Algunos adolescentes y jóvenes admiten francamente su te­mor a ser rechazados si ellos no participan en sexo.

Durante los dos primeros años de colegio experimenté con varias drogas, pero cuando llegué al último año dejé eso, porque es una muleta social. Además del grupo de drogas estaba el otro grupo, el grupo «honesto,» que no usaba  drogas, pero practicaba sexo, lo cual es también una muleta social.

Yo comencé a andar con ellos y sentí una fuerte pre­sión para hacerlo con mujeres. Como no pude soportar ser rechazado por el de las drogas, tampoco pude arries­garme a ser rechazado por este, así que acepté. Yo creo que todos necesitamos un grupo que nos apoye, y yo simplemente cambié las muletas.

Muchas de mis amigas me dicen que sus novios les pi­den tener sexo con ellos. Cuando un muchacho le pide a su novia relaciones sexuales, ella tiene miedo decir no, porque teme perder al muchacho.

En mi escuela si tú eres muchacho y virgen, no vas a ninguna parte. Si no participas en todo, y te envuelves en todo, especialmente en vicios, eres un anormal. Yo sé que suena fuerte, pero así es mi escuela. Y cuando la gente piensa que tú eres raro, se apartan de ti.

Los adolescentes, especialmente las chicas, experimentan una gran confusión y frustración por la deshonestidad de una vida de dobles niveles morales. Aquí es donde fuertes convicciones morales, brotando de su sistema de valores y sentido de su propia dignidad y valor, les ayudan a tomar una posición.

Esto ha venido a ser un gran problema en el día de hoy, por­que nuestra cultura hace más y más a nuestros jóvenes, vivir conforme a los principios de Dios.

La sociedad tiene básicamente dos caras. Si tú no ha­ces de todo antes de casarte, eres una cobarde o una bo- bita; pero si quedas embarazada antes del matrimonio, eres una floja o una perdida.

La situación de una chica es muy diferente a la de un muchacho. Por ejemplo, si una chica duerme con un muchacho antes de casarse, es una sucia; pero si no lo hace es considerada una puritana. Se puede decir que es una espada de dos filos. De todos modos sale perdiendo.

Cuando una nueva chica viene a nuestro colegio, las de­más chicas enseguida le preguntan si es virgen. Si ella no responde nada, entonces le dicen, —¡lo eres, lo eres! Así que, aunque tú seas virgen, tienes que mentir. Quiero de­cir, cada uno quiere tener amigos, ¿verdad?

Así entonces, por un lado la gente te pone aparte, y por otro lado los muchachos saben por adelantado que ellos pueden obtener lo que desean en una cita. Tú no puedes ganar.

Por largo tiempo la sociedad ha abogado un doble crite­rio de vida con respecto al sexo. De las mujeres que han perdido su virginidad antes del matrimonio se dice que han perdido su honor. De los hombres, bien, se dice que han ganado experiencia.

Una chica que lo hace es una sucia o perdida. Y un jo­ven que lo hace es un machote. Un muchacho que conoz­co decía, hablando de su ex-novia, «Esa perdida con la cual salía…»

La presión para dejar conforme a todo el grupo es tan fuer­te, que muchos adolescentes de ambos sexos aceptan ser men­tirosos con respecto a sus experiencias con tal de ser aceptados por el grupo.

Algunos muchachos mienten, diciendo que ellos salieron la noche anterior con una chica e hicieron esto y aquello, aunque en verdad no han hecho nada con ella. Ellos tra­tan de impresionar al grupo, porque si no lo hacen, no son machos. Son flojos.

Yo salí con una chica una vez y no hicimos nada física­mente, pero el lunes por la mañana todo el mundo «sa­bía» que habíamos hecho de todo. ¡Era ella que andaba contando cuentos!

Es importante para los adolescentes pensar de acuerdo a las normas de los compañeros con quienes salen, y los padres pueden ayudarles a desarrollar su propio sistema de valores. El punto de vista de los padres con respecto a la vida, la gente, la autoestima, la dignidad del hombre, Dios, y el propósito y finalidad del sexo, pueden jugar un papel importante en deter­minar la conducta sexual de ellos.

Cuando una persona se convierte al evangelio, todos esos con­ceptos se enfocan más claramente, y esto afecta grandemente el comportamiento de la persona.

Desde que me convertí al evangelio no he practicado más sexo. He tenido amistades especiales por bastante tiempo, pero casi siempre la presión o tentación que ejer­cen ellos sobre las chicas ha terminado con esa relación. Supongo que debo ser considerada una mojigata, pero sien­to que cualquier clase de relación que va más allá de be­sos y abrazos, es «ir demasiado lejos.»

Extracto del libro “Lo Que Deseo Que Mis Padres Sepan Acerca de mi Sexualidad”.

Por Josh McDowell.

Lee Sexo y sexualidad – Líneas de presión 1

 

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