Saber quiénes somos indica saber a dónde pertenecemos, o a quién le pertenecemos. La necesidad de ubicarnos y resguardarnos socialmente está implícita en el ser humano. Porque pertenencia significa literalmente “cosa que pertenece a algo o alguien”. También dice el diccionario que se trata de “la integración en un conjunto, grupo o asociación”.

Los jóvenes se encargan de buscar esa pertenencia para sentir que poseen algo y que a su vez son poseídos por algo o alguien. “Mi” grupo, “mi” música, “mi” onda. La banda, los amigos, pasan a ser para muchos una especie de pseudofamilia, en donde cada uno se acomoda y acepta su rol. Incluso fantasean con la posibilidad de irse a vivir todos juntos en un lugar en donde nadie los moleste y puedan relacionarse libremente sin la presencia de intrusos.

Es el caso, muchas veces, de los grupos de murga y las comparsas, en donde prima un ambiente de familiaridad. Muchas de estas agrupaciones están compuestas por jóvenes de clases sociales bajas, que comparten la esquina como punto de encuentro y pertenencia.

Los que vienen a la murga son aquellos chicos que no tienen un porvenir para ilusionarse. Entonces en la murga encuentran refugio, y la murga se lo tiene que dar. Tenemos que atender a mucha gente, somos un poquito padres de cada pibe, completamos la cuestión de la familiaridad”, comenta El Gallego, director de la murga “Atrevido por costumbre”.

En esta etapa juvenil lo grupal se valora por encima de lo individual, de modo que la personalidad se adquiere como conjunto. Además, la banda ofrece a sus miembros la seguridad y el soporte afectivo del que carecen, es decir, un sustituto del amor. Algunos especialistas sostienen que ciertos jóvenes parecen integrase a los grupos debido a que han experimentado un profundo rechazo dentro de sus familias, mientras que otros tienen tendencias depresivas y sufren terriblemente el aislamiento.

Sabemos que, como nuestro Padre y como nuestro Hacedor, somos propiedad de Dios, que es la figura abarcativa debajo de quien todos venimos a ampararnos. La novia amada del Cantar de los Cantares suspiraba: “Mi amado es mío, y yo soy suya” (Cantares 2:16). Podemos tener absoluta seguridad de que le pertenecemos a Dios y que Él también nos pertenece a nosotros.

Pero además, pertenecemos a su Iglesia (no me refiero solamente a una congregación local, sino al grupo universal de creyentes en Cristo, pasados, presentes y futuros). Somos parte de su pueblo, la Novia, y asumimos tales y cuales características propias de ese grupo. Y con esto no hablo de las tradiciones y costumbres adquiridas por un determinado grupo o denominación, que en algunos casos pueden ser cuestionables, sino de los ritos, actitudes y rasgos establecidos por Él en libertad como normativa divina.

Es imperativo que el joven sepa que no está solo, que es parte de un Cuerpo divinamente instituido que no conoce fronteras ni limitaciones, debajo del cual “Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. Esta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo” (Efesios 1:22-23).

También la iglesia local o congregación cumple un rol importante en esa búsqueda de pertenencia. En este momento en el que el grupo pasa a ser el objeto de la dependencia antes paterna, algunos buscan esa afectividad en la iglesia. Lamentablemente a veces no encuentran esos lazos afectivos, esas personas con las cuales identificarse (y sí hallan, en cambio, un rígido sistema de normas, programas, metas y cosas que se esperan que él o ella hagan) y se van así como vinieron.

Claves para la ayuda:

  • Enseñarle que pertenece a un Cuerpo, que es la Amada del Señor. Ese Cuerpo tendrá defectos mientras esté en la Tierra, pero Dios ama a la Iglesia y considera que ese lugar es seguro para él/ella.
  • También pertenece a un cuerpo local o congregación y que es bienvenido en ese lugar ahora suyo. Aconsejarle cómo lidiar con las imperfecciones y desprolijidades que la iglesia tiene, sin lastimarse y apartarse del Cuerpo.
  • Los “hermanos mayores” saben cómo aconsejarlo y guiarlo mejor y están para ayudarlo.
  • Como miembro de ese grupo, tiene todos los beneficios pero también todas las responsabilidades propias de él.

 Extracto del libro Tribus Urbanas.

Por María J. Hooft.

Lee Para Líderes – Necesidad Nº 3: Protección

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí