LA RESPUESTA DEL NIÑO A LA FE SEGÚN LA FORMACIÓN RECIBIDA EN SU HOGAR.

La respuesta del niño a la fe en Jesús siempre está condicionada a la formación que haya recibido previamente. Esto no quiere decir que un niño que no haya tenido una formación cristiana no pueda recibir a Jesús. ¡De ninguna manera! Pero es fundamental que el consejero conozca el contexto familiar del niño para saber cómo hablar con él, qué decir y qué evitar. Nunca se debe confrontar con el pequeño, sino buscar la ayuda del Espíritu Santo para encontrar las maneras de guiarlo adecuadamente.

Como el trasfondo del niño será un condicionante a su respuesta espiritual, es necesario que analicemos las posibles respuestas o reacciones habituales, o esperables, de acuerdo al ambiente espiritual en el que se haya formado el pequeño. Es oportuno señalar aquí que, conforme a lo que se cree comúnmente, la «no formación espiritual» también es una manera de formación. Aquellos padres que han decidido «no inculcarles ninguna fe» a sus hijos, o que han optado por «darles libertad» para que ellos elijan la fe que quieren practicar, han formado a sus hijos en una falta de valoración de la espiritualidad. Y este también es un acto de formación.

Analicemos ahora cada caso por separado:

1. Niños de familias que se dicen cristianas, pero que no tienen una práctica de la fe.

Los niños que pertenecen a estas familias tienen algún tipo de conocimiento. Saben quién es Dios y han escuchado acerca de Jesús. Seguramente han participado de alguna celebración de la Pascua y del festejo de Navidad que recuerda el nacimiento del niño Jesús. Son niños que tienen una cierta cantidad de conceptos espirituales. En estos casos es importante que el consejero indague un poco para ver cuánto el niño realmente conoce, y cuáles son sus inquietudes. Pero estos niños, sin duda, serán un terreno listo para recibir el mensaje de Jesús y afirmar esa fe que, de alguna manera, han recibido en sus casas.

2. Niños de familias que no practican ninguna fe.

Los niños que pertenecen a estas familias son niños que pueden tener muy poca o ninguna información acerca de quién es Dios, quién es Jesús, qué es la Biblia, etc. Con ellos debemos comenzar por el principio. Es necesario que ellos conozcan a Dios como el Creador de todas las cosas, y como el Creador de su propia persona… Luego debemos ir avanzando de a poco, respondiendo a sus inquietudes espirituales y compartiéndoles el plan de salvación.

3. Niños de familias que practican una fe diferente al cristianismo.

Los niños que pertenecen a estas familias son un gran desafío para la tarea del consejero. Son niños que tienen una información errada acerca de la fe cristiana y posiblemente muestren rechazo por cualquier tipo de enseñanza bíblica. Tenemos que ser muy pacientes y, sobre todo, trabajar en una íntima dependencia del Señor. En estos casos será necesario tener un compañero de oración que pueda estar presente durante el tiempo de consejería que tenemos con el niño, siendo conscientes de la lucha espiritual que se está librando en la vida del pequeño. Quizás nos encontremos con niños que manifiesten una opresión espiritual, niños que han presenciado o participado en rituales que han dado lugar al enemigo para perturbar sus vidas. Por ello, es necesario contar con hermanos capacitados en liberación y sanidad espiritual, que ayuden al niño a tener libertad de toda opresión del enemigo para que pueda recibir a Jesús en su corazón.

LA IGLESIA COMO FAMILIA ESPIRITUAL

Cuando nos encontramos con niños que no provienen de familias comprometidas con su fe en Jesús, nos enfrentamos a un gran desafío. Es la iglesia, a través de sus maestros/consejeros, la que debe asumir la tarea de formación espiritual en la vida de esos pequeños. Es en estos casos que la iglesia, como familia espiritual, toma un papel trascendente en la enseñanza hacia las nuevas generaciones. En estos casos no hay padres que acompañen el crecimiento espiritual de los niños, y no se cuenta con ningún tipo de colaboración por parte de la familia. Es por ellos que la tarea del maestro es fundamental.

Es muy importante que el maestro cuente con determinados datos de sus niños: nombre y apellido, fecha de cumpleaños, dirección, teléfono, y algún otro medio de contacto. Esto lo ayudará a poder acercase si el niño deja de concurrir a las clases bíblicas o a los encuentros, y a poder visitarlo, llamarlo, o enviarle algún mensaje de saludo cuando resulte oportuno. Cuando un niño no cuenta con una familia que estimule su fe, es vital que el maestro/consejero asuma la tarea de pastoreo sobre él.

Los niños tienen, por naturaleza, una gran apertura hacia lo espiritual. Es por eso que debemos aprovechar todas las oportunidades que tengamos para llevarlos a aceptar a Jesús en sus vidas, y para darles las herramientas necesarias para que crezcan espiritualmente.

Muchos son los testimonios de personas que hoy en día son adultos fieles en su fe, sin haber tenido padres que los hayan formado espiritualmente. Y todo porque, en su infancia, al llegar a una iglesia, tuvieron maestros/consejeros que asumieron el compromiso, cumpliendo un rol pastoral en sus vidas, enseñándoles y alentándolos. En las historias de estas personas se puede comprobar cómo la tarea de un maestro/consejero puede dar fruto en vidas totalmente entregadas a Jesús, y en adultos que luego forman familias que tienen su centro en el Señor.

Extracto del libro Manual de Consejería Para el Trabajo Con Niños.

Por Esteban Obando y Autores Varios

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