Continuemos.

11. No Mires Programas de TV que sean Eróticos.

Mantente lejos de pornografía, revistas, películas, programas de TV, o cualquier cosa que te estimula sexualmente. No te dejes convencer por Hollywood, que dice que la vida es un continuo romance buscando satisfacción sexual. Rechaza el concepto de que la otra perso­na está allí sólo para cumplir tus deseos. La gente no está para ser manipulada, ya sea para satisfacción sexual, o para seguridad en el matrimonio. Aprende a confiar en Dios para ambas cosas. La base principal es que tú no permitas que nadie, ni nada, incluso tú mismo, te deje con­vencer de que el sexo es lo mejor, o el único camino a la mayor felicidad y realización de la vida.

12. No Dejes que tu Mente se Ocupe de Malas Cosas (fantasías, escenas sexuales, etc.).

“…llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5). Las acciones pecaminosas comienzan con pensamien­tos pecaminosos. ¿Te has fijado cuán a menudo la Biblia nos exhorta a conservar limpia nuestra mente? Jesús nos enseña que si un hombre mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. En otras palabras, el pensamiento es tan malo como el hecho. Por lo tanto, cualquier actividad que te conduce a codiciar otra persona es mala. Cuando codicias una persona, empiezas a verla más como un objeto que como una persona, y este punto de vista se evidenciará pronto en tus acciones.

13. Deja de Salir con Muchachos (o con Chicas).

Patricia tuvo relaciones sexuales por primera vez a los 16 años de edad. Al año siguiente, ella aceptó al Señor como su Salvador. Pero se le hizo difícil romper con el hábito adquirido de cambiar sexo por “amor”. Finalmente Patricia decidió no salir más con muchachos por espacio de dos años, así podía ella poner orden en sus pensamien­tos. Fue un tiempo de increíble crecimiento espiritual, y Dios le dio la victoria en un área que había sido una “es­pina en la carne” para ella durante mucho tiempo.

14. Evita los “Pequeños Pecados”, Ellos Llevan a los Grandes.

El pecado a veces comienza muy pequeño, y crece hasta hacerse indominable. Es fácil no darle importancia a un “pequeño pecado,” un pensamiento impuro, o una ac­ción ligeramente impura. Recuerda que una vez que em­pezamos a disculpar pequeños pecados, pronto estaremos disculpando los grandes. Recuerda también que la lujuria tiene un apetito insaciable; cuanto más la alimentas, más hambre tiene.

15. Comuníquense Uno a Otro sus Propios Senti­mientos Acerca de las Relaciones Sexuales.

Habla sinceramente con tu novio acerca de tus senti­mientos con respecto al sexo. Trata de describir tus sen­timientos en cuantas maneras te sea posible, y sigue hablándole (quizá en diferentes ocasiones), hasta que estés se­gura de que él entiende lo que le quieres decir. Usa el pro­nombre “yo,” y apela a sus deseos. He aquí algunos ejemplos que pueden ayudarte:

  • Yo no quiero los efectos secundarios que puedan estropear mi relación con Dios, y ponerme irritada contigo.
  • Yo creo que empezaría a perder respeto y admiración por ti, y yo necesito esos sen­timientos para ser una esposa idónea para ti.
  • Yo siento que estoy siendo condicionada para alcanzar cierto grado de excitación se­xual en que tenga que ceder, y temo que eso me impida luego darme enteramente a ti cuando estemos casados.
  • Yo creo que estoy aprendiendo a asociar sexo con furtividad, culpa, vergüenza y secreto, más que con el amor, confianza y amistad, que deseamos que caracterice nuestra vida sexual como casados.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Lo Que Deseo Que Mis Padres Sepan Acerca de mi Sexualidad”

Por Josh McDowell

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