PAREDES
Esta experiencia ha sido ideada para ilustrar cómo a menudo levantamos paredes entre el hombre y Dios y entre los miembros del cuerpo de Cristo. Es mejor llevarla a cabo con grupos pequeños (de 25 personas), sin embargo, es posible adaptarla para grupos más grandes. El desarrollo de la actividad está detallado como para realizarse en un templo, pero se puede modificar para que se adapte a cualquier tipo de recinto que tenga los asientos dispuestos al estilo de un teatro con un pasillo en el medio.
Debemos dividir el auditorio al medio, extendiendo papel periódico (o algún otro tipo de papel) a lo largo del pasillo central. Quizás la manera más simple de hacerlo es amarrando un cordón desde el frente (el púlpito, si es una iglesia) a otro objeto (como un perchero) que se encuentre al final del pasillo. Después tendremos que colgar dos hojas largas de papel periódico, previamente adheridas una a la otra, sobre la línea. El resultado que buscamos es algo así como una red de voleibol hecha de papel, que mida unos 2 metros de altura y tan larga como la mitad de filas que estén participando. De modo que, si tenemos 20 personas, la pared tendrá que tener el largo de 10 filas de asientos. En los lugares donde se guardan los himnarios que estén más cerca del pasillo (si es que hubiera) escondamos tijeras etiquetadas para cada uno de los chicos. Escribamos en cada etiqueta un atributo cristiano diferente tal como los frutos del Espíritu de Gálatas 5 o las características del amor de 1 Corintios 13.
En el vestíbulo (o a la entrada del edificio) coloquemos sillas para todos, dejando el espacio más grande posible entre ellas. En la puerta del auditorio peguemos un pliego largo de papel periódico. Ahora estamos listos para empezar.
Hagamos que los participantes se sienten en las sillas y expliquemos que el vestíbulo (o el área afuera del auditorio donde nos encontramos sentados) representa el mundo con su antipatía (esto puede ser aún más representativo si están sentados afuera en un clima frío). El papel en la puerta que conduce al auditorio representa la pared que existe entre el mundo pecaminoso y Dios. Hablemos acerca de la clase de ladrillos que tiene una pared como esa. Escribamos las respuestas en el papel con un marcador. Si nadie lo ha mencionado, guiémoslos a la conclusión de que todo contribuye a una sola cosa: el pecado. Después preguntémosles cómo se puede quitar esa pared. La respuesta debe ser: “Por la cruz de Cristo”, “por la sangre de Cristo”, etc. Dibujemos una cruz roja en el papel y después saquémosla de la pared y descartémosla. Ahora estamos listos para conducir al grupo adentro. Antes de abrir la puerta digamos algo como esto: «antes de que entremos a la presencia de Dios, debo preguntarles si de verdad quieren hacerlo. La única manera en que pueden acceder es admitiendo su propia bancarrota espiritual, deben morir a sí mismos y confiar solo en Cristo. Así que, toma en cuenta el costo, y cuando estés listo, entra».
Hagamos que entren de a uno a la vez y que se coloquen alternamente a los lados de la pared de papel mientras van entrando. (Algunos van a dudar por algún tiempo antes de ingresar: si es posible, que alguien esté atrás, listo para ayudar en caso de que necesiten hablar). Hagamos que se sienten uno por banco, para que cuando todos estén adentro, tengamos a la gente acomodada de a pares a los lados opuestos de la pared.
En este momento, si la cuerda está atada al púlpito, ubiquémonos allí y expliquemos lo siguiente: «Desde donde estoy, puedo verlos a todos ustedes, pero ustedes no se pueden ver entre sí. La vista que tengo desde aquí es como la vista de Dios, pero la vista desde allá abajo es como la que todavía existe en muchos hermanos y hermanas. Tal vez ese seas tú; si es así, cuéntanos sobre eso. ¿De qué están hechos los ladrillos de tu pared?» Hagamos que cada uno piense en alguno de los materiales de su pared (temor, orgullo, etc.).
Empecemos con las dos personas sentadas en las bancas del frente, entreguémosles marcadores y hagamos que cada uno escriba cuál es el ladrillo de su pared y que se lo cuente a los otros. Después tendrá que pasar el marcador al otro lado, alternando los lados y pasando por todas las filas. Cuando hayan hecho esto, digamos: «Ahora esa pared no se tiene que quedar ahí, pero algunos de nosotros nos sentimos más seguros cuando estamos entre paredes, algunas personas de la iglesia están contentas con estar sentadas en la banca esperando que sea otro el que dé el primer paso. Pero si de verdad queremos que esa pared se caiga, ¡Dios ha provisto un regalo para nosotros! Sin importar dónde estemos o qué tipo de impedimento tengamos es posible deshacernos de esas paredes. ¡El regalo está en el lugar donde se guardan los himnarios frente a ustedes! ¡Busquen a ver si lo encuentran!»
Después que todos hayan descubierto sus tijeras, leerán los adjetivos que escribimos en ellas. Solicitémosles que expliquen por qué esos atributos son necesarios para derribar la pared. Antes de que los invitemos a romper la pared con sus tijeras, señalemos que este muro solo puede caer por el poder de Dios (el fruto del Espíritu), pero que, al mismo tiempo, nosotros tenemos que cooperar. Después permitámosles atacar la pared con toda la alegría que necesiten para expresarse. Cuando terminen, cerremos el encuentro diciendo algo como esto: «Ahora, hay una pared más para derribar, pero no es tan fácil de representar. Es la pared que está dentro de ti, y que separa el lugar en el que te encuentras del sitio al que Jesús te está llamando. Después de todo, ¿no están las paredes en realidad adentro? Dios quiere que derribemos esas paredes. Él desea que conozcas la paz con él, con tus hermanos, y hasta contigo mismo».
Este es un buen momento para animar a todos a hacer un compromiso interno, y motivarlos para que lo hagan público, especialmente si hay personas no cristianas ahí. Sea como fuere, una canción sería el final más apropiado. (Larry Hal).
Extracto del libro Reuniones Creativas Para Refrescar tu Ministerio
Por Autores Varios