Yo deseo que mis padres sepan cuanto realmente los amo y aprecio lo que han hecho por mí, pero también de­seo que sepan cuanto sufrí, siendo adolescente, por el amor, inspiración y comprensión que siento que nunca recibí.

Gracias por amarme, y por pasar tiempo conmigo cuan­do estaba creciendo. Ustedes me han dado todo lo que yo he deseado: su amor y su tiempo.

 Mamá: Yo te amo, y te admiro por tu fortaleza y tu fi­delidad a papá, en medio de su egoísmo. Tú me has ense­ñado mucho por medio de tu vida misma.

Papá: Yo te perdono. Quiero que seas feliz, así puedes disfrutar de la vida. Por favor, ámame, y dime que me aceptas bien. Tu aceptación es muy importante para mí.

 Mis padres son tontos a veces. Mi papá lo es un 89 por ciento de las veces, pero pienso que ellos son todo lo que puedo esperar de ellos. Deseo hacerles saber que aunque mi índice intelectual no es 150, todavía valgo para algo. Deseo hablar con ellos, pero no nos gusta compartir al­gunas cosas que pasaron y ellos juzgaron mal de mí, y piensan que soy raro. ¡Detesto eso! No tengo mucha co­munión con ellos porque mi papá no puede aceptarme tal cual soy.

YO TE AMO. Estas tres palabras nunca fueron usadas en nuestra casa, y por eso he sufrido. Hasta hace unos pocos meses atrás tenía miedo de que nadie pudiera amar­me, y lo que es peor, que yo no pudiera amar a alguien. Pero he descubierto que Jesús me amó tanto que hasta mu­rió en la cruz por mí. Ahora sé que hay esperanza. Ahora puedo decir libremente yo te amo, y decirlo de todo co­razón. Espero que tú puedas hallar a Jesús también.

 Deseo que ellos sepan que estoy tratando de hacer lo mejor para agradarlos, pero soy un niño, y se supone que hago mal las cosas. Les doy gracias a mis padres por re­conocer esto. Yo los amo mucho, y les doy gracias por­que ellos también se aman mucho el uno al otro.

 Me gustaría saber por qué ellos piensan que soy un per­dedor, por qué no creen en mi graduación, o que las co­sas que estoy haciendo no son suficientemente importa- tes para gastar tiempo en ellas. Lo que he hecho ¿es tan terrible que ellos ni siquiera se toman tiempo de decirme que les importo? Pero más que todo, deseo decirles que los amo. Y esto es verdad.

 Mamá y papá, comprendo que no nos llevamos muy bien. Yo no sé por que, pero por más que lo hemos inten­tado, ha sido peor. Yo sé que ustedes me aman, pero a veces me pregunto si soy deseado. Quiero decir, ustedes me han pedido que me vaya. Creo que en un año o algo así, no tendrá importancia porque ya me habré ido. Oh, bien, yo los amo. Gracias por todos los problemas.

 Yo te amo, y sé que tú me amas. Eso lo hemos expre­sado muchas veces. Pero no comprendo por qué tienes que humillarme, papá, para sentir que tú eres el padre.

 Mi papá nunca me abraza. Yo lo abrazaría al salir para la escuela, pero él no lo permife. Yo amo a mi papá, pero me mira de una manera rara cuando lo abrazo. Si le digo que lo amo, el murmura algo entre dientes. Creo que es difícil para él mostrar amor, debido a como fue criado— macho.

 He tenido un aborto. He tenido un aborto y he estado enferma, físicamente enferma desde entonces. Pero los vómitos y los calambres no se comparan a como me sien­to mental y emocional mente en estos momentos.

Yo sé que el aborto es malo. ¿Y usted se pregunta por qué lo hice? Estaba enamorada, por eso lo hice. Yo mis­ma me metí en una situación que me di cuenta, no tenía salida. ¿Por qué me metí yo misma en esta situación? Ni yo misma lo sé. Creo que todo empezó cuando yo era chi­ca, muy chica.

Nosotros íbamos a la iglesia todas las veces que las puer­tas estaban abiertas, y cuando no las abrían también. Yo tenía (y todavía tengo) buenos padres religiosos, y ellos querían, y esperaban de mí, que yo fuera como ellos. Creo que la cosa ocurrió cuando yo tenía seis años. No recuer­do que cosa era, pero yo le dije a mamá que había hecho algo malo. Después que había derramado mi alma delan­te de ella, ella se sentó ahí, y me miro como si estuviera muy dolorida, y dijo: «Querida, nosotros esperábamos mejores cosas de ti. Mamita y papito desean que su hijita sea buena. Estoy desilusionada de ti.»

Aunque yo tenía sólo seis años, todavía puedo sentir esas palabras resonando en mis oídos, y decidí en ese mo­mento que si alguna vez tenía problema, o hacía algo ma­lo, no se lo diría a mis padres. No quería correr el riesgo de desilusionarlos otra vez.

 Lo de arriba es un buen ejemplo de que cuando la aceptación de uno depende de la conducta que lleve, y esa conducta es pobre, la persona tiene que ocultarla por temor al rechazo. El riesgo de desilusionar a los padres puede hacer que el niño ponga en juego un mecanismo de defensa, para evitar que los padres lo conozcan realmente. Esto conduce al alejamiento de los padres, y a buscar intimidad y aceptación en cualquier otra persona.

Extracto del libro “Lo Que Deseo Que Mis Padres Sepan Acerca de mi Sexualidad”.

Por Josh McDowell.

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