Como dije anteriormente, a veces siento que en materia juvenil—aunque también veo que en otros aspectos que atañen a los adultos—necesitamos un nuevo Concilio de Jerusalén. Cuando viajo por distintas partes, y doy clases y conferencias entre jóvenes y pastores del ministerio juvenil, me llegan preguntas e inquietudes sinceras sobre cosas que están surgiendo en estos tiempos y no sabemos bien cómo manejar. Todos queremos agradar a Dios y los que estamos al frente sentimos un gran temor al caminar por una línea tan fina, tememos caernos nosotros mismos o, peor aun, hacer tropezar a los demás.

Es que, al igual que Pedro, el cambio de paradigmas que el Espíritu Santo está operando por causa de los tiempos finales y del estado de nuestra sociedad, no está escrito en ningún lado. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, dice la canción de Serrat.

Los pastores y líderes no sabemos muy bien cómo responder ante preguntas como: “Pastor, ¿es pecado hacerse un tatuaje?” o “¿Por qué no me puedo hacer un piercing, si su esposa usa aros? ¿No es acaso eso un piercing?”, entre los cuestionamientos más inofensivos. Y no es que uno no tenga convicciones u opiniones personales, sino que muchas veces no quiere dar rienda suelta a las modas que los chicos reclaman; mucho menos si esos jóvenes no son de su propia iglesia.

Muchos dirigentes juveniles me han confesado: “Es que si les digo que sí a esto, mañana vienen con otra cosa, y esto se sale de control”.

Hace unos meses hice un sondeo entre varios líderes de jóvenes seminaristas con respecto al tema del Body Art, en especial el tatuaje. Hicimos un debate en el que cada uno tenía que prepararse de antemano, leer los versículos clave en La Biblia, buscar información y tratar de sentar una posición a favor o en contra y justificarla en cada caso. Después de debatir y abrir el corazón para expresar dudas, temores y falta de información, arribamos a una conclusión (tuvimos nuestra especie de Concilio, salvando las enormes distancias teológicas).

Allí analizamos previamente un artículo publicado en Internet a favor del tatuaje cristiano y una carta personal de un joven cristiano que decidió tatuarse a conciencia, habiendo pasado por un proceso de búsqueda y oración, se tatuó primero un León de Judá y luego un ictus, símbolo del cristianismo. Por otra parte, analizamos versículos bíblicos claves en el tema, como Levítico 29:18. Opusimos los conceptos de Ley versus Gracia, presentamos cuestiones prácticas como ser medidas de higiene, influencia entre los pares, impacto evangelístico, problemas que se suscitan con las figuras de autoridad, etc.

Todos los alumnos entregaron por escrito sus monografías y se elaboró un informe en el que el 47% se manifestó neutral, un 42% estuvo en contra y solo un 11% se mostró a favor, es decir que no hubo respuestas demasiado polarizadas sino más bien centradas y con tendencia a un lado u otro.

Los que dijeron estar en contra del tatuaje alegaron que eso era una práctica pagana y que por ello Dios lo prohibió, que Dios quiere que nos diferenciemos del mundo y no que nos asemejemos cada vez más, que es una marca imborrable y uno se puede arrepentir en el futuro, que puede traer problemas dermatológicos y otros trastornos como la imposibilidad de donar sangre, entre otras razones de índole bíblica y espiritual.

Los que dijeron estar a favor lo plantearon como una forma de dar testimonio o una excusa para evangelizar, como una marca adrede que uno elige hacerse de por vida, una demostración de amor incondicional, y en última instancia un elemento con el cual identificarse con la cultura a ganar.

El resto prefirió dar razones a favor y en contra pero dejar abierto el planteo y en todo caso usar la regla de Pablo en 1 Corintios 6:12: Si le es de tropiezo a alguien, no hacerlo; si no hay paz, tampoco.

Asimismo tocamos el tema de otras formas de arte corporal más controvertidas como ser piercings, implantes cutáneos y oculares, escarificación, suspensiones y lengua bífida.

La conclusión fue que, en general, en materia de tatuajes, perforaciones y otras formas de arte urbano, La Biblia no decía expresamente que esas prácticas eran pecado (fundamentados en versículos bíblicos), pero que no convenían (fundamentados en varias razones de índole estética, sanitaria y espiritual). Opinamos que si un joven llegaba a la iglesia así, debíamos amarlo, respetarlo y nunca discriminarlo; pero que si estando en Cristo quería implementar alguna de esas prácticas, le recomendaríamos pensarlo bien, consultar con sus padres y líderes y de ninguna manera hacerlo si ello le traía falta de paz o algún tipo de conflicto.

Resumiendo, nos quedamos con el mensaje de Pablo: “Todo me está permitido, pero no todo es para mi bien. Todo me está permitido, pero no dejaré que nada me domine” (1 Corintios 6:12)

Extracto del libro Tribus Urbanas

Por María J. Hooft

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