Continuemos.
La mayor parte de la gente cree que la Biblia está incorregiblemente fuera de foco con respecto al sexo moderno. Pero eso es falso. El mensaje de las Escrituras ha prosperado en épocas en las que las normas sexuales eran mucho más depravadas que las de la cultura occidental actual. Esa gente vivió en culturas donde la prostitución masculina y femenina eran, incluso, parte de la vida religiosa. ¡Imaginemos, entonces, lo que quedaría para las personas no religiosas! Vivían en pueblos en los que sacrificar a una niña en una colina era parte de un evento santo. En ciudades donde los niños eran los objetos sexuales de los hombres adinerados. En culturas en las que las mujeres eran propiedad coleccionable, intercambiable, utilizable y desechable. Y nadie levantaba un dedo ni acercaba una mano para ayudar.
El pueblo de Dios trajo a esas culturas un aire fresco, pero muy extraño. Esa gente aportó esperanza y un viento de cambio. Y no tanto por sus palabras sino por sus vidas. El pueblo de Dios reinventó la familia al tener matrimonios comprometidos, instituyendo el respeto por la mujer, y protegiendo y nutriendo a los niños, en lugar de explotarlos.
Estas nuevas ideas fueron revolucionaras, no solo porque grandes pensadores escribieron sobre ellas, sino porque la gente ordinaria vivió de acuerdo con estos principios. Pensemos en lo que sabemos acerca del abuso sexual: la mayoría de los abusadores fueron abusados cuando eran chicos. Creemos que esa es la razón por la que las cosas no cambian. Sin embargo, los adultos cristianos que fueron abusados de niños escogieron romper el patrón de ese círculo de abuso. Ellos decidieron entregarles a los demás algo mejor de lo que habían recibido. Eligieron tratar a sus esposas como a compañeras y no como si fueran de su propiedad. Esos cristianos que crecieron en un determinado entorno, escogieron otra alternativa de vida por el poder del Espíritu de Dios, así que los niños ya no eran desechables, los matrimonios no eran temporales y el sexo no era algo violento. Eso realmente constituyó un cambio en la mentalidad mundial.
Tal vez es tiempo de que eso ocurra otra vez. Por alguna razón, la iglesia dejó de ser el referente de la integridad sexual. Todavía nos expresamos muy bien, muy acertadamente, pero la gente ya no nos escucha, y esto se debe a que nuestras acciones hablan mucho más fuerte que nuestras palabras. Tal vez sea el momento de dejar de hablar y, callada y constantemente, ayudarnos unos a otros a crecer de una manera sana e íntegra en lo que hace a nuestra sexualidad. Podemos lograrlo con la gracia de Dios… no porque seamos buenos, sino porque Dios es mucho más bueno. Tal vez sea tiempo de que entreguemos a los demás algo mejor de lo que hemos recibido. Eso está a nuestro alcance.
1. ¿Dónde Aprendiste lo que Sabes Sobre Sexo?
La siguiente actividad te ayudará a pensar dónde aprendiste lo que sabes de sexo; qué es lo que aprendiste de esas fuentes y cuán veraz crees que es la información que has obtenido. Califícalo del 1 al 10 donde 1 será una completa mentira y 10 una auténtica verdad.
Lo aprendí de:
- Las novelas románticas
- Las telenovelas
- La música
- Las películas
- La pornografía visual
- Los mensajes de sexo en los baños
- Las charlas entre amigos
- Las charlas entre padres e hijos
- Las charlas en el grupo juvenil
- Los libros cristianos y las predicaciones
- Otros:
Piensa en lo siguiente:
- ¿Hasta qué punto te parece confiable la información sobre sexo que has recibido?
- ¿Alguna vez has tenido problemas por manejar información poco confiable?
- ¿Crees que existe alguna diferencia entre el nivel de confiabilidad que tiene la información que reciben los varones y la que reciben las mujeres? ¿Por qué?
- ¿Dónde te hubiera gustado aprender lo referente al sexo?
- Si alguien te preguntara qué fuente es buena para aprender acerca del sexo, ¿qué le responderías? ¿Por qué lo enviarías a ese lugar?
- ¿Qué crees que dice la Biblia sobre el sexo?
(CONTINÚA…)
Extracto del libro “Lo Que Casi Nadie te Dirá Acerca del Sexo”
Por Jim Hancock y Kara Eckmann Powell