DEVOLVIÉNDOLES LA RESPONSABILIDAD A LOS PADRES

Hasta aquí he mencionado que el liderazgo de la iglesia debe contar con distintas herramientas para aconsejar a los niños… Sin embargo, a pesar de que en la iglesia los niños encontrarán el consejo de sus líderes de clase y de diversos especialistas, son los líderes de familia quienes tienen la mayor influencia sobre ellos. Son los padres quienes pasan más tiempo con los niños, y quienes mejor los conocen.

¡Devolvámosles a los padres la responsabilidad! ¡Alentemos a los líderes de familia a retomar la responsabilidad por el crecimiento espiritual de sus hijos! Ellos son los principales consejeros de sus pequeños. Por eso, debemos recordarles que para el desarrollo espiritual de sus niños no basta con una hora y media de programa infantil cada fin de semana. La enseñanza de la palabra de Dios debe ser una cuestión del día a día, y debe hacerse con el ejemplo, así como también con algunos momentos espontáneos y otros intencionales. Ten presentes las indicaciones que le dio Moisés al pueblo de Israel en Deuteronomio 6. 6-9.

Comentario de Esteban Obando: Deuteronomio 6.6-9 es un pasaje icónico cuando hablamos de consejería de niños. Dios dejó muy claro quienes son los responsables de la educación espiritual de los niños. Al hablar de «hijos» y no de «alumnos», podemos entender que esta responsabilidad es de los padres. Sin embargo, la iglesia debe recordarles permanentemente este principio a los padres de familia, ya que suele olvidarse, y entonces los padres dejan a los niños en la «escuelita dominical» para que los líderes de la iglesia se ocupen de todo lo relacionado con su crecimiento espiritual. Piensa por un momento. ¿Cuántas horas al año pasan los niños en reuniones o clases de la iglesia? Un promedio de entre 40 y 50 horas anuales. (Esto, si es que el padre trajo al niño a todas las actividades que organizamos.) En cambio, las familias tienen una influencia distinta. ¡Los padres pasan con sus niños un promedio de 3000 horas al año! El contraste es notable. Dios conoce estos números, y por eso da esa instrucción cuando dice: «Incúlcaselas continuamente a tus hijos».

Animemos a los padres no solamente a aprovechar esos momentos que surgen de manera espontánea («cuando vayas por el camino») donde vemos, por ejemplo, una montaña y les hablamos a nuestros niños de la grandeza de Dios, sino también a establecer un tiempo regular para estudiar con sus hijos la Palabra de Dios. Recordémosles a los padres que los niños necesitan esos tiempos planeados («cuando estés en tu casa») para el estudio de la Biblia al menos una vez a la semana. A esos tiempos podemos llamarlos «discipulado familiar». Estudiar la Biblia es un hábito que se adquiere, y la constancia de los padres es lo que hace que se forje en las vidas de sus hijos. Además, en este tiempo los padres pueden realizar preguntas como: «¿Cómo te sientes? ¿Cómo te va en la escuela? ¿Cómo andas con tus amigos?». Es un tiempo para aprender, para compartir, y para orar. Un espacio donde padres e hijos fortalezcan su vínculo, y donde sean los padres los principales consejeros de sus niños. Líderes de las iglesias, ¡ayudemos a los padres a despertar y a retomar esta responsabilidad que Dios les encomendó! Cuando la iglesia trabaja en equipo con los padres, está ayudando a construir familias sanas, y si hay familias sanas, tendremos niños sanos, que formarán en un futuro, si Dios así lo quiere, sus propias familias sanas.

Comentario de Esteban Obando: Dentro de la Biblia, el libro de consejos por excelencia es Proverbios. Y el autor empieza su libro hablando del propósito por el cual está escribiéndolo: Proverbios 1.1-7. Una vez establecido el propósito del libro de Proverbios (buscar sabiduría, corrección, etc.) es que el autor pasa a dirigirse a su audiencia. Y por lo menos 23 veces en este libro el autor usa la expresión «hijo mío». Esta no es la forma cariñosa en la que un maestro le habla su alumno. Es más bien la forma natural en la que un padre se dirige a su niñito. Si eres padre o madre, entenderás muy bien la expresión «hijo mío». Yo conozco cientos de niños, pero solo a 2 puedo llamarlos «hijos míos». Por ellos seríamos capaces de dar la vida, y por ellos debemos tomarnos en serio la responsabilidad que Dios nos dio. Estamos hablando de nuestros hijos. El futuro de nuestra familia, y del cristianismo también.

Padres: la iglesia está para servirles, pero a quienes se les va a pedir cuentas es a ustedes. Líderes, maestros y consejeros: nuestra obligación para con Dios es ver a los niños como los mira Él, y amarlos, y servirlos, y bendecirlos. Trabajemos en conjunto con los padres para que podamos lograr, como anhelaba Salomón, «que piensen bien lo que hacen». Al fin y al cabo, la vida se define por decisiones. Y nuestros niños necesitan ver un frente unido, en la familia y en la iglesia, donde todos apuntemos hacia Jesús, con el fin de que le conozcan y puedan tomar las decisiones correctas para conducir sabiamente sus vidas.

Extracto del libro Manual de Consejería Para el Trabajo Con Niños.

Por Esteban Obando y Autores Varios

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