La sabiduría de Daniel y su percepción le ganaron gran estima en la corte del rey de Babilonia, lo cual a la larga condujo al in­cremento de su poder y oportunidades. Con cada nuevo asenso, la tentación de renunciar a su fe, valores y lealtades, adaptándose a su nueva realidad cultural, debe haber sido enorme. Aun así, Daniel estaba dispuesto, con el objetivo de servir a Dios, a involucrarse por completo en esta cultura extranjera, incluso si tenía que descubrir cómo no ser de ella.

LA MISMA CANCION, DIFERENTE MILENIO

Basados en nuestra investigación y el estudio cercano de los exilia­dos en la Biblia, creo que la cantidad y el impacto de los exiliados aumentan durante los tiempos tumultuosos de transición social y espiritual… Cuando la fe cristiana ya no constituye el autopiloto para la cultura foránea, los cristianos que están cómodos en dos mundos pueden orientar a la comunidad cristiana de modo que permanezca fiel en un nuevo escenario.

A fin de ganar una mayor comprensión, consideremos de nue­vo la vida de los antiguos exiliados. Una vez en Babilonia, Daniel fue puesto en un programa dietético y de capacitación que duraría tres años e incluía el reemplazo de su religión por «la lengua y la literatura de los babilónicos» (Daniel 1:4). Esto era, obviamente, una amenaza significativa a la creencia de los jóvenes judíos, sus tradiciones y su fe. En lugar de rechazar su educación por completo Daniel y sus amigos deciden en estos primeros días de exilio solo oponerse a la dieta propuesta por los oficiales de la corte. Y aun en cuanto a esta pequeña resistencia, se nos dice que Daniel defirió la decisión final al oficial babilónico: «Por favor, haz con tus siervos una prueba de diez días. Danos de comer sólo verduras, y de beber sólo agua […] y procede de acuerdo con lo que veas en nosotros” (Daniel 1:12-13). ¡Ciertamente este no se escucha como el famoso Daniel de la fosa de los leones!

Los jóvenes israelitas parecen haber cooperado con muchos elementos de su programa de adoctrinamiento, y quisiera sugerir que ellos lo hicieron porque debían navegar en una nueva realidad cultural. Las decisiones espirituales que eran automáticas en su ho­gar en la nación de Judá ahora resultaban inciertas, flexibles y casi ciertamente peligrosas. Ellos fueron empujados hacia un período de improvisación es­piritual. El mundo donde habitaban —parecido a este en el que nos encontramos— estaba caracterizado por una complejidad y un plu­ralismo religioso mayores, así como también por historias políticas y espirituales de la verdad que competían entre sí.

Para las personas temerosas de Dios en diferentes circunstan­cias, los ajustes que Daniel y otros exiliados bíblicos hicieron pue­den parecer inexcusables o incluso componendas imperdonables. Aun así, en el caso de Daniel, Ester, Ezequiel y otros, Dios bendice al exiliado durante los tiempos de agitación espiritual y cultural, no porque hicieran exactamente lo que sus padres hubieran hecho, sino porque encontraron nuevas maneras de ser fielmente genuinos. Y no solo eso. El trabajo de los exiliados llevó a la larga a una renovación espiritual dentro de la comunidad de fe. Dios usa a los exiliados como Daniel y Ester para restaurar a su pueblo. Patriele Whitworth, un líder cristiano en el Reino Unido, escribe sobre el rol de los exiliados durante los períodos de transición: “Durante la mayor parte del tiempo en estos dos milenios la iglesia, en conjunción con los gobernantes (políticos), creó paradigmas de po­der que luego tuvieron que cambiar o abandonar si querían reflejar de alguna manera al Señor que decían servir. A menudo estos cambios esenciales solo venían por medio de los exiliados: individuos, grupos o movimientos dispuestos a ir hacia diferentes tipos de exilios para traer una renovación de la misión, o la reformación del ministerio de la iglesia”.

El reto para la comunidad cristiana es cómo responder al nú­mero creciente de exiliados. ¿Haremos lo posible a fin de equiparlos para hacer las decisiones que Daniel tuvo que enfrentar en Babilo­nia; decisiones que les permitan lograr un balance entre las compo­nendas culturales y una vida fiel y centrada en Cristo? ¿Los escu­charemos y tomaremos en cuenta sus críticas proféticas en cuanto a la postura de la iglesia hacia nuestra sociedad cada vez más plura­lista? ¿Cambiaremos nuestras estructuras, guiados por las verdades inmutables de la Escrituras, para nutrir sus dones y su llamado úni­co en un mundo profundamente amado por Dios, pero de muchas maneras hostiles a él?

Si es así, creo que veremos a la siguiente generación florecer en mi nuevo contexto cultural mientras encuentran nuevas maneras de ser fieles, nuevas formas de estar en el mundo sin pertenecer a él. Y creo que sus esfuerzos darán frutos para todo el pueblo de Dios, así como los exiliados babilónicos bendijeron y renovaron al pueblo de Dios en los días de antaño.

Extracto del libro Me Perdieron

Por David Kinnaman

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