Entender los tipos de padres

Al llevar a cabo la pastoral juvenil, se debe lidiar con diferentes tipos de padres que responden y valoran de formas diferentes el ministerio que desarrollamos con sus hijos. Mencionamos estos tipos solo a título orientador, sin pretender decir con esto que todos los padres deben estar forzosamente identificados dentro de una de estas categorías.

Padres positivos.

Estos padres entienden y valoran el trabajo que se realiza con sus hijos. Son conscientes de la necesidad de que se los guíe espiritualmente, así que encontraremos en ellos apoyo a la mayoría de nuestras iniciativas, siempre en función de sus posibilidades. Se preocupan genuinamente por la marcha del ministerio, y hasta pueden expresar sus opiniones y preocupaciones al respecto. Valoran nuestro trabajo, y nos animan y estimulan a seguir adelante.

Por lo general, estos padres acostumbran a participar activamente en la educación espiritual de sus hijos y, por lo tanto, entienden que el ministerio juvenil de la iglesia es un complemento importante del trabajo que ya realizan en la casa. Por eso, están dispuestos a hacer los sacrificios que sean necesarios para que sus hijos puedan asistir a las actividades de la iglesia. Además, animarán a sus hijos a participar y comprometerse con ellas.

Este tipo de padres puede ser un tremendo activo y un gran aliado en nuestro ministerio. Debemos valorar y entender que responden a un interés sincero y genuino. Y cuando hacen comentarios o expresan preocupaciones, el líder de jóvenes cometería un grave error si se mostrara insensible a ellos.

Padres indiferentes.

La indiferencia de estos padres refleja el valor e importancia que le dan a la pastoral juvenil. Se los podría catalogar como «consumidores», ya que esa es la mentalidad que los caracteriza. Utilizarán los servicios de la pastoral juvenil en la medida en que les convenga y no entren en conflicto con otros intereses o prioridades. Valoran las actividades, reuniones o eventos patrocinados por el grupo juvenil en función de sus intereses paternos, no necesariamente a la luz de la inversión que pueda suponer de cara a la formación espiritual de sus hijos.

En resumen, podríamos afirmar que este tipo de padres no son activos en la formación espiritual de sus hijos. Consideran que la iglesia debe responsabilizarse de esta tarea. Eso sí, supeditando esta formación a sus propios intereses personales.

Como resultado de su indiferencia, es difícil que esos padres puedan participar en el ministerio juvenil, pero tampoco tienden a ser combativos o a oponerse. Naturalmente, no saldrá de sus labios una palabra de gratitud o ánimo para el equipo que trabaja con sus hijos. Como buenos consumidores, consideran que esa es la tarea de los líderes y que para eso están. Sus quejas, cuando las expongan, rara vez tendrán que ver con cuestiones de fondo, sino más bien con la forma. No se quejarán de los contenidos, los valores que se transmitan o los estudios que se hagan. Expresarán su malestar por los horarios, el costo de las actividades y otros detalles que entren en colisión con sus intereses personales.

Padres «sobreprotectores».

Estos padres tienen una preocupación excesiva y, demasiado a menudo, exclusiva por sus hijos. Valoran el programa juvenil en función de las necesidades y problemas peculiares de sus hijos. Presionarán e intentarán por todos los medios cambiar el enfoque del ministerio juvenil para que este se adapte a lo que ellos perciben como necesidades prioritarias de sus hijos.

Es difícil para estos padres llegar a entender que sus hijos forman parte de un todo, de un grupo, y que la pastoral juvenil luchará por el bienestar general de todos los integrantes, y no única y exclusivamente por uno o por unos pocos. No estamos diciendo que no sean legítimas las necesidades de todos y cada uno de los individuos del grupo ¡Naturalmente que lo son! Lo que tratamos de afirmar es que la pastoral juvenil no puede orientarse ni plantear sus estrategias en función de un solo individuo, sino sobre la base de una visión de conjunto, que trate de ministrar y bendecir al mayor número de personas.

En casos extremos, estas personas pueden llegar a ser manipuladoras y, en ocasiones, intentarán crear un consenso de opinión favorable a sus tesis entre el resto de los padres. Si esto se produce, pueden llegar a crearse situaciones de tensión e incluso de enfrentamiento entre los padres y el equipo que lidera el ministerio juvenil. Hasta podría darse el caso de tratar de enfrentar al pastor principal de la iglesia con el líder de jóvenes o con el equipo que lidera la pastoral juvenil.

Extracto del libro “Raíces” .

Por Félix Ortiz.

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