Contrario a lo que se piensa, los jóvenes postmodernos no son antirreligiosos. Si bien la sociedad occidental ha transitado fuertemente por la secularización, el ateísmo, el agnosticismo y actualmente se ha quedado descansando en el nihilismo, hay otra corriente de búsqueda espiritual que está asomando.

Marcelo Urresti, un sociólogo especializado en temas de juventud e investigador del Instituto Gino Germani, se atreve a afirmar que está habiendo una vuelta a los valores tradicionales en cuanto a religión se refiere.

El chico, para construir valores sólidos que su familia no le dio, va más rápido a una religión o a una práctica ortodoxa, como pasa en ciertos sectores judíos y católicos. También sucede que familias católicas no muy practicantes ven que sus hijos se vuelven protestantes. Son trayectorias que los hijos realizan para transgredir…

Para transgredir o no, lo cierto es que este joven postmoderno tiene una incesante búsqueda interior. Algunas de las subculturas juveniles son de corte más espiritual que otras y este ingrediente está presente en mayor o menor medida. Por ejemplo, los darks son más permeables al ocultismo y/o satanismo, pero a la vez son bastante receptivos al mensaje de Jesús. El peligro radica en que, en ese peregrinaje, “el que primero llega, se queda con el premio”, en este caso el alma.

Surgen así nuevas formas de espiritualidad contra las cuales el Evangelio tiene que competir:

  • Hay una seducción por lo misterioso. Cuanto más oscuro, mejor. Atrae más lo que no se declara que lo que sí; por ejemplo, saber qué hizo Jesús en los años de su juventud, o lo que sucedió en los cuatrocientos años de silencio sobre los que La Biblia no habla. El éxito de taquilla de filmes como El Código Da Vinci y El Evangelio de Judas se debe a esta curiosidad por lo no revelado.
  • El ocultismo cobra una nueva dimensión. El horóscopo y otras formas de adivinación se perciben como ciencias milenarias más respetables que Las Escrituras.
  • La sublimación de lo sentimental hace que las personas sean atraídas hacia aquellas religiones que les permiten experimentar algo a nivel sensorial, aquellas que los animan a bucear dentro de su alma y recrear momentos placenteros o amargos, según el caso.
  • Algunos se vuelcan deliberadamente hacia lo satánico, deseando descubrir y hacer uso del poder maligno. Se apuntan en sectas y toda clase de agrupaciones diabólicas a sabiendas del riesgo que corren y con una abierta confesión de a quién están siguiendo. Cultos de lo más extravagantes, inmorales, tenebrosos, con sacrificios animales e incluso humanos, dignos de los mayores filmes de Hollywood se hacen una realidad diariamente en las vidas de cientos de jóvenes.
  • Otros se dejan atraer por las religiones orientales. Prácticas como la meditación trascendental, proyección astral o traslación, el dominio del cuerpo a través del espíritu, seducen a las personas hasta sumirlas en el más absoluto individualismo.
  • La idolatría desmedida también hace su parte. La búsqueda de exaltación constante hace que cualquier persona, cosa o práctica puede llegar a convertirse en un ídolo, desde la estrella de rock, el futbolista, el dinero, la ropa, hasta uno mismo.

Extracto del libro Tribus Urbanas.

Por María J. Hooft.

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