La fe y la duda pueden arrastrarse hasta los lugares más extra­ños… incluso las páginas de GQ. El proyecto de investigación que presento en este libro ha tomado años para elaborarse, empezando con el estudio del Grupo Barna en el 2003, el cual identificó un cambio generacional con implicaciones reales para el futuro de la iglesia. Sin embargo, este trabajo tomó una nueva fuerza luego de leer un artículo de GQ.

Este artículo, emitido en febrero del 2004, describe a los ad­miradores del rock cristiano y a su cultura, satirizando además la fusión entre lo espiritual y el rock and roll. El subtítulo le da inicio a la fiesta: «La música rock era un puerto seguro para degenerados y rebeldes. Hasta que encontró a Jesús…». Una ilustración de Je­sús como una estrella de rock completa el montaje. Él muestra una sonrisa maliciosa y, por supuesto, el cabello le llega hasta los hom­bros. Su cuerpo es musculoso y su ropa —unos jeans y una camiseta blanca— está rasgada, y en su brazo derecho tiene un tatuaje de un corazón y una cruz.

Así es como los editores de GQ perciben la versión del rock cristiano del salvador del mundo. No obstante, lo que más atrajo mi atención es la historia de trasfondo del autor del artículo, John Jeremiah Sullivan. Sullivan está en una buena posición para proveer el punto de vista de alguien de adentro que se convirtió en uno de los de afuera, porque él vivió este proceso. El cristianismo fue un aspecto clave en su viaje personal de fe. Mientras el artículo se desenvuelve, él describe sus años de juventud como un período en el cual se consideraba a sí mismo un cristiano nacido de nuevo y comprometido. Recuerda su participación activa en el estudio de la Biblia, así como en el discipulado y la tutoría a través de lo que llama su «fase de Jesús» durante sus años de adolescencia.

He aquí lo más emocionante: la crisis de fe de Sullivan, como él la determina, tuvo lugar unos años atrás en un concierto de rock cristiano, al cual había asistido reclutado por su iglesia para proveer consejería espiritual a los asistentes del concierto. Todo aquel que hacía un nuevo compromiso con Cristo iba a recibir una consejería personal a fin de entender mejor las ramificaciones de la decisión que había tomado. Mientras trataba de ayudar a un grupo de creyentes neófitos a comprender lo que significaba convertirse al cristianismo, Sullivan empezó a escuchar sus pro­pias respuestas huecas. Tal vez se trata meramente de una frase inspirada por su estilo de periodista, pero Sullivan indica que esa noche salió del concierto menos cristiano. Él era una persona dis­tinta y, evidentemente, se hallaba en un camino que lo alejaba de la fe. Debido a sus dudas, la iglesia lo perdió.

TONOS DE DUDA

Parecería redundante decir que la duda causa en las personas una lucha con la fe, pero es importante recordar que la duda y la fe no siempre están opuestas. Frederick Buechner, el teólogo y nove­lista nominado al premio Pulitzer, una vez dijo: «La duda son las hormigas en el camino de la fe». A menudo la duda actúa como un motivador poderoso hacia una vida espiritual más completa y genuina, y nuestro estudio confirma que no todo el que duda camina lejos de la fe. Sin embargo, nuestro estudio también muestra que la duda es una razón significativa para que los adultos jóvenes se alejen de la iglesia.

Además, hemos aprendido que la duda viene en más de un tono. Este es un buen momento para volver a enfatizar uno de los temas más importantes de nuestros descubrimientos: cada viaje es­piritual es único. Debemos poner atención no solo a las tendencias generales, sino también a las historias individuales. Si queremos ver la imagen en su totalidad de las siguientes generaciones y sus rela­ciones con la iglesia y el cristianismo, un rodillo solo servirá para preparar el lienzo. Lo que necesitamos es un pincel de punta fina a fin de interpretar los detalles.

Toda historia importa.

En nuestra cultura moderna basada en la evidencia y orientada a la lógica, tenemos una cierta imagen en nuestra cabeza de lo que significa ser una persona incrédula. Muchos cristianos creen que la gente que experimenta dudas simplemente carece de la evidencia apropiada o una convicción profunda. No obstante, la duda tiene más matices y es también una experiencia algo resbaladiza que in­volucra personalidad, falta de realización, ideas sobre la convicción alienación en las relaciones, y hasta en la salud mental.

¿Es la comunidad cristiana capaz de sostener la tensión entre la duda y la fe, aceptando cuestionamientos difíciles, y hasta de hacer juntos presión para alcanzar las respuestas? ¿O será que la iglesia continúa siendo vista como el lugar al que los incrédulos no pertenecen, porque la certeza se iguala a la fe? ¿Estaremos empujando a los incrédulos hacia los márgenes para que sean personas sin di das?

Veamos algunas corrientes comunes de la duda y luego explo­remos cómo podemos responder de mejor manera cuando el viaje espiritual de alguna persona la lleva hacia esos caminos.

Extracto del libro Me Perdieron

Por David Kinnaman

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