La búsqueda del adolescente por identidad es razón su­ficiente para que los padres tengan comprensión, pero en adición a esto, los padres deben comprender los elemen­tos contemporáneos a los cuales los jóvenes están expues­tos: amenaza de guerra nuclear, proliferación sexual y las expresiones, glamorosamente expresadas, del cumplimien­to de una persona cristiana.

También creo que sería mas fácil para los adolescentes si los adultos comprendieran que ellos son relativamente inmaduros para las experiencias de la vida. Esto, combi­nado con el instinto de descubrir, despierta un sentido de curiosidad, ansiedad e interés en el sexo opuesto. La bús­queda del adolescente por seguridad lo lleva a la tenden­cia de conformarse a la sociedad, un deseo de obtener mé­rito y consideración a través del uso del sexo. El mensaje de la sociedad «cuanto más mejor» casi hace la sexuali­dad juvenil una especie de deporte, un juego de manipulación.

Me gustaría que mis padres supieran que no soy tan buena como ellos piensan que soy.

Yo deseo que mis padres comprendan lo que es ser ado­lescente en la década de los ochenta. Deseo que ellos acep­ten el hecho de que los tiempos han cambiado. Mis ami­gos y yo no estamos simplemente contentos con casarnos después que nos graduemos de la secundaria, y los mu­chachos que yo admiro no están contemplando un futuro de trabajar en el negocio del papá y tener un hijo antes de cumplir los veinte. NO, nosotros somos hijos de la ge­neración de «ya comiste ya te vas.» Yo he crecido con un propósito en la vida. Mis amigos y yo estamos pen­sando en cuatro a diez años más de universidad, y enton­ces empezar un negocio exitoso, siempre buscando una mayor satisfacción en la vida. En los ochenta el sexo ha llegado a ser una parte de la vida de los jóvenes porque ello mejora cierto aspecto de la vida. Es mirado sólo co­mo otro placer de la vida en el camino de la felicidad total.

La urgencia que siento por el sexo prematrimonial sobre­pasa a sus consecuencias. Pienso que debo experimentar lo que otros experimentan para mantenerme en mi so­ciedad. También, a veces me siento tan solo, y el bienes­tar que el sexo me trae al hacerlo con alguien con el cual puedo relacionarme, satisface mi anhelo por el momen­to. A veces me pongo a pensar si practicar el sexo ahora me afectará en algo para cuando me case, pero parece que en todos los matrimonios que conozco, el sexo desempe­ña un papel tan pequeño que me parece que no tiene im­portancia. Deseo que mis padres comprendieran y que me aceptaran a mí y a mi generación de la manera que so­mos, y que yo pudiera compartir todo esto con ellos, y ellos estuvieran de acuerdo.

Me gustaría hablar con mi papá. El está demasiado ocu­pado para mí, y cuando hablamos, parece que no me oye ni trata de comprenderme.

Deseo que mis padres me comprendan tal como soy yo. De modo que yo no tenga siempre que simular que todo está bien.

Me gustaría que mi madre supiera algo de todos los líos que hago a sus espaldas diciéndole una cosa y haciendo otra. También deseo que ella sepa algo de lo que he hecho cuando salgo

Cuando se tiene un padre o una madre indiferentes, siempre se tiene la esperanza que algún día ellos lo oigan. Pero cuando un padre indiferente muere, entonces se ha perdido toda espe­ranza. La pérdida de toda esperanza lleva a menudo a la depre­sión. Y la depresión puede cambiarse fácilmente en ira. El ni­ño puede interpretar la muerte de uno de los padres como una deserción final de él o ella. El siguiente es un ejemplo de amar­gura como resultado de una deserción.

Papá, me gustaría comprender por qué tú nunca hiciste lo que un padre debe hacer mientras vivías. Nunca me respetaste, nunca hablaste conmigo profundamente, nun­ca me enseñaste a ser maduro, ni me guiaste cuando yo estaba creciendo. Nunca confiaste en mí o creíste que yo fuera sincero. ¿Por qué no amaste a mamá? ¿Por qué te casaste con ella si no la amabas? ¿Por qué nunca pasaste tiempo conmigo? Todo lo que yo deseaba era tu atención, tu amor, y tu tiempo.

Extracto del libro “Lo Que Deseo Que Mis Padres Sepan Acerca de mi Sexualidad”.

Por Josh McDowell.

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