En general, los adultos transmiten a los adolescentes la idea de que la fe no debe ser cuestionada. Sin embargo, si es verdadera, tal como creemos los cristianos, no le deberíamos tener miedo a la duda o al cuestionamiento. Si permitimos que los jóvenes se cuestionen y planteen su fe, y somos responsables de elaborar y proveer respuestas coherentes y maduras, su fe prevalecerá. Sin embargo, no olvidemos que una duda no resuelta o reprimida puede ser una semilla de incredulidad.

Por otra parte, no debemos animar a los adolescentes a dudar. Eso lo harán por ellos mismos. Pero sí propiciemos el espacio para que expresen sus dudas. Eso puede resultar tremendamente beneficioso para nosotros, porque nos permitirá conocer sus necesidades reales y saber en qué situación se encuentran, y de ese modo estaremos en condiciones de poder ayudarlos.

Amor y aceptación incondicional.

Una rápida y superficial mirada al relato de los evangelios nos mostrará que la razón por la que los pecadores se acercaban a Jesús era el amor y la aceptación incondicional que él proyectaba sobre ellos. Se lo conocía como «el amigo de los pecadores y los publicanos». ¡Qué honorable título para cualquier creyente! Jesús no aceptaba ni aprobaba sus conductas ni sus hábitos de pecado, pero sabía el modo de expresarles que, más allá de todo, él los amaba y les deseaba lo mejor.

En esos difíciles años del distanciamiento, la iglesia debe propiciar un ambiente de amor y aceptación incondicional en el que el rebelde, el que duda, el que lucha y el que peca encuentren que, a pesar de ello, se los sigue amando y aceptando, y que no dejan de ser valorados ni buscados. Tenemos la convicción de que este tipo de ambiente puede resultar tremendamente positivo, y que puede llegar a ser la contribución más importante que la iglesia haga para el desarrollo espiritual del adolescente y la integración de la fe a su nueva personalidad.

Adultos que sean significativos para los adolescentes.

Existe un mito que afirma que los adolescentes no quieren ni necesitan la influencia o la presencia de adultos en su vida. Sin embargo, se trata precisamente de eso, de un mito. El estudio más extenso hecho en los Estados unidos, The National Early Teen Survey (la encuesta nacional de adolescents), puso de manifiesto la importancia de los adultos en la vida de los adolescentes. Según ese estudio, ellos tienden a buscar consejo y orientación recurriendo a sus amigos, aunque no acostumbran a seguir los consejos que estos les brindan. Lo interesante es que los encuestados afirmaban que preferirían acudir a sus padres u otros adultos en busca de consejo, pero que, lamentablemente, creían que la relación con los adultos que los rodeaban no era lo suficientemente buena como para hablar abiertamente de sus problemas.

Los adolescentes necesitan la influencia, el apoyo y la referencia que pueda darle el mundo adulto. Y la iglesia puede prestar una ayuda inestimable a los adolescentes si pone a su disposición adultos que suplan esas necesidades. Sin embargo, esas personas deben poseer características especiales para que el trabajo con los adolescentes sea fructífero. Durante mucho tiempo, la disponibilidad y la buena voluntad fueron las únicas exigencias para colaborar con el grupo de jóvenes. Sin embargo, estos requisitos no son suficientes. Aquellos que trabajen con adolescentes deben ser personas cualificadas y preparadas.

Requisitos espirituales.

No estamos pensando en personas con estudios teológicos, ya que no es necesariamente una garantía de aptitud. Nos referimos a personas maduras, con una fe real y activa, claramente integrada a su personalidad y aplicada a su vida cotidiana. Deben tener una vida cristiana tan atractiva que anime al adolescente a querer ser como ellos. (Nuevamente aclaramos que no estamos pidiendo que sean perfectos, pero sí sinceros y coherentes).

Auténtica pasión y amor por los adolescentes.

¿Cómo entenderán estos muchachos y muchachas que Dios los ama y que tiene interés en sus vidas si no es por medio del amor, la aceptación y el interés genuino que les expresen sus líderes? El amor, el perdón y la aceptación del Señor no son conceptos abstractos, son experiencias vitales que se perciben a través de creyentes que se los demuestran.

Actuar como una estructura de plausibilidad.

El estilo de vida y la coherencia espiritual del líder harán creíble el mensaje del evangelio. Los adolescentes deben tener la posibilidad de ver que las buenas noticias funcionan y que son reales en la vida de las personas que trabajan con ellos. De ese modo, se darán cuenta de que vale la pena la opción de la vida cristiana. Eso no exime a los padres y al resto de la comunidad cristiana, pero lamentablemente la experiencia nos enseña que muchas veces los líderes, además de cubrir el vacío que ellos dejan, deben luchar contra la mala influencia que a veces son para los adolescentes.

Extracto del libro “Raíces”

Por Félix Ortíz

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