LA AUTORIDAD DE LOS PADRES EN LA VIDA DEL NIÑO.

Es muy importante comprender que los padres son la principal autoridad en la vida del niño. Y esa autoridad también se manifiesta en el plano espiritual. Antes hablamos de la responsabilidad de los padres como los primeros transmisores de la fe, y vimos que la Palabra de Dios nos afirma esto. Pero tristemente, la realidad nos muestra que muchos de los niños que vienen a nuestras iglesias no tienen padres cristianos. Se trata de familias que no viven la fe cristiana, y por lo tanto tampoco la transmiten a sus hijos. Se trata de un escenario totalmente diferente. ¿Qué hacer entonces?

Para poder comprender esta realidad y su injerencia en la vida de los hijos, hemos clasificado a este tipo de familias en tres grupos: familias que se dicen cristianas, pero no tienen una práctica de la fe; familias que no practican ninguna fe; y familias que practican una fe diferente al cristianismo. Nuestro objetivo es comprender la realidad de los niños que llegan a nuestras iglesias, para entender mejor qué tipo de consejería debemos desarrollar con cada uno, teniendo presente el contexto espiritual en el que se están criando.

De ninguna manera pretendemos abarcar aquí toda la complejidad del tema, pero sí plantear algunos lineamientos para la tarea de consejería con los niños, teniendo una mejor comprensión del bagaje espiritual con que viene cada pequeño. Dice la autora Betty Constance: «La tarea pastoral dirigida hacia el niño nos obliga a entender las estructuras familiares que le rodean» (2013).

Analicemos, entonces, cada caso por separado:

  1. Familias que se dicen cristianas, pero que no tienen una práctica de la fe.

Estas son familias que practican un cristianismo «nominal», sin un fuerte compromiso. Van a la iglesia cada tanto, cumplen con ciertos ritos o formalismos, pero no practican una fe cotidiana, una fe viva. En este caso, los hijos tendrán una cierta formación espiritual básica. Se trata de niños que algunas veces concurren a una iglesia, o a una parroquia, y a los que sus padres alguna vez les han hablado de Dios y de Jesús. Quizás hayan ido a alguna clase bíblica o de catequesis que los haya ayudado a comprender algunas cuestiones básicas de la fe cristiana, pero no mucho más.

2. Familias que no practican ninguna fe.

Aquí hablamos de padres que no han inculcado ningún tipo de creencia en sus hijos. Estos progenitores pueden provenir de familias con padres católicos, judíos, ateos, agnósticos, o incluso evangélicos (por poner solo algunos ejemplos), pero en la familia que han formado han decidido no practicar ninguna religión, y dejan que sus hijos elijan su fe por sí mismos, sin tener la menor intención de orientarlos hacia una o hacia otra. Estos niños no han recibido ningún tipo de información acerca de la fe. En sus casas no se les ha hablado de Dios ni de Jesús. Lo que conocen es lo que han escuchado de amigos, compañeros, maestros de escuela, o de los medios de comunicación.

3. Familias que practican una fe diferente al cristianismo.

En este caso, tenemos que pensar que muchas veces se trata de familias con creencias y prácticas muy diferentes a las del cristianismo. Es muy probable que sus conceptos acerca de Dios y de Jesús estén trastocados y confundidos, y que los niños hayan escuchado muchas enseñanzas equivocadas. Incluso son niños que pueden haber presenciado y/o participado en prácticas que el Señor rechaza o prohíbe. Estas familias suelen rechazar a los cristianos, mostrándose agresivos con quienes se acercan para compartirles la fe en Jesús a ellos o a sus niños.

Extracto del libro Manual de Consejería Para el Trabajo Con Niños.

Por Esteban Obando y Autores Varios

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