El conocido pasaje de 2 Timoteo 2:15 define el tipo de joven de la Biblia que Dios aprueba: Aquel que usa correctamente la Palabra. La frase usa correctamente proviene de la palabra griega orthotomeo, una palabra que los constructores usaban para describir el corte de algo con exactitud, como un sendero o un camino. Aplicado a la comunicación, orthotomeo expresa en sí mismo un nivel similar de exactitud y precisión. Tomeo, la mitad de la palabra, que significa «cortar», puede encontrarse en la palabra que traducimos por «circuncisión», una práctica que seguramente requiere ¡un corte exacto! Timoteo, el primer lector de las palabras de Pablo, que había estado en sintonía con esto, ha de haber sido circuncidado de adulto (Hechos 16:3).

Los carpinteros repiten mucho esta conocida frase: «mídelo dos veces, córtalo una». En otras palabras, si revisas dos veces tu medida, serás menos propenso a cortar con una medida incorrecta. (Para aquellos como yo, que no tenemos ese gen de carpintero, sería mejor decir «mide tres veces, corta dos»). Con el fin de usar correctamente la Palabra de Dios, ese mismo nivel de precisión debe ser aplicado al estudio de la Biblia. Después de que Dios nos ha mostrado lo que quiere que veamos y nos enseña lo que quiere que aprendamos, nos queda solo una pregunta: «¿Qué debo hacer ahora?». La respuesta será perfectamente clara.

MODIFICACIONES INTERNAS

Algunas veces la aplicación que Dios está buscando sucede en la mente. Tal vez sea una forma común de pensar que necesita ser abordada. Tal vez se trate de una actitud que no agrada a Dios. Una cosa es segura: No será una modificación fácil. Es por eso que ayuda el comprometerse con una aplicación inmediata, y enfrentar nuestro tiempo de estudio bíblico con el compromiso ante Dios de responder positivamente a lo que sea que Dios nos muestre o enseñe. Por ejemplo, supongamos que eres alguien que se frustra rápidamente con su familia, o sus jóvenes, o con el equipo de la iglesia. Estudiando Efesios 4, Dios usará el versículo 26 («Si se enojan, no pequen. No dejen que el sol se ponga estando aún enojados») para sancionarte por tu ira.

La mejor manera de poner en práctica esa instrucción es tomándola literalmente. Pon una alarma en tu reloj o en tu teléfono para que suene treinta minutos antes de media noche. Cuando suene la alarma, usa ese momento para pensar en tu día, revisa tus conversaciones. Si algo de ira viene a tu mente, tendrás treinta minutos para rectificarlo. Luego de algunos días, la alarma comenzará a sonar en tu corazón o en tu mente en el momento en que la frustración comience a aparecer. Y la transformación (esa palabra que nos gusta decir en el ministerio con los jóvenes) habrá comenzado.

ACCIONES EXTERNAS

Quizá la aplicación que Dios quiere supone el ir a alguien que has lastimado y pedirle perdón, o buscar a una viuda en angustia y satisfacer su necesidad. Estas son la clase de acciones que resulta fácil colocar en la categoría de algún día. Pero la obediencia algún día no es del todo obediencia. Si Dios es lo suficientemente misericordioso como para invadir tu tiempo de estudio para mostrarte una acción que tienes que llevar a cabo, no des por terminado tu tiempo de Biblia hasta que hayas avanzado en esa dirección. Tómate un minuto para realizar algo específico, como poner por escrito alguna manera de acercarte a esa persona que Dios ha puesto en tu corazón. Establece el contacto más tarde ese día.

PONER EL CARRO DELANTE DEL CABALLO

El ministerio con los jóvenes podría considerarse el ministerio que más dirigido está a la aplicación… Es bastante frecuente que nosotros, los del ministerio juvenil, pongamos el carro delante del caballo; comenzamos con la aplicación que queremos y luego regresamos a las Escrituras. Muchas veces el enfoque de un pequeño grupo de estudio se conduce como un asunto particular, como si estuviera desconectado del pasado, y entonces nuestro tiempo de reflexión gira en torno a preguntas de aplicación como: «¿Qué deberíamos hacer cuando hemos caído?» o «¿Qué deberíamos hacer con nuestros remordimientos?». Luego cerramos ese tiempo, casi siempre corriendo, con un versículo de la Biblia que aborda el problema.

Volvamos a repetir esa secuencia…

Comencemos con un estudio de las Escrituras y permitamos que él nos dirija a la aplicación. En lugar del escenario anterior, ¿qué tal si comenzamos con un estudio del Salmo 51? Y qué tal si comparamos las palabras de David en ese Salmo con el evento que lo obligó a escribirlo (un período de su pasado profundamente pecaminoso). Al procesar la experiencia de David con la canción que escribió acerca de ese tema, los jóvenes verían directamente (Dios, muéstrame) que incluso los grandes de la Biblia pecaron, y que Dios perdona y restaura a los que confiesan su pecado y lo abandonan. Ellos aprenderán (Dios, enséñame) qué es el arrepentimiento genuino. «¿Y la aplicación que necesitan hacer?» Bueno, esta vendrá del Espíritu Santo. Y será hecha a medida para cada joven… Cuando dejamos que las Escrituras nos conduzcan a la aplicación, mostramos que la Biblia es relevante. No tenemos que forzar su relevancia.

Extracto del libro Cómo Enseñar la Biblia Con Creatividad

Por Barry Shafer

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