Piensa en las necesidades de los jóvenes a los que va dirigido el evento.
A la hora de decidir el propósito, es importante que pienses detenidamente y tengas en cuenta cuáles son las necesidades de los jóvenes con los que estás trabajando. Todas las actividades que realicemos deben tener la finalidad de satisfacer sus necesidades. En ciertas ocasiones, puede tratarse de necesidades sentidas, y en otras, de necesidades de las cuales ellos no son concientes. Sin embargo, es preciso suplirlas porque son vitales y básicas, y porque así lo indica la palabra del Señor.
La perspectiva cristiana sobre la sexualidad puede ser una necesidad sentida por los jóvenes de tu grupo. Hacer un campamento, encuentro o retiro con el propósito de satisfacer esa necesidad es totalmente legítimo. El conocimiento profundo de las Escrituras puede ser otra de las necesidades, aunque tal vez algunos miembros de tu grupo de jóvenes no la sientan o perciban como tal. Satisfacer esa necesidad puede ser un propósito perfectamente legítimo para un campamento, encuentro o retiro.
Visualiza los resultados.
Trata de visualizar a los jóvenes de tu grupo luego de que el campamento, encuentro o retiro finalice. ¿Qué cambios te gustaría que se produjeran en sus vidas? ¿Cómo te gustaría que vivieran y se condujeran luego de que este haya acabado?
Determinar los objetivos
El propósito es una declaración de intenciones; la idea general de aquello que deseas lograr por medio de la actividad que estás preparando, que se expresa a través de afirmaciones generales y poco concretas o específicas. Algunos ejemplos de propósitos podrían ser: facilitar el compañerismo cristiano entre los jóvenes, motivarlos a que lleven a cabo una evangelización más comprometida, que mejoren su conocimiento de las Escrituras, que crezcan en santidad, y otras frases similares.
Por el contrario, los objetivos sirven para dar mayor especificidad, y hacer más concreto y definido el propósito general del campamento. Los objetivos son específicos, claros, concretos, mensurables y de fácil evaluación. Si un enunciado no reúne las características mencionadas, no se trata de un objetivo, sino de una mera declaración de intenciones.
Cuando enuncies tus objetivos recuerda que estos pueden ser de tres tipos:
Elaborar un programa
Luego de establecer el propósito y los objetivos, debemos desarrollar el programa (el conjunto de actividades y acciones que se llevarán a cabo para asegurar el cumplimiento de cada uno de los objetivos que se enuncien). El programa es como una especie de puente que unirá el abismo existente entre nuestra situación actual y los objetivos que deseamos lograr.
Ilustrémoslo con la figura de una escalera: el programa representa los diferentes escalones que debemos subir para ir desde donde estamos hasta la consecución de los objetivos propuestos.
Queremos hacer hincapié en que todas las actividades deben ser cuidadosamente pensadas en función del objetivo que deseamos alcanzar. Las actividades carecen de valor educativo si no conducen al cumplimiento de un objetivo concreto.
En el momento de preparar el programa se debe buscar el equilibrio. Un programa saturado de actividades «espirituales» puede cansar a los participantes, y ocasionar que a la larga pierdan la motivación, afectando de esta manera su disposición. Por otro lado, si el tiempo libre es excesivo puede provocar aburrimiento y una sensación de vacío entre los jóvenes participantes. Busquemos equilibrar las actividades formativas con la comunión y el tiempo libre.
También es importante que se logre un equilibrio entre los diferentes acercamientos metodológicos. Por ejemplo: se podría combinar la tarea en grupos pequeños, con algunas actividades del grupo grande, y también con tiempos personales con el Señor.
Determinar los recursos humanos que se necesitan
El propósito de este apartado es ayudarte a determinar las personas que serán responsables de llevar a cabo las diferentes actividades del campamento.
Es importante no caer en la tentación de querer hacer todo por uno mismo. No olvidemos que este tipo de eventos constituye una oportunidad magnífica para delegar responsabilidades en otros jóvenes, y de este modo darles la oportunidad de que crezcan y desarrollen sus dones y talentos.
Probablemente, si delegamos, no saldrá todo con la misma calidad que si lo lleváramos a cabo nosotros mismos. Sin embargo, un joven no aprenderá si no corremos el riesgo de darle la libertad de que se equivoque. Asimismo, nosotros nunca desarrollaremos el liderazgo de otros jóvenes a menos que les brindemos oportunidades para ejercer sus habilidades.
Para poder delegar, primero debes enumerar todas las tareas a efectuar y responsabilidades a asumir. Una vez determinado esto, deberás elegir a la persona más adecuada para llevar a cabo cada una de ellas.
Al delegar responsabilidades, debemos tener en cuenta siempre algunas cuestiones que explicaremos claramente a la persona que estará a cargo:
- Qué queremos haga. Cuanto más específicos seamos en nuestra explicación mejor resultará.
- Cómo deseamos que lo haga.
- Para cuándo deseamos que lo lleve a cabo.
Estos tres aspectos son básicos. Si no le mencionamos las expectativas que tenemos a la persona en quien delegamos una responsabilidad, pueden producirse muchos problemas. La falta de una comunicación adecuada puede llevarnos a no manifestar ciertas expectativas, y la persona a quien le delegamos la tarea no podrá cumplirlas por desconocimiento.
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