LA FAMILIA COMO COMUNIDAD TEOLÓGICA

¿Qué es la teología? Es el estudio de Dios, su existencia, su naturaleza y sus obras. El plan de Dios para la familia es que ésta funcione como una comunidad teológica. Lo que esto significa es que dato más importante de la vida familiar es que Dios existe y que nosotros somos sus criaturas… Siempre debemos hacernos preguntas acerca de Dios, su voluntad y su obra sin importar qué tema o situación se está discutiendo.

La meta de todo esto es enraizar la identidad de nuestros hijos en la existencia y gloria de Dios. Deseamos que ellos entiendan que fueron hechos para él, que pertenecen a él, y que son llamados a vivir para su gloria. Somos llamados por Dios para hacer teología, es decir, para vivir nuestras vidas con una consciencia permanente de Dios. Él es la realidad que da sentido y forma a cada cosa que discutimos y consideramos.

En Deuteronomio 6:20-25 la tarea de enraizar la identidad de nuestros hijos en la existencia y obra de Dios es colocada en el contexto de la vida diaria. El hijo viene a su padre y le dice: “Papá, ¿por qué tenemos que obedecer todas estas reglas?” Muchos padres han dado respuesta a esta pregunta de esta manera: “¡hazlo porque yo lo digo!” o “¡Hazlo o ya verás!” Moisés nos llama a hacer algo muy diferente. Nos llama a ver la oportunidad que presenta la pregunta. Nos instruye que digamos al niño que él es un hijo de un Dios de redención. Dile cómo Dios represó las fuerzas de la naturaleza para cumplir sus promesas a su pueblo. Dile que Dios nos dio sus reglas para nuestro bien, que su camino es un sendero de bendición. Establece la raíz de su identidad en el terreno de la gloria y bondad de Dios…

¿Por qué debemos pensar, trabajar, obedecer, amar, estudiar, discutir, servir y dar? ¿Por qué? ¿Por qué? Toda la vida se convierte en una masa caótica de elecciones sin sentido a menos que esté enraizada en la única realidad que hace que todas las cosas tengan sentido: Dios…

Decir que la familia es una comunidad teológica significa que siempre estamos teologizando. Siempre estamos viendo cada cosa en referencia a Dios: quién es él, qué hace y qué quiere que seamos y hagamos. No existen momentos independientes. Todo lo que ocurre en nuestras vidas tiene cuerdas que nos unen a Él. Hablemos de lo que debemos decir al teologizar con nuestros hijos.

CADA MOMENTO ES EL MOMENTO DE DIOS

Nunca debemos permitir que nuestros hijos crean en un Dios que está distante e indiferente, que viene en nuestro rescate sólo cuando escucha nuestro clamor al orar. La Biblia presenta a Dios como alguien que está cercano y activo en nuestras vidas. El Salmista dice que él es un “pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal. 46:1). No existe un número telefónico de emergencia porque Dios ya está aquí y ya está activo. Nunca hay un momento en el que Dios esté ausente e inactivo. Nunca hay una situación, lugar o relación que no rija Él.

Hechos 17:27. Dios está cercano. Dios está involucrado. Este momento es su momento, en el que activamente está cumpliendo su voluntad. La cosa que es la más importante es que este momento no es lo que deseamos, sino lo que él está haciendo. Los adolescentes equivocadamente creerán que lo que desean es lo más importante. Verán sus deseos como necesidades y expresarán estas “necesidades” como exigencias, dudando de nuestro amor si no accedemos a complacerlos. Debemos ser fieles en llevar sus ojos de lo que desean a lo que Dios requiere.

Romanos 8:28. Dios está obrando en cada situación, en cada problema, en cada lugar, en cada relación, en cada momento. Cada momento es el momento de Dios.

Mi hijo se detuvo enfrente de un aparador y dijo, “¡Tengo que tener eso s zapatos! Papá, ¡Los necesito!” Miré sus pies y me cercioré que no estuviera descalzo. Sabía que tenía más zapatos en casa. ¿Qué quería decir cuando expresó que necesitaba esos zapatos?

Los adolescentes tienden a vivir con una consciencia funcional de Dios. Están llenos de un sentido de su “yo”. Saben bastante bien lo que quieren sacar de los momentos de la vida, y tienden a revolcarse en autocompasión, rezongan y se quejan o irrumpen en ira cuando no se hace su voluntad. Tienden a olvidarse de Dios y su voluntad. Tienden a reducir la vida a este momento de deseo. Los adolescentes no tienden a manejar bien la decepción; tienden a vivir con un sentido de que tienen derechos exigibles. Lo que todo esto significa es que los adolescentes tienden a estar increíblemente enfocados en lo horizontal y en el presente. Necesitan que los dirijamos hacia Dios, su existencia, su carácter y su voluntad.

SIEMPRE UN PLAN SUPERIOR

El propósito superior es la voluntad de Dios y el plan superior es que vivamos para agradarle. Esto significa que Él debe ser el enfoque y la razón de todo lo que hacemos, en vez de nosotros mismos y nuestra felicidad.

Si le preguntaras a la mayoría de los adolescentes qué es lo que desean en la vida, la mayoría de ellos te dirían que simplemente quieren ser felices. Lo que asusta no es sólo que su definición de felicidad cambia casi cada hora, sino también que no hay enfoque superior que el de su propio placer. Los padres, en cada situación, necesitan hacer la pregunta “¿el placer de quién buscas?” hasta que sea la respuesta instintiva del corazón del adolescente.

Un día, mi hijo llegó cabizbajo de la escuela. Le pregunté qué le pasaba y me respondió, “nada”. Le dije que no lo decía convincentemente, que a todas luces algo le estaba molestando. Le expresé mi amor y le dije que me encantaría hablar con él cuando estuviera listo. Más tarde aquella noche me acerqué a él. Le pregunté cómo estaba y le dije que realmente se había visto muy desanimado anteriormente. Entonces explotó, “¡Nadie quiere ser amigo de un muchacho de buen carácter! Todos los muchachos populares de la escuela, todos los líderes son necios. ¡Ellos son el centro de atención, se llevan a todas las muchachas y aquí estoy yo, un buen chico en quien se puede confiar, y no tengo amigos! ¡Me iría mejor si fuera un sinvergüenza! ¿De qué sirve ser bueno si nadie lo nota?”

¡Qué gran momento para hablar acerca de un plan superior! Hablamos acerca de vivir para agradar a Dios. Miramos el Salmo 73, en el cual, el salmista también estaba convencido de que los malos estaban ganando. Hablamos del hecho de que alguien sí lo notó. Hablamos de nuestro mundo caído y cómo lo malo se aplaude y lo bueno es motivo de burla o se ignora. Realizamos conexiones entre la existencia, gloria y plan de Dios y la experiencia de mi hijo. Hablamos acerca del propósito de Dios al ponerlo en esa prueba. Hemos tenido la misma plática, en diferentes situaciones, una y otra vez. Necesitamos alejar a nuestros adolescentes de su propia gloria y dirigirlos a un entendimiento concreto de lo que significa vivir para la gloria de Dios.

Extracto del libro Edad de Oportunidad

Por Paul D. Tripp

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