TEOLOGÍA FICTICIA

Este juego es especial para grupos pequeños. Utilicémoslo para aclarar aquellos profundos conceptos teológicos que, a los chicos, y aun a nosotros mismos, nos resultan difíciles de entender. Confeccionemos una lista de palabras teológicas y asegurémonos de saber su significado (justificación, redención, ungimiento, transfiguración, vicario, etc.). Simplemente entreguemos hojas de papel y lápices a cada jugador y digamos la primera palabra. Todos deben escribir lo que creen que significa la palabra. Si algún jugador no conoce el significado de alguna palabra, deberá inventarlo. Advirtámosles que la mejor invención ganará puntos extras. Solicitemos que cada joven lea su definición y luego que todos voten por la que creen que es correcta. Contemos los votos y revelemos la definición verdadera. Otorguemos los puntos de la siguiente manera:

  • Aquellos que escribieron correctamente la definición ganan 5 puntos.
  • Aquellos con la mejor invención ganan 5 puntos.

Si el grupo es muy grande y es difícil seguir la puntuación, es posible dividirlos en grupos más pequeños y sigamos con la dinámica grupo a grupo. La persona o el grupo que al final del juego tenga más puntos resultará el ganador. Nos sorprenderemos de la habilidad que tienen los jóvenes para inventar nuevos e increíbles conceptos teológicos. Podemos usar este juego con palabras comunes pero complicadas también. (Rick Harris).

EL JUEGO DEL PROPIETARIO

Este juego está basado en la parábola de los viñadores (Mateo 20:1-16). Esta parábola puede llegar a ser real en la vida de los jóvenes si logran experimentar la frustración de aquellos trabajadores que se quejaban de la igualdad de condiciones. El dueño (Dios) les pagó a todos la misma cantidad de dinero al final del día. Él cumplió la promesa que le había hecho a cada uno de los trabajadores. Esto debería haber satisfecho a todos los obreros, hasta que la avaricia entra en escena. El siguiente simulacro ayudará a los chicos a entender esta parábola de manera más profunda.

Mientras los jóvenes entran al salón, dispongamos una mesa con rompecabezas, crucigramas, sopa de letras, etc. Algunos deberán ser muy sencillos y otros imposibles de hacer. Otorguemos puntos para cada tarea, dependiendo de la dificultad que implique, y que cada muchacho lleve su propio puntaje. Después de unos veinte o treinta minutos, reunamos al grupo y preguntémosle a cada persona cuántos puntos logró hacer. Entreguemos un premio a cada uno de ellos. El premio puede ser pequeño, pero debe ser exactamente igual para todos. Mientras hacemos esto lentamente, a todos les resultará obvio lo que está pasando: sin que importe cuán alto o bajo sea el puntaje, el premio es igual para todos. Permitamos que hagan todos los comentarios que quieran mientras se reparten los premios. Una vez que terminemos dirijamos al grupo algunas preguntas: honestamente, ¿cómo te sentiste? ¿Cuál fue tu actitud hacia el que repartía los premios? ¿Cómo te sientes respecto a los demás?

Pregúntales cómo se sienten los que tuvieron la puntuación más alta y más baja. Ahora será momento de leer la parábola de los viñadores y de conducir al grupo en una discusión sobre la avaricia, la envidia, el deseo, la competencia, y cómo estas cosas pueden entorpecer nuestra relación con Dios. (Jim Bourne).

EL JUEGO DE LAS BIENAVENTURANZAS

Dividamos al grupo en varios equipos y otorguémosle a cada uno un juego de las 9 cartas de las bienaventuranzas que se muestran a continuación:

  • Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece.
  • Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
  • Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
  • Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
  • Dichosos los compasivos, porque serán tratados con compasión.
  • Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les pertenece.
  • Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia.
  • Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.
  • Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias. Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que los precedieron a ustedes.

Cada grupo baraja sus cartas y distribuye una por persona. Podemos tener cartas extras si así lo deseamos. Basándose únicamente en la carta que ha recibido, cada persona armará un «collage» (usando revistas, goma, marcadores, lapiceras, etc.). Démosles de diez a quince minutos. Luego pondremos la tarjeta en un sobre que pegaremos con cinta en la parte de atrás del collage. Pongamos una identificación del artista al frente de cada obra de arte y convirtamos el salón en una galería artística.

Entregamos a cada jugador mil dólares en billetes confeccionados por nosotros mismos (billetes de monopolio o juegos por el estilo también funcionan). Expliquemos que cada collage será subastado al mejor postor. Nadie puede hacer ofertas sobre su propio collage ni sobre el de alguien de su propio equipo. Todos tienen que comprar un collage.

La subasta empieza escuchando ofertas por uno de los collages seleccionados hasta que alcance el valor máximo y sea vendido al mejor postor. Continuemos hasta que todos los cuadros se vendan. Preguntémosle a cada comprador qué significa el cuadro que ha adquirido. Pidámosles que intenten descubrir la bienaventuranza que representa cada uno (misericordia, compasión, etc.). ¿Cuál es el significado de esa bienaventuranza? ¿Es importante? ¿Y cuándo lo uso? Abramos los sobres que están detrás de cada collage y que cada artista explique su cuadro. ¿Están de acuerdo con el precio pagado? ¿Cuánto creen que debería costar? ¿Cómo podemos llegar a practicar esta bienaventuranza? (John Washburn).

Extracto del libro Reuniones Creativas Para Refrescar tu Ministerio

Por Autores Varios

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