Para nuestros efectos, definamos a los exiliados como aquellos que crecieron en la iglesia y están emo­cional o físicamente desconectados de alguna manera, pero todavía tienen energía para seguir buscando una vida que honre a Dios. Ellos sienten de muchas formas la pérdida del ambiente familiar de la igle­sia donde una vez encontraron significado, identidad y propósito. Se sienten perdidos, pero esperanzados. Una característica de los exiliados es su sentimiento de que su vocación (o llamado profesional) está desconectado de su experien­cia con la iglesia. Su trasfondo cristiano no los preparó para trabajar o vivir efectivamente en la sociedad. Su fe está «perdida» de lunes a viernes. El cristianismo que han aprendido no habla de una manera significativa en los campos de la moda, las finanzas, la medicina, la ciencia o los medios de comunicación a donde son atraídos.

Primero, mi uso del término «exiliado» proviene de la narrativa bíblica del Antiguo Testamento, más notablemente de la vida de Da­niel, Ezequiel, y sus amigos menos famosos. Como sabrás, estos jóvenes hebreos fueron llevados prisioneros o forzados al exilio político cuando la nación de Judea se vio controlada por el reino de Babilonia, un suceso que ocurrió cientos de años antes del tiempo de Cristo.

Segundo, creo que la metáfora del exilio funciona especialmente bien, dado el paralelismo de la moderna Norteamérica con Babilo­nia. Nuestro escenario cultural en cuanto al acceso, la alienación y la autoridad no está muy alejado del espíritu de Babilonia hace cerca de tres milenios atrás. Y lo peor, la cultura occidental es indulgente, dis­traída, seguidora de ídolos y hedonista. El tiempo y el lugar pueden ser diferentes, pero la tensión de vivir en el mundo sin ser parte de él describe mi reto para la fe tanto antes como ahora.

El difunto Richard John Neuhaus, un prominente pensador católico de finales del siglo veinte y principio del siglo veintiuno, y el teólogo Walter Brueggemann, entre otros, han mostrado el reto común que han enfrentado los cristianos modernos y los an­tiguos exiliados judíos. El último libro de Neuhaus antes de morir fue American Babylon (Babilonia estadounidense), el cual sugiere que los cristianos viven en el exilio en una tierra extranjera, pues nuestra ciudadanía está en el reino de Dios. De manera similar, Brueggemann dibuja paralelos entre «la dislocación, incertidumbre e irrelevancia del exilio de los judíos en la Babilonia del Antiguo Testa­mento» y la tensión experimentada por los cristianos estadouniden­ses en el día de hoy.

Creo que la comunidad cristiana debe luchar fuertemente con los ajustes culturales actuales, comprendiendo cómo nuestras expe­riencias colectivas son similares (y diferentes) a Babilonia, y respon­der con fe a las nuevas oportunidades dadas por el exilio. Eugene Peterson, traductor de la famosa paráfrasis El Mensaje, escribe esto: «Cada generación enfrenta un cambio cultural, diferentes problemas sociales y retos, nuevos patrones de trabajo, condiciones políticas y económicas envolventes. Lo que en gran parte las comunidades cris­tianas en cada generación hacen es aprender juntos cómo hacer esto en cada circunstancia en particular».

El deseo de abordar esta tarea es fuerte en los exiliados, quie­nes sienten el llamado de la iglesia a contrarrestar la cultura vivien­do vidas formadas por Cristo. Ellos quieren transformar e informar a la cultura «extranjera» que los rodea en lugar de retirarse de ella. Sin embargo, muchos no saben cómo hacerlo. Están tratando de en­contrar nuevas maneras de seguir a Cristo que tengan sentido en sus comunidades y carreras. Su rechazo de algunas formas de pensar v métodos comunes de la iglesia estadounidenses obedece a este deseo Ellos sienten que la iglesia establecida ha asimilado muchos de los valores «babilónicos» como el consumismo, el hiperindividualismo y las componendas morales, en lugar de vivir en el mundo sin ser parte de él, como exiliados del reino. Como consecuencia, muchos de los exiliados de hoy en día, aunque no son exiliados políticos como en el Antiguo Testamento, se sienten apartados y alejados de la comunidad cristiana… atrapados entre la iglesia como lo que es y lo que ellos piensan que está llamada a ser.

EL PERFIL DE LOS JÓVENES EXILIADOS

Veamos algunas de las caracte­rísticas de los jóvenes exiliados y sus perspectivas acerca de la fe. Después conoceremos a varios exilados que están siguiendo a Jesús en las fronteras del cambio cultural.

A. Los exiliados no se inclinan a estar separados del «mundo». Los exiliados quieren que su fe importe. Un tercio de los jóvenes cristianos (32%) se identificaron con la declaración: «Quiero encontrar una manera de seguir a Jesús que se conecte con el mundo donde vivo». Ellos ansían que su vida espiritual se conecte, sea completa y tenga sentido.

B. Se muestran escépticos en cuanto a las instituciones, pero no es­tán totalmente desligados de ellas. Aun cuando sienten a Dios obrando fuera de la iglesia, no todos son post-institucionales en su fe. Solo un quinto de los jóvenes cristianos (21%) afir­ma que la iglesia institucional es un lugar difícil para vivir su fe. Muchos jóvenes exiliados son participantes poco fre­cuentes en las expresiones convencionales de la fe, tales como asistir regularmente a los servicios de adoración de la iglesia, pero la mayoría se mantiene conectada de alguna manera a la comunidad de la fe.

C. Los jóvenes exiliados sienten el mover de Dios «fuera de las paredes de la iglesia». Este era uno de los puntos de vista más comunes de los que asesoramos en nuestra investigación.

D. Dios se está moviendo fuera de la iglesia y los exiliados desean ser parte de esto. Como la historia de Ryan al principio del ca­pítulo, muchos jóvenes quieren participar en un ministerio fuera de las formas convencionales de la comunidad cristia­na. Exploramos sus percepciones de un modo más profundo en los capítulos siguientes, pero los exiliados están insatisfe­chos con una iglesia que constituye un evento de fin de se­mana, no un movimiento del pueblo de Dios en una misión para Cristo.

E. No están desilusionados con las tradiciones; se sienten frus­trados con las expresiones religiosas superficiales o fáciles. En algunas de nuestras investigaciones descubrimos un tema en común: «Quiero ser parte de una comunidad cristiana que lleve a cabo algo más que una función una vez a la semana». De manera similar, un sentimiento expresado con frecuencia es «el deseo de una fe más tradicional, en lugar de una versión más moderna del cristianismo».

F. Los exiliados expresan una mezcla de preocupación y opti­mismo por sus compañeros. Esta generación es ciertamente egocéntrica, pero también es muy social y orientada al com­pañerismo. Una preocupación relacionada es el sentimien­to de pérdida que muchos jóvenes cristianos reportaron con respecto a sus compañeros. Muchos describieron estar preocupados por ver a muchos de sus contemporáneos dejar la iglesia.

G. No han encontrado que la fe sea instructiva para sus dones o llamados. Uno de los temas recurrentes en nuestra investiga­ción con los jóvenes exiliados es la idea de que el cristianismo no tiene mucho, o nada, que decir con respecto a sus profe­siones o campos. La manera en que las carreras o llamados se conectan a la fe y la comunidad cristiana parece tener piezas faltantes para muchos exiliados.

H. Luchan cuando otros cristianos cuestionan sus motivos. Una característica final de estos jóvenes exiliados es que sus com­pañeros cristianos —en particular los creyentes mayores— con frecuencia tienen problemas para relacionarse con sus decisiones y preocupaciones. Estos pueden ser los padres de los jóvenes, pero por lo que general son los amigos de los padres u otros cristianos bien intencionados que no pueden entender su llamado peculiar. En verdad, muchas veces es­tos jóvenes exiliados terminan bajo el radar, ya que tanto sus compañeros cristianos como los no creyentes a menudo malinterpretan su fe y su llamado.

Creo que es mejor definir a los exiliados basándose en sus actitudes y perspectivas. En ese sentido, nuestra investigación sugiere que cerca de uno de cada diez jóvenes de 18 a 29 años de edad con trasfondo cristiano cali­fica como teniendo una fuerte perspectiva similar a la de los exiliados con respecto a su fe. Al mismo tiempo, cerca de la mitad de los jóve­nes cristianos de hoy en día demuestran al menos ciertas inclinacio­nes hacia la postura de los exiliados.

Extracto del libro Me Perdieron

Por David Kinnaman

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