“Si no estás haciendo mejor la vida de alguien, estás perdiendo el tiempo. Tu vida mejora al hacer mejorar la vida de otro” (Will Smith).

¡Ah, la adolescencia! Todo padre no puede esperar a que llegue esta etapa, ¿no es cierto? Bueno, quizás haya algunos que no pueden esperar esta etapa, pero la gran mayoría tenemos miedo de que llegue y pensamos: “Si logramos sobrevivir, estaremos bien”. ¡Hay países que llaman a esta etapa “la etapa del burro”! Tenemos muy buenas noticias para los que están en esta etapa, o por entrar en ella: no es la edad del burro. Esta etapa es una etapa de desarrollo asombroso, y no sólo físicamente, sino también del cerebro.

Vimos esto en nuestra propia vida y en la de nuestros hijos. Sentimos que no sólo sobrevivimos esta etapa con nuestros hijos, ¡sino que la disfrutamos muchísimo! Pudimos ver cómo aprendieron principios muy importantes mientras servían. Me gustaría decir que todo fue intencional, y que somos padres geniales, pero la verdad es que mi esposo y yo tenemos la tendencia de ser “hacedores” y muchas veces hacemos sin desarrollar toda una estrategia de por qué lo hacemos. Gracias a Dios, muchas veces esa acción fue útil para enseñar principios.

Cuando nuestra hija mayor, Olivia, entró en la secundaria, empezó a involucrarse en todas las actividades que ofrecía el colegio: básquet, vóley, coro… ella se inscribía en todo lo que el colegio ofrecía. ¡Y el colegio ofrecía muchas actividades extracurriculares! Sus hermanos también se inspiraron viendo todo lo que hacía Olivia, y poco a poco ellos también se inscribieron en muchas actividades después del horario del colegio. Como la vida de Rich y la mía ya era bastante agitada y no tenía mucha rutina, al agregarse cuatro personas más haciendo actividades entre semana y durante los fines de semana, tuvimos que organizarnos bien.

Decidimos usar los domingos a la noche, después de la cena, para reunirnos con la excusa y el propósito de organizar la agenda para esa semana. Dios en su gracia nos inspiró para usar ese tiempo para hablar de lo que habíamos aprendido en el sermón esa mañana, y muchas veces leer pasajes bíblicos y tener un pequeño tiempo de devocional en familia. Una de esas noches, estábamos hablando de cómo ser sal y luz en la vida, y a mi esposo se le ocurrió sugerir que cada semana tuviéramos una misión personal para bendecir a otra persona necesitada. Este simple ejercicio nos enseñó varios principios bíblicos:

1. Estamos rodeados de necesidades.

2. Debemos identificar a las necesidades que nos rodean. ¿Quién está sufriendo a nuestro alrededor?

3. Somos responsables de las personas necesitadas que nos rodean (Mateo 25:31-46). Esto significa que tenemos que ser proactivos en ayudar a los que nos rodean.

4. Dios les da un talento, un don a todos (Mateo 25:14-30). Identificar qué recursos tenemos para ayudar a nuestro tu prójimo. ¿Hay algo que puedo hacer? ¿En qué soy bueno? Esto ayuda a que nuestros hijos puedan reconocer que Dios les da dones a todos, ¡aun a ellos! ¿Cómo vamos a usar esos dones para bendecir a otros?

5. Ser específico y proactivo. Hacer un plan de acción. ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo? ¿Cuándo?

6. Compartir nuestro plan con otro para que podamos rendir cuentas. El rendir cuentas es algo saludable y bíblico. Formular un plan y compartirlo con la familia, sabiendo que ellos nos van a preguntar si lo hicimos o no. Eso ayuda a tu hijo a cumplir con lo que empezó.

7. Vivir el “gran mandamiento” (Mateo 22:36-40). Bendecir a otros llegó a ser parte de la vida de todos los días. Tener que pensar en cómo bendecir a otros constantemente realmente ayuda a desarrollar esa disciplina de vivir amando a Dios por sobre todas las cosas y amar a tu prójimo como a uno mismo.

Aunque parezca sencillo, fue un ejercicio muy valioso. Obviamente, Rich y yo tuvimos que dar el ejemplo cada semana, y tener nuestra propia misión individual. Aprendimos cosas prácticas también como organizarnos, poner metas y cumplirlas, ser creativos al querer servir a otros, ser un ejemplo para los que nos rodean. Tuvimos que ir durante nuestro día buscando gente que podría tener alguna necesidad y atenderla. El tener una misión personal cada semana fue sellando en nuestras propias vidas los siete principios de arriba. Créanme, cuando uno vive en el ministerio, uno puede distraerse y vivir cumpliendo metas, predicando, estudiando y no conectándose con la comunidad que te rodea.

Lo bello del evangelio es que son buenas nuevas, buenas noticias, noticias de esperanza para muchos quebrantados. En cada etapa de la vida tenemos luchas y necesitamos esperanza. Qué maravilloso es que Dios enseña que todos tenemos una responsabilidad para los que nos rodean. Nuestros hijos pudieron ser luz y sal durante una etapa conocida como muy difícil. Rich y yo hemos operado bajo la filosofía de que Dios nos llamó a estar donde estamos, con los que estamos, y nos preparó únicamente para los retos que nos rodean. Dios supo mucho antes que nosotros, quiénes iban a ser nuestros hijos, y nos los dio como una bendición para que sean parte de bendecir a otros. Nos movemos bajo la gracia de Dios, sabiendo que esa misma gracia se extiende y cubre a nuestros hijos también. Desde el momento en que uno tiene conciencia de las enseñanzas del Señor, también es responsable por obedecer esas enseñanzas. Si fuimos llamados a traer buenas nuevas, extender gracia, promover paz, ese mismo llamado es para nuestros hijos. Entonces, tenemos que ser estratégicos donde Dios nos ha puesto.

Extracto del libro “Trabajemos en Familia”

Por Rich y Elisa Brown

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