8. A veces es bueno llevar un diario de oración. Algunos encuentran útil esta práctica. Anotan en un cuaderno aquellas cosas por las que oran, con fecha y la petición que se eleva. Eso nos ayuda a estar más atentos cuando Dios nos responde y a percatarnos de algunas victorias o respuestas a la oración que al no anotarlas pasarían desapercibidas; así podemos ser más agradecidos con Dios, como Él merece. Además, también se puede anotar si se recibió algún pensamiento o directiva con respecto a una situación en particular.

Por ejemplo, una amiga mía estaba preocupada porque su hijo pasaba muchas horas en Internet, y ella había tratado de varias maneras que él redujera su conexión, pero sin éxito. Así que se puso a orar seriamente por el tema. A la semana, su hijo hizo una declaración “al pasar” (como suelen comunicarse a esa edad con sus padres). Él dijo: “Mami, por unos días voy a hacer ‘ayuno’ de Internet. Mi líder me dijo que no era sano que estuviera tanto tiempo con la computadora y tan poco con las personas reales. Me parece que tiene razón, voy a hacerlo.” ¡Plop! Gracias a Dios por los líderes de jóvenes y por todas aquellas personas que tienen influencia positiva en sus vidas.

9. Orar por todos los aspectos de su vida. Desde sus amistades, hasta la música que escuchan, pasando por su desempeño en sus estudios, sus profesores, su salud física, sus deseos materiales, su futura pareja, su crecimiento espiritual, sus líderes en la iglesia, etc. ¡Todo!

Por momentos no sabremos de qué forma orar o por qué cuestión hacerlo, pero los que han recibido el don de las lenguas pueden confiar en que, aunque la mente humana puede no saber cómo pedir, el Espíritu Santo que intercede por nosotros con gemidos indecibles hará lo correcto (Romanos 8:26).

Y no debemos esperar a que lleguen a la juventud para orar por ellos; cuanto antes comencemos, mejor. Si tenés hijos pequeños, empezá ya a cubrir cada área de su vida en oración. Incluso si tus hijos ya son grandes y están casados, o ya se salieron de una vida peligrosa y no te dan más sobresaltos, los padres nunca debiéramos abandonar la oración por ellos en su vida presente. Ya ves, ¡nunca podremos librarnos del trabajo de la paternidad!

10. Se nos instruye a que seamos persistentes, aun cuando no veamos resultados inmediatos. ¿Recuerdas la redoma? Tal vez pensemos que está llena, con la cantidad de oraciones que hemos hecho por nuestros hijos, pero ante la mirada de Dios quizás faltan unas gotas más. ¿Y qué si abandonamos dos o tres gotas antes de que se llene y que Dios vierta esas oraciones sobre las cabezas de nuestros hijos? Siempre recuerdo el mal ejemplo —y la buena enseñanza que de allí deriva— del rey Joás de Israel, que por no seguir golpeando con su saeta en tierra, el profeta Eliseo lo reprendió diciéndole que ahora, por cuanto había golpeado solo tres veces, igual cantidad de derrotas efectuaría sobre sus enemigos los sirios. “—Debiste haber golpeado el suelo cinco o seis veces; entonces habrías derrotado a los sirios hasta acabar con ellos. Pero ahora los derrotarás sólo tres veces” (2 Reyes 13:14-25).

La insistencia es un rasgo de la fe. Quien no cree, no insiste. “Después de todo, la persistencia es necesaria para nuestro beneficio, no para el de Dios”, diría el Dr. Jack Hayford.

Madres, padres, ¡cobremos ánimo! No importa lo desahuciado que pueda parecer el caso de tu hijo. Dios tiene el poder para cambiar su corazón y atraerlo a Él. La oración puede cambiar a nuestros hijos. Y mientras dure el proceso, definitivamente ¡nos cambiará a nosotros en el camino!

Un padre lo expresa bien en esta carta: Mis hijos han sido un verdadero regalo de Dios a mi vida de oración. Sus luchas, sumadas a mi convicción del amor firme de Dios y de sus buenos propósitos para ellos, me brindaron un creciente incentivo para aprender la disciplina de la oración regular y seria. He compartido abiertamente mi corazón y mis penas con Dios y he aprendido a esperar, a menudo con cierta impaciencia, sus respuestas. Ver su cuidado amoroso y generoso hacia mis hijos ha profundizado en gran medida mi comprensión y práctica de la oración regular y también ha fortalecido mi fe. Por supuesto, todavía no he visto todas las respuestas de lo que he orado. Todavía espero (impacientemente) algunas de ellas. Pero gradualmente estoy aprendiendo a llevarle a Dios esas preocupaciones. Él aún no ha terminado con mis hijos. Lo sé. Y Él es fiel. También lo sé. Así que he decidido aprender mi lección. Confiaré en Él por su futuro ¡y continuaré orando!164

Extracto del libro “Tribus Urbanas”

Por María José Hooft

2 COMENTARIOS

    • Hola Clara. ¡¡Bienvenida!! Son solo 2 partes. Cuando llegas al final de la 2º parte (lo mismo en la 1º parte del tema) vas a ver dos cuadros (uno azul con el numero 1 y otro gris con el número 2), dale click al cuadro gris con el número 2 para pasar a la siguiente página. Espero haber sido claro. Bendiciones!!!

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