado. Fue el único banquero al que no le afectó la crisis del 29.

CONRADO: ¿En serio?

MUJER: Sí, él quebró en el 28. Desde ese en­tonces vivimos en un pequeño y lúgubre depar­tamento en la ciudad. Nuestros muebles eran pobres y deslucidos. Teníamos solo una peque­ña alfombra raída en nuestro frío piso. Era tan fea que mi madre decía: “¡Esa alfombra luce terrible! ¡Bárrela debajo del polvo!”.

CONRADO: ¿Qué hace su esposo ahora?

MUJER: Oh, él murió el año pasado. Le dije que, si se moría, el hambre me iba a mirar fija­mente a los ojos. Él contestó: “¡Eso no suena placentero para ninguno de los dos!”. Y ahora solo somos mis hijos y yo.

CONRADO: Mujer, ¿cómo puedo ayudarla?

MUJER: Querido señor, usted no puede ayudarme. (Se levanta para ir hacia la puerta.) Veo que no está mucho mejor que yo. Simple­mente estoy tratando de vender algo de carbón para poder comprar un poco de leche y pan para mi familia.

CONRADO: (Se da la vuelta y toma pan y leche que hay sobre la mesa.) Aquí tiene, tome esto.

MUJER: (Asombrada por este gran sacrificio.) Que Dios lo bendiga, mi amigo.

CONRADO: Feliz Navidad.

EL ANCIANO

ANCIANO: (Golpea la puerta).

CONRADO: ¡Guau, guau! ¡Bah! ¡Esto nunca funcionará! ¡No sueno realmente como un per­ro! ¡Voy! (Abre la puerta. Un hombre arroja un hueso.) ¿Por qué hace eso?

ANCIANO: ¡Pensé que había oído a un perro!

CONRADO: ¡Ah sí! Pero ya murió. ¿Qué puedo hacer por usted?

ANCIANO: Estoy recibiendo donaciones de Navidad para la fundación de Buford T. Ellis.

CONRADO: ¿Y puedo preguntar quién es Bu­ford T. Ellis?

ANCIANO: A su servicio, señor (hace una dram­ática reverencia).

CONRADO: (Ahogando una sonrisa.) Pase, buen hombre. Le hará bien descansar al menos un poco.

ANCIANO: Gracias señor. Por lo general no soy recibido con tanta amabilidad.

CONRADO: Es lo menos que puedo hacer. Ven­ga, siéntese.

ANCIANO: (Se sienta y pone sus pies sobre una pequeña mesita, dejando ver sus zapatos ro­tos).

CONRADO: Entonces, ¿está usted recolectando dinero?

ANCIANO: Sí, lo estoy. Necesito dinero para mi costoso pasatiempo.

CONRADO: ¿Y cuál es su pasatiempo?

ANCIANO: Comer.

CONRADO: Sabe, sería bueno tener mucho din­ero. Sin embargo, en realidad, el dinero solo trae miseria.

ANCIANO: Sí, pero con dinero usted puede costear el hecho de ser miserable. En Acción de Gracias me pregunté: “¿Por qué podría yo estar agradecido?”. Ni siquiera puedo pagar mis cuentas.

CONRADO: Esté agradecido de no ser uno de sus acreedores.

ANCIANO: Es cierto. Sabe, solía irme bastante bien con mi pequeño negocio, pero he sufrido un desastre económico tras otro.

CONRADO; Ha tenido una vida dura, ¿verdad?

ANCIANO: No ha sido fácil, pero Dios me ha ayudado.

CONRADO: Escuche señor. Yo no tengo mucho, pero tome, aquí tiene estos zapatos. Quizás le hagan falta.

ANCIANO: (Muy feliz.) Es usted muy generoso. (Se quita sus viejos zapatos rotos y se pone los nuevos.) ¡Me quedan perfectamente bien! Gracias, señor. (Se va mientras intercambian palabras de despedida).

EL NIÑO

NIÑO: (Golpea la puerta).

CONRADO: (Abre la puerta).

NIÑO: (Cantando.) Noche de pan, noche de ar­roz, todo duerme en derredor…

CONRADO: (Interrumpiéndolo.) ¡Detente! ¡Detente! ¡Creo que has cambiado un par de palabras de la canción! Es paz, no pan.

NIÑO: Noche de paz, noche de arroz…

CONRADO: ¡Espera! Y no es arroz, es amor. ¡Como sea. feliz Navidad! ¿En qué puedo ayudarte?

NIÑO: Estoy haciendo una cometa para los po­bres.

CONRADO: Es colecta.

NINO: ¿Qué es colecta?

CONRADO: Dinero

NIÑO: ¡Aaah! ¡Noooo!

CONRADO: ¿Cuál es el problema?

NIÑO: Ele estado yendo por las calles gritando: «¡Una cometa para los pobres! ¡Una cometa para los pobres!».

CONRADO: ¡Oh, santo cielo! ¿Y qué te dieron?

NIÑO: Solo miradas extrañas. ¡Nunca me darán dinero!

CONRADO: ¿Quiénes son los pobres para los que estás haciendo una colecta?

NIÑO: Son los niños del Hogar Pedro Rodríguez (usa el nombre de uno de los chicos del grupo).

CONRADO: Eso no existe.

NIÑO: Bueno, es para el Hospital General de la Agonía también.

CONRADO: Nunca he oído hablar de él.

NIÑO: ¿Me creería si le dijera que es para el Hogar de Ancianos El Tejo?

CONRADO: (Moviendo la cabeza.) ¿Por qué no me dices simplemente para qué es el dinero?

NIÑO: (Mirando el piso avergonzado de su po­breza.) Es para mí.

CONRADO: Eso es lo que pensé. Se nota que lo necesitas.

NIÑO: En realidad no es para mí. Es para mi hermana. Quiero darle un regalo esta Navidad. No tenemos mucho y bueno… yo amo a mi hermanita. Pensé que podría darle algo espe­cial.

CONRADO: (Mira hacia la mesa y le da la miel al niño.)

NIÑO: (Observando el interior del frasco.) ¡Vaya! ¿Es miel de verdad?

CONRADO: Sí, lo es. Dásela a tu hermana. Y toma. Dale estos zapatos y aquí tienes un par para ti también.

NIÑO: ¡Vaya! ¡Usted es asombroso, señor! ¡Gracias! (Se va muy feliz y alborotado.)

CONRADO: ¡Oye, muchacho! ¿Y qué te va a dar tu hermana para Navidad?

NIÑO: ¡No lo sé, el año pasado me contagió el sarampión! ¡Adiós, señor!

CONRADO: ¡Feliz Navidad! (Se queda pensa­tivo, dando vueltas por su habitación; pero a medida que se va dando cuenta de que Cristo vino a visitarlo en esas tres personas, una radiante sonrisa comienza a dibujarse en su rostro).

FIN

Extracto del libro Actividades Fantásticas

Por Autores Varios

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