LOS PADRES DEJAN QUE SUS HIJOS SE ACERQUEN A JESÚS CUANDO TOMAN EL COMPROMISO DE FORMARLOS INTENCIONALMENTE EN LA FE.
Esto quiere decir que la formación espiritual no se deja a elección de los hijos, sino que como padres se asume la responsabilidad de enseñarles acerca de Jesús. Esto no debiera ser extraño, ya que los padres decididamente no dejan que sus hijos elijan en muchos aspectos de sus vidas. Por ejemplo, no los dejan elegir el médico pediatra que cuidará de su salud, no los dejan elegir la escuela a la que irán, y no los dejan elegir la casa en la que vivirán. Y en los países en que el fútbol es un deporte muy importante, tampoco los padres dejan que sus hijos elijan el equipo de fútbol que seguirán, sino que cuando nace un bebé automáticamente le compran la remera y los accesorios con los colores del club favorito de la familia. Si en estos aspectos de la vida, algunos de los cuales son menores, no se les da a los hijos la posibilidad de elegir, tampoco se debe dejar que los hijos «elijan» la fe que quieren seguir. En la etapa de formación, entre los 0 y los 15 años, deben ser los padres quienes intencionalmente forman a sus hijos en el camino del Señor.
«…los conceptos religiosos en los niños son primariamente intuitivos y vienen como resultado de la participación en, y la observación de, las experiencias de la fe de quienes cuidan de ellos. Durante los años de la niñez, hay un movimiento gradual a tomar parte en, y adoptar por uno mismo, las historias, creencias y prácticas que son parte de la familia e iglesia del niño.» (Hightower, 1986, pág.33).
La formación intencional también implica llevarlos a la iglesia, y hacerlos participar de las propuestas educativas que la iglesia ofrece para ellos. Lamentablemente, no siempre los padres toman el compromiso de hacerlo. Y, si los padres no los llevan, los niños no van… Incluso, más que llevarlos, la cuestión es tomar la decisión de ir juntos como familia. De esa manera los hijos entenderán que ir a la iglesia, reunirse con otros cristianos, alabar y adorar en comunidad al Señor, y aprender juntos de Jesús, es algo importante y valioso.
Formar intencionalmente a los hijos en la fe también implica no delegar esa responsabilidad ni en la iglesia, ni en los maestros, sino asumir como padres un serio compromiso frente a Dios. Esta enseñanza «intencional» debe darse de los 0 a los 15 años. Después… después los hijos tomarán su propia decisión. Pero debemos ser conscientes de que esa decisión tendrá mucho que ver con los años que los padres invirtieron inculcándoles la fe. Lo deseable sería que los padres pudieran transmitirles a sus hijos una fe viva y real, una fe fresca y cotidiana, una fe basada en la entrega diaria y en la búsqueda de la voluntad de Dios para cada momento de la vida. Entonces, cuando a los hijos les toque el tiempo de elegir por ellos mismo, los padres podrán confiar en la promesa de Proverbios 22.6.
Las palabras del Salmo 78:5-7 muestran una manera en la que los padres pueden compartir la fe con sus hijos. Hay que hablar y compartir con nuestros hijos las cosas que Dios ha hecho en nuestras propias vidas, y en la vida de la familia. Contar y dar a conocer las veces en las que la mano de Dios se extendió para socorrer, para proveer, para librar, para sostener y para cuidar. Darles testimonio a los hijos de las múltiples maneras en las que Dios ha actuado. Porque, llegado el momento, todo esto les va a ayudar a tomar la decisión de seguir a Jesús y de abrazar la fe como un día lo hicieron sus padres.
La fe se alimenta de lo cotidiano, de las situaciones de todos los días en las que se invoca al Señor y se recibe su consejo, su ayuda, su auxilio, su sanidad, su provisión. Y la fe es una experiencia personal. No se puede dar lo que no se tiene, y por eso hay que seguir cultivando la relación con Dios cada día, para poder compartirla con nuestros hijos, confiando en que ellos un día harán lo mismo con sus propios hijos. ¡Dios es el Dios de las generaciones, y Él se complace en dar su bendición de generación en generación a quiénes lo buscan!
Extracto del libro Manual de Consejería Para el Trabajo Con Niños.
Por Esteban Obando y Autores Varios