Tarde o temprano, todos necesitamos segundas oportunidades. Tanto las personas que han usado el sexo a modo de arma como las que han sido golpeadas por él. Los que tomaron decisiones equivocadas, y los que cometieron errores tontos. Gente a la que los experimentos con el sexo le han salido mal, y gente que sabe que la señora Lujuria es una mentirosa natural, pero que aun así le han prestado oídos. Personas tan arrogantes o ignorantes que creen que ellos no son como el resto de nosotros. Personas consumidas por el placer sexual o personas orgullosas porque aún son vírgenes. Nosotros sabemos quiénes somos, no podemos engañarnos.

Todos, tarde o temprano, necesitamos segundas oportunidades. Pero, ¿podemos tenerlas?

Una segunda oportunidad cuando alguien comete un error es un regalo entre amigos. Nadie tiene el derecho a exigir una segunda oportunidad. Nadie puede decir: «Cállate, voy a darme una segunda oportunidad». Una segunda oportunidad es un favor, un acto de gracia. Este capítulo habla principalmente de la gracia, de segundas oportunidades para las personas que han cometido faltas en el tema de la sexualidad, es decir… todos nosotros.

Empecemos con las malas noticias. Para las personas solteras, no importa su edad. El sexo es un camino que presenta muchísimos riesgos. Es como manejar en estado de ebriedad. Si nada sale mal, tal vez nadie termine lastimado, pero si las cosas se ponen feas, quizás alguien muera. Ese peor escenario, que alguien muera, levanta la cuestión, por ejemplo, de la mentira. Si decimos una mentira, y las cosas salen mal, lo peor que puede pasar es que nos descubran y dejen de confiar en nosotros. No es algo bonito, desde luego, pero al menos es soportable. A diferencia de la mentira, la sexualidad trae consigo situaciones como embarazos y enfermedades de transmisión sexual.

Solo el embarazo es increíblemente difícil de sobrellevar, sin importar lo que suceda. Pregúntale a aquellos que han pasado por esta experiencia. Es posible que encontremos mujeres que hayan dado lo mejor de sí en una situación tan dura como esa, pero es muy difícil hallar a una madre soltera que te diga que «se salió con la suya». Lo mismo sucede con las enfermedades de transmisión sexual. Hoy en día existen más de media docena de enfermedades sexuales causando estragos en el mundo. No se pueden detener ni curar. Son tratables, pero no hay solución para ellas.

Y seguimos creyendo que esas cosas no nos pueden pasar a nosotros. ¡Por favor! Además, el cometer errores con respecto al sexo puede traer consecuencias imprevistas en el nivel emocional también. Hay una idea muy interesante en la primera carta que escribe Pablo a los cristianos de Corinto: «Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo» (1 Corintios 6:18). El sexo tiene un efecto inusual en una persona, porque está dentro de nosotros, y no fuera. El sexo no es algo que simplemente hacemos y listo.

Eso tiene mucho sentido, especialmente para aquellas personas que se sorprenden al sentir vergüenza de haber hecho cosas que ni siquiera consideraban erradas cuando las hicieron. Ante estos sentimientos de culpa, algunos reaccionan permitiendo que se forme un callo ahí donde se encuentra el dolor. Es como los jugadores de tenis, que tienen callos en la mano con la que sostienen la raqueta, o las bailarinas, que los tienen en los pies. No obstante, muchas personas deciden que no vale la pena darle lugar a ese sentimiento.

De acuerdo con el Medical Institute for Sexual Health (Instituto Médico de Salud Sexual), uno de cada cuatro adolescentes que comienza a tener relaciones sexuales, deja de hacerlo al poco tiempo de comenzar, la sensación placentera del acto sexual no vence el sentimiento de culpa. El afecto que sintieron en un momento queda anulado por el dolor que viene después. Aun luego de mantener relaciones sexuales, lo que dicen es: «¡Para qué molestarse si solo me trae sufrimiento!»

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Lo Que Casi Nadie te Dirá Acerca del Sexo”

Por Jim Hancock y Kara Eckmann Powell

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