«Me llamo Rigmor Victoria Flatebo. Tengo 19 años y soy de la costa de Noruega, en Stavanger. He vivido en Guatemala —estudiando español— y actualmente radico en la Ciudad de México.

Trabajando en Noruega como vendedora, una noche, mis amigos me dijeron: «Vamos a tomar una cerveza, ¿por qué no vienes con nosotros?» Fui porque no me gusta aislarme y mostrar que los cristianos somos muy aburridos o que tenemos frenos para todo… Llegamos a un bar. Recuerdo que todos tenían una cerveza, menos yo. Pero estuve de todos modos con ellos. Comenzaron a platicar (los vendedores siempre hablan pues son muy extrovertidos) y empezaron con el tema del sexo y la experiencia que cada uno traía.

En Europa son muy liberales y todos tienen mucho que contar a los demás sobre el tema. Yo nada más les escuché, mientras reflexionaba. De repente, uno de ellos me preguntó: «Pero, Victoria, tú no dices nada, ¿por qué?» En ese momento todos se quedaron viéndome. ¿Yo qué podía decir? Como no tenía nada de experiencia, sólo dije: «Pues, yo me siento verde. Yo no tengo nada de experiencia porque yo nunca he tenido novio».

Todos se quedaron muy silenciosos y «sacados de onda». Me vieron con «ojos de plato» y con la boca abierta, con comentarios como: «¿Y cómo es posible?»

Una de las chicas me dijo: «¿Tú, que eres tan guapa?» Y les tuve que empezar a explicar por qué era así. Sentí un respeto de parte de cada persona, que estoy segura cayó del cielo. Les platiqué que, como cristiana, tengo principios y me quiero casar con un sólo hombre, y no deseo tener sexo antes de casarme, pues eso es puro para Dios, y es lo más seguro, y así un matrimonio va a durar toda la vida.

Otra amiga me dijo: «En verdad, eso era lo que yo también quería… Ese es el anhelo que teníamos todos». Fue una experiencia muy «padre», porque yo era la única cristiana entre ellos, y sin embargo, todos tuvieron respeto por la pureza que tenemos los cristianos.

Cuando era chica iba a un grupo de teatro infantil. Aprendí muchas cosas, pero recuerdo que el líder —que era alguien muy respetado— dijo que lo peor que le podías decir a una persona es «virgen», ¡y todos lo creímos! Como si fuera un insulto… Esa mentalidad trae que ser virgen es ser «raro».

Después del episodio del bar, siempre sentí el respeto de todos en el trabajo, pues admiraban esa pureza. En Noruega el que haya alguien con esos principios y fundamentos es muy radical. Hay gente que piensa que ser virgen es pasado de moda, pero creo que en su interior todos saben que es lo mejor, y como cristianos solteros, creo que tenemos que sentirnos orgullosos de ser vírgenes, porque entre más orgulloso estés, menos querrás dejar de serlo».

Citado por Brian Roles

Extraído de Revista IPI. Año 8. Nº 39.

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