Jesucristo es nuestro modelo, y nosotros, modelos de otros. Modelos en cuanto a actitud, conducta y aun liderazgo. Dice el apóstol Pablo en 1 Corintios 11:1: Imítenme a mí, como yo imito a Cristo. Este versículo señala que si queremos imitar a Cristo, debemos imitar a Pablo. Ahora bien, no nos gusta hablar del llamado bíblico a ser modelos. Preferimos decirles a las personas que miren a Cristo y no a nosotros, porque podemos caer, podemos fallarles. Obviamente, eso es cierto. Pero, sin lugar a dudas, la Biblia nos enseña que debemos poder decir: mírenme a mí, imítenme, porque yo imito a Cristo.

Añadido a ese mandato bíblico, contamos con la propia experiencia y muchos precedentes históricos que confirman la influencia y autoridad moral que tienen aquellos que son modelos.

En Hungría, durante 180 años el protestantismo fue ilegal. En 1800 se permitió predicar, y al año y medio había 180 iglesias luteranas. ¿Cómo se explica eso? Aunque no se les había podido enseñar a las personas en colegios e iglesias, las familias habían seguido transmitiendo la fe. Los padres mostraron un modelo de vida.

En China se produjo la revolución cultural en 1964. Había 2.000.000 de creyentes. No estaba permitido predicar más. Hoy hay en China 50.000.000 de creyentes, solo por el modelo familiar.

La sinergia de autoridad formal y moral

Para concluir este apartado relacionado con la autoridad moral, queremos mencionar la sinergia que existe entre la autoridad formal y la autoridad moral. Hay personas que piensan que son líderes porque alguien los eligió para un puesto y otros que suponen que por no tener un nombramiento oficial no pueden ejercer el liderazgo. Queremos enfatizar que un nombramiento no convierte a nadie en líder. Llegar a una posición de liderazgo no es haber alcanzado el punto final sino apenas estar en los comienzos. Por otro lado, no tener un cargo formal no nos niega la posibilidad de ejercer influencia. Como ya vimos, la autoridad moral puede ser una manera muy poderosa de influir sobre la gente.

Es muy importante que cada seguidor de Jesús entienda que Dios tiene una función de liderazgo para él, o para ella, en su Reino. No es valido el concepto que tienen muchos acerca de que el ministerio es algo de lo que deben encargarse los ministros pagos. Jesús nos dice a cada uno de nosotros: Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos… (Mateo 28:18,19).

Él nos delega la autoridad formal para ser sus embajadores, sus agentes de reconciliación (2 Corintios 5:18-20). Y no solo nos concede esa autoridad sino que nos provee todo lo que necesitamos para lograr la autoridad moral y el poder para llevar a cabo nuestra tarea: Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder… (Hechos 1:8).

La autoridad técnica

Esto se refiere a la formación para el ministerio: hasta qué punto está preparado y es hábil el líder para desempeñarse como educador y pastor. Aquí no vamos a mencionar todos los conocimientos y destrezas necesarios para llevar a cabo la pastoral juvenil, dado que eso es lo que se pretende hacer a lo largo de todo el material. El apartado El líder y su formación para el ministerio, que se encuentra en el NIVEL DE COMPETENCIA PARA LÍDERES DE JÓVENES, detalla varios de los puntos específicos que un líder debe dominar para lograr autoridad técnica en el ejercicio de la pastoral juvenil. Sin embargo, hay tres características esenciales que no podemos pasar por alto en este momento. El liderazgo debe tener: un propósito, una mente de estratega y la capacidad de adaptarse al cambio.

Extracto del libro “Raíces”.

Por Félix Ortiz.

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