Las subculturas como fenómeno de cohesión juvenil, no son agrupaciones rígidas muy fácilmente estereotipables. Al hacer este estudio, en un principio traté de encontrar una clasificación o un modo de ordenarlos (de acuerdo a la música que escuchan, los lugares que frecuentan, si tienen una filosofía “dura” o “blanda”, etc.) y terminé desistiendo del intento por la imposibilidad de delimitar fronteras claras. Busqué la opinión de expertos en la materia pero no encontré respuestas que me convencieran.

Por ejemplo, en el libro de Terminiello (2002) se propone una clasificación en base a sus ideologías, que es una versión mejorada de la que había presentado en su libro anterior. Él los divide en cuatro ejes principales: pro-libertinos (de origen y contenido neohippie); proanárquicos (de origen y contenido punk); pro-disciplinados (de origen y contenido skinhead) y los pro-populares (de origen y contenido bailanterocuartetero-tropical). El problema, a mi modo de ver, que surge con esa clasificación es que hay subculturas que quedan excluidas, como ser los góticos, los rollingas, los cibernéticos, los reggaes y reggaetoneros, y muchos otros. Y por otra parte, hay ideologías personales que no necesariamente entran en juego en el perfil de la tribu y quedan solo en el plano de lo personal.

También podemos intentar distinguir a las tribus según su tendencia musical, pero pronto nos daremos cuenta que eso no es algo tan preciso. Porque, si bien la música es uno de los elementos que nos ayuda a identificar y agrupar en géneros culturales, debido a sus mutaciones y fluidez, no es precisamente un parámetro fijo.

Por esa razón, y muy acertadamente, el sociólogo Mario Margulis habla de géneros culturales:

Aunque la música constituye uno de los elementos para identificar y agrupar, la clasificación que proponemos desborda con amplitud lo musical (…). Estos agrupamientos apuntan, sobre todo, a descubrir ciertas características constitutivas que podrían reconocerse dentro de una variabilidad y fluidez muy grandes.

Ya veremos más adelante, en el análisis del pilar de la música como característica de una subcultura, que existe una superposición de géneros musicales preferidos, de lugares o hábitos sostenidos, de creencias o filosofías centrales: existen subculturas dentro de las subculturas juveniles.

Y eso hace del tema un intricado laberinto al cual se arriba de diferentes maneras y por distintos caminos.

Por ejemplo, la tribu dark y los manson comparten vestuario, algo de música y hasta lugares de reunión, pero ellos mismos se separan como diferentes debido a que unos son exclusivamente seguidores de Marilyn Manson mientras que los otros son “impuros”, ya que mezclan diferentes fuentes de inspiración. Lo mismo sucede entre los rollingas y los stones, estos últimos fans a rajatabla de la mítica banda inglesa, pero los primeros más bien siguen un estilo amplio que incluye otros fenómenos del rock barrial. Es decir, no existe una categorización o clasificación como si se tratara de golosinas en un kiosco.

Esto se debe, en parte, a que las subculturas van construyendo de manera dinámica y movediza su identidad, formada por sus ritos, costumbres, trasfondo e historia. Van variando, mutando, incorporando nuevos códigos y conductas que a la vez sirven para marginar al de afuera, al que no los adopta.

La estimada Lic. Ana Somoza, afirma esto mismo en un artículo titulado “Culturas adolescentes y valores cristianos”:

Las fronteras entre las distintas culturas adolescentes no son estáticas ni infranqueables. Por el contrario, los adolescentes no se identifican siempre con el mismo estilo sino que reciben influencias de varios estilos y a menudo construyen su propio estilo, que depende de sus gustos estéticos, musicales, sus valores, y de los grupos primarios con los que interactúan.

Tampoco podemos ordenarlos según clase social, porque en estos movimientos juveniles encontramos gente proveniente de todos los estratos, agrupados por otros intereses comunes (a excepción de algunos como los modernos). Aunque es cierto que en algunas subculturas hay más presencia de personas provenientes de clases bajas, tal vez se deba a que esas clases son más numerosas en la pirámide social. A modo de ejemplo, y aunque a veces suene contradictorio, diré que muchos de los chicos góticos, muchos de los skinheads y gran parte de los punks son jóvenes de familias de altos recursos que buscan hallarse en algo diferente, algo que los distinga de sus orígenes.

Los expertos españoles Costa, Pérez Tornero y Tropea afirman:

Hay un hecho constatable: los procesos de tribalización juvenil son profundamente interclasistas (…) Es obvio que la tribalización juvenil no existe al margen de la división social en grupos o clases, pero su especificidad y su dinámica básicas no se encuentran en esta división sino, y por el contrario, en el ámbito de comunicabilidad de esas clases y grupos.

No hay tal cosa como agruparlos de acuerdo a sus tendencias políticas tampoco. Ni mucho menos, religiosas.

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