El ser humano fue creado con un sentido de trascendencia. No creo que nadie diga que le gustaría vivir una vida monótona, improductiva o anónima. Todos queremos pasar a la eternidad habiendo logrado algo que produzca cambios en nuestra generación y, de ser posible, en las siguientes. Los jóvenes tienen un heroico sentido de protagonismo. Cuando cantamos “voy a ser alguien que haga historia en mi ciudad”, ellos realmente lo creen. Ellos necesitan sobresalir, sentir que son número uno, que pueden hacer algo significativo.
Protagonismo es el “afán de destacarse como persona muy cualificada e imprescindible para una actividad”. El integrante de una tribu urbana siente que se diferencia, que impone cambios, que va un paso más allá que los demás. Por ejemplo, el que se pone una prenda que causa admiración entre los de su grupo por ser algo innovador, el que logra que un tema o un lugar se ponga de moda, etc. Ni hablar de las subculturas que son más de protesta: logran hacer escuchar su voz entre la masa de los comunes y despertar una revolución de ideas. Eso les otorga un cierto protagonismo, pero en algunos casos es efímero o se limita a su círculo.
Dios nos promete un protagonismo eficaz, trascendente y, sobre todo, eterno. “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica” (Efesios 2:10). Él tiene un plan en el cual todos somos protagonistas estelares, no hay “extras”. No es un plan digitado por un manipulador que nos controla como títeres—según a veces los jóvenes piensan y no se atreven a decirlo—sino que es divertido, hecho a la medida de cada uno, y lo más importante los actores tienen recompensa eterna! Su plan fue escrito con letras de sangre en la cruz, y nosotros entramos en escena justo en el clímax de la obra.
Claves para la ayuda:
- Mostrarle que Dios tiene un plan desde antes de la fundación del mundo y que pensó en él/ella para este tiempo. Su vida no es casualidad sino que Dios lo creó con un propósito.
- Hacerle ver de qué manera encaja dentro de ese plan general de redención para la humanidad.
- Alentarlo a descubrir su plan específico: su llamado, ministerio, visión, etc. y guiarlo a que lo escriba y le ponga metas.
- Sugerirle que busque mentores que lo ayuden a desarrollar ese plan.
Habiendo visto estas necesidades que todos tenemos como humanos, pero que se acentúan en la adolescencia, y sabiendo que Dios tiene la manera perfecta de proveer para ellas, podemos afirmar triunfantes junto al apóstol Pablo: ¡en Cristo estoy completo! ¡Las cinco ‘P tienen respuesta en el Padre!
Digámosle a nuestros jóvenes: “Y ustedes están completos en Él” (Colosenses 2:10), porque Dios es “aquel que lo llena todo por completo” (Efesios 1:23).
Las condiciones socioculturales imperantes en la actualidad favorecen el surgimiento de distintas culturas adolescentes, las atraviesan con sus valores o ‘antivalores’. No es casual que en la cultura postmoderna que promueve la falta de certezas, el escepticismo, la falta de proyección de futuro, el consumismo, la búsqueda de placer, el individualismo, en una sociedad que tiende a la fragmentación y la desigualdad, hayan surgido tantas culturas adolescentes. (Lic. Ana Somoza)
Extracto del libro Tribus Urbanas.
Por María J. Hooft.
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