La protección es la “defensa que se hace de alguna cosa o persona para evitarle un daño o perjuicio”. La necesidad de sentirse protegidos es, aunque paradójicamente se demuestre lo contrario, mucho más inminente en la etapa de la adolescencia. ¿Protegidos de qué?

Bueno, por empezar, del “allá afuera” de los que no comparten la misma onda, de los que miran como espectadores o incluso como críticos de esta nueva personalidad que él o ella están asumiendo. Como su rol protagónico no es respetado por el resto de la sociedad, el joven encuentra amparo y a su vez la libertad necesaria dentro del marco de su misma subcultura. La manera de pensar y de sentir se comparte, por lo que se encuentra una estabilidad afectiva que les brinda a los integrantes un refugio frente al mundo de los adultos.

Protección de “los otros”. ¿Y quiénes son los otros? Aunque parezca redundante, los otros son los que no son nosotros. Porque al acentuar las diferencias con el otro, se agudiza a la vez la percepción de lo que uno es; de modo que el otro siempre es no solo distinto, sino además inferior. Y esos otros son desconocidos, amenazantes en varios aspectos. Al respecto, afirma Margulis:

Las subculturas a las que no pertenecemos nos plantean una “otredad”, a pesar de los grandes códigos compartidos. A pesar de compartir lenguaje, espacios urbanos, condiciones sociales y económicas, y los mismos mensajes massmediáticos, estamos excluidos en este ámbito subcultural en lo que atañe a sus signos particulares, sus percepciones, sus prácticas.

Toda subcultura, aun las menos violentas, tiene un sentido de territorialidad y de delimitación geográfica implícito. Los otros son los que invaden o violan el espacio propio. Ya veremos más de esto en el capítulo 9, sobre los “Cinco pilares de identificación: Lugares”.

Los autores Costa, Pérez Tornero y Tropea, sostienen que en las tribus se combinan elementos afectivos hacia los nuevos miembros y una agresividad discriminatoria extragrupal hacia el entorno adulto, ya sea contra “la normalidad” o contra otras tribus que son vistas como el “enemigo”. El enemigo es lo distinto y “el otro” sobre el cual hay que triunfar”.

En países como los Estados Unidos, en donde la violencia entre tribus urbanas es el menú de cada día, en donde los LatinKings y las pandillas del Bronx se juegan la vida, la necesidad de protección—y no solamente como necesidad existencial, sino concretamente por seguridad—se hace imperativa. Las constantes luchas de dominación entre los diferentes segmentos de latinos (mejicanos, nicaragüenses, portorriqueños), los afroamericanos, asiáticos, etc., hacen que los individuos se vean en la necesidad de refugiarse en bandas para sobrevivir.

En el prólogo del libro Tribus Urbanas, el nuevo desafío, Fernando Onetto hace la siguiente reflexión al respecto:

No es de extrañar que aparezcan alternativas para los adolescentes que buscan la protección y seguridad que los adultos no les damos. Lo que antes lo daba la religión, la ideología o la familia monogámica, hoy lo ofrecen las pandillas: seguridad, sentido de pertenencia, identidad, proyecto. Aunque esta oferta sea solo una oferta temporal.

Pero volviendo a La Palabra de Dios, vemos que Él nos promete brindarnos esa seguridad que precisamos. Salmos como el 121 y el 91, y otros, son por excelencia nuestros caballitos de batalla a la hora de solicitar protección divina. “Te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio” (Salmo 91:4) o “El Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida; ¿quién podrá amedrentarme?” (Salmo 27:1), entre otros, son textos que hemos recitado una y otra vez en momentos de temor.

Con nuestro Padre podemos vivir confiados, su protección es mayor que la que ningún ser humano puede llegar a brindarnos jamás.

Claves para la ayuda:

  • Llevarlo a ver que necesita ampararse o depender de alguien más, ayudarlo a derribar la autosuficiencia.
  • Mostrarle que ese alguien es Jesús, que nunca lo va desamparar, que no duerme de noche ni de día velando por él/ella.
  • Hacerle saber que debe confiar en que su futuro, y todas sus necesidades económicas, familiares, en el colegio o el trabajo, etc., tienen respuesta en el Señor. Resaltar la paternidad de Dios. Él es un Padre que se ocupa.

Extracto del libro Tribus Urbanas.

Por María J. Hooft.

Lee Para Líderes – Necesidad Nº 2: Permiso

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí