¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ENSEÑARLES A NUESTROS HIJOS A INVOLUCRARSE EN LA OBRA SOCIAL?
“No todos podemos hacer cosas grandes, pero sí podemos hacer cosas pequeñas con gran amor” (Madre Teresa).
Cuando tenía 17 años me encantaba jugar deportes, especialmente fútbol y básquet. Asistía a un colegio de hijos de misioneros porque mis padres eran misioneros en Ecuador. Allí servían para alcanzar a una clase de personas que pocos alcanzaban: la clase alta o privilegiada. Ellos me enseñaron que se puede llegar a todas las personas siendo genuinos y auténticos y no fingiendo ser lo que no somos.
En el colegio tuvimos diversas oportunidades para servir. Tengo buenos recuerdos yendo a la ciudad los domingos y dirigiendo cultos para diez o veinte personas en una comunidad pequeña. Elisa, hoy mi esposa, iba con nosotros y dirigía la música y yo predicaba o enseñaba la Biblia. Eso fue una buena práctica para mí, que después decidí ser pastor y misionero, y para ella, que hoy canta en una banda cristiana.
Sin embargo, pocas cosas me impactaron tanto como cuando mi papá me llevó con el equipo de fútbol del colegio a visitar a los hombres en el Penal Gabriel García Moreno (Ecuador). Esa prisión tenía celdas grandes, de unos siete metros cuadrados, pero en ella convivían entre dieciocho y veinte personas. Tres mil personas residían en esta prisión todos los días. Los reclusos que habían entrado por drogas seguían ahí dentro por su constante consumo. Asesinos y psicópatas ocuparon aquellas celdas con una condena de regalo más que de castigo, muchos de ellos fuera del penal no tenían un techo donde pasar la noche”.
Entramos para jugar un partido de fútbol con los hombres cristianos del penal. Al vernos, todos quería tocarnos, robarnos las camisetas de fútbol o nuestros shorts. La policía golpeaba a los reclusos para abrirnos camino. Cuando estuvimos adentro no podíamos creer lo que veíamos y olíamos. Olía a orina por todos lados. Nadie tenía calzado y la mayoría solo vestía calzoncillos. Finalmente entramos a una de estas celdas donde se encontraban los cristianos. Me dijeron: “Esta es la celda redimida por Cristo”. Nos abrazamos con ellos como me imagino que Pablo y Silas habrán abrazado a los nuevos que entraron a la cárcel con ellos.
Después salimos a jugar fútbol. Mi papá me había advertido: “Es mejor perder el partido que perder tu vida”. Salimos a jugar y perdimos 4 a 2. Los presos cristianos jugaron bien y nos ganaron bien. Pero los que miraban desde afuera, nos insultaban y nos arrojaban basura. Al terminar el partido volvimos a la celda. Tuvimos una pequeña reunión con predicación, canciones y oraciones. Habíamos entrado con comida, así que celebramos la Santa Cena y comimos también un almuerzo juntos. Cuando salimos ninguno de nuestro equipo del colegio salió con la camiseta ni con el calzado deportivo que había llevado. Regalamos todo lo que teníamos a estos cristianos de bajos recursos. Solo salimos con nuestros shorts.
¿Por qué me impactó tanto? Porque fui confrontado con una realidad que nunca había visto antes. Gente que comía dos o tres veces por semana, personas convertidas que ahora adoraban a Dios con libertad y gozo a pesar de sus circunstancias. Me di cuenta de que yo tenía tanto que agradecer a Dios y que casi nunca lo hacía. Me di cuenta de que yo tenía mucho que compartir con los que no tienen y mucho que aprender de ellos. Mi estilo de vida cambió para siempre.
Enseñar a nuestros hijos a servir es sumamente importante. Es fácil como padres sentirnos desconectados de nuestros hijos. Tenemos que trabajar, llevarlos al colegio, ir a la iglesia, atender la casa y tantas cosas más que el tiempo se nos vuela. Sabemos que tenemos que invertir tiempo con ellos y que hay cosas que pueden ayudar a unirnos como familia como jugar, hacer actividades al aire libre, cocinar juntos, etc. Pero una de las cosas más gratificantes, divertidas y productivas para unirnos tiene que ver con involucrarnos juntos en proyectos de servicio comunitario. Esto da un buen ejemplo a nuestros hijos y también a la comunidad.
Extracto del libro “Trabajemos en Familia”
Por Rich y Elisa Brown