Ahora nos sacamos el delantal del abordaje profesional, del psicólogo, sociólogo o antropólogo, nos quitamos la toga o el hábito del abordaje pastoral o ministerial y nos quedamos desnudos como padres. Digo desnudos porque la paternidad está implícitamente grabada en todos los que tenemos hijos, y no hay uniforme que nos identifique más que el del corazón. Porque ser padres de adolescentes es ver la temática de las subculturas juveniles “a corazón abierto”. Cuando se es padre, no se estudia la problemática juvenil, se vive cada día en casa.

Mediante estas líneas no pretendo informar, como lo hice anteriormente, sino más bien alentar a aquellas madres y padres que están desanimados, desilusionados e impotentes porque su hijo/a ha entrado o está comenzando a integrarse a una tribu urbana y eso les trae sentimientos de preocupación, temor y angustia. Aunque no necesariamente ser parte de una tribu urbana y apartarse del Señor sean sinónimos, trataremos ambas cuestiones como una, ya que las dos por igual son motivo de ansiedad y preocupación para los desesperados progenitores.

Mamá, papá que has consagrado a tus hijos al Señor: necesitamos una revolución de oración por nuestros hijos. Estamos todos juntos en esto. No ignoramos la vulnerabilidad de ellos, ni tampoco el embate feroz del siglo presente; no desconocemos las artimañas del enemigo, ni tampoco la debilidad emocional de nuestros adolescentes. Esta etapa de sus vidas es especialmente difícil; más aun con todas las ofertas que reciben de parte de la sociedad actual.

Por eso más que nunca debemos comprender que tanto nuestra relación y comunicación, como la oración por nuestros hijos no son solamente privilegios: también son nuestra responsabilidad.

Cuando mi propia hija, Julieta (15) empezó a mostrar signos de estar en la adolescencia, yo experimenté en carne propia la sensación magistralmente descrita por Ernesto Sábato en su famosa obra El túnel.

Y era como si los dos hubiéramos estado viviendo en pasadizos o túneles secretos paralelos, sin saber que íbamos el uno al lado del otro, como almas semejantes en tiempos semejantes, para encontrarnos al fin de esos pasadizos (…)

No, los pasadizos seguían siendo paralelos como antes, aunque ahora el muro que los separaba fuera como un vidrio y yo pudiese verla a María como una figura silenciosa e intocable… No, ni siquiera ese muro era siempre así: a veces volvía a ser de piedra negra y entonces yo no sabía qué pasaba del otro lado, qué era de ella en esos intervalos anónimos, qué extraños sucesos acontecían (…)

Salvando las diferencias, porque el escritor habla de su amada, yo sentía que mi hija estaba entrando en un largo y oscuro túnel al que yo no podía acceder, sino simplemente acompañar el avance paralelamente desde afuera, para recibirla finalmente al otro extremo del camino, ya con cambios en su fisonomía y también en su madurez emocional. Esa especie de separación fue desgarradora para mí, pero reconocí que aunque yo no podía entrar a ese túnel o proceso juntamente con ella, el Espíritu Santo sí podía. Así que ese mismo día le entregué al Señor todo el camino que restaba hasta la salida.

De modo que entiendo perfectamente que podemos hablar de subculturas juveniles como objeto de estudio, o aun de pastoreo y ministración, y ser de lo más optimistas y positivos, pero cuando la experiencia se vive “de este lado” puede resultar frustrante y desconcertante.

Un Precedente: El Movimiento de Jesús

Ahora bien, tenemos un precedente histórico que me gustaría compartir y es el caso del Movimiento de Jesús y el rol de las madres intercesoras. Creo que esto puede animarnos y darnos esperanzas. Exactamente en el día que escribo este capítulo, 7 de julio de 2007 (07/07/07), se va a celebrar en los Estados Unidos un evento llamado The Call en la ciudad de Nashville, Tennessee (¿creemos en las casualidades o en la soberanía de Dios?). Estoy al tanto de que hay otros movimientos similares en el ámbito cristiano y secular en todo el mundo. Pero el motivo particular de este llamado a la oración es que, además de la simbología profética del número siete en la que muchos creen, se cumplen cuarenta años en que ‘el Verano del Amor’ (1967) soltó una ola de inmoralidad y rebelión que cambió la cultura y erosionó los valores bíblicos. “Cuarenta años después que el Movimiento de Jesús invadió la nación, estamos orando para que Dios visite América una vez más. ¡Es tiempo de otra revolución!”, dice el volante de invitación al evento de ayuno, arrepentimiento y oración.

Extracto del libro “Tribus Urbanas”

Por María José Hooft

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2 COMENTARIOS

  1. me encanta este blog. la verdad es que es un desafío muy grande ser un buen padre. soy madre de tres niños de cuatro de tres y dos añitos . me guastaria que me puedan recomendar un libro . les agradesco mucho. les deseo muchas bendiciones de Dios para su ministerio.

    • Hola Mily. ¡¡Bienvenida!! Gracias!! Con respecto a un buen libro te recomiendo las series de los pastores Cinalli, José Luis y Silvia Cinalli. Los conseguís en librerías. Bendiciones!!

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