Estilos y subestilos

Hay diferencias sutiles de estilo, que el oído avezado sabrá reconocer, pero para el común de la gente caerá en el grupo de música tecno.

Por ejemplo, el house (más fuerte, con frecuencias graves), el dance (bien bailable, mezcla con disco), el trance (un feroz repetitivo que abusa de loops), el progress (que viene del trance, es un sonido más inglés), el ambient (más para relajarse), el chill out (más cercano al jazz), minimal (que proviene del género alemán), el IDM (Intelligent Dance Music, música más para escuchar que para bailar), y el breakcore (que deriva del hardcore y el rave), entre otros. Sí, hay más! Muchos más.

Para finalizar, Carla Tintoré, la diva tecno opina:

Creo que ahora a las jóvenes generaciones este nuevo panorama artístico las involucra mucho más. El panorama del rock es muy verticalista, es la estrella de rock y su banda, y el resto más abajo… además el rock fue perdiendo la cultura del baile, no se puede bailar. Y a la gente más joven lo que le llega es eso: bailar, bailar, bailar”.79

El universo del rock

Seguramente los adoradores a rajatabla del rock no estarán tan de acuerdo con esta afirmación. El rock, por su naturaleza, trasciende lo estrictamente musical y se instala como fenómeno social. Viene a definir una postura ante la sociedad, no solo una estética, sino principalmente una ideología.

Este “género madre” también tiene innumerable cantidad de hijos, a saber: rock pop, rock funk latin, rock latino, rock crudo, rock latino acústico, rock metal, power rock, rock experimental, rock 70’s, hard rock, rythm and blues, soul, new romantic, rock progresivo, rock and roll artesanal, power glam, skarock y thrash metal, entre otros. Pero últimamente, en el caso de la Argentina, la estrella es el rock barrial o rock chabón.

Dos tendencias asociadas: el pogo y el screamo

En la escena de la música rock pesada—también en el ambiente punk y todos sus derivados—se observan dos tendencias de comportamiento asociadas a la música: el pogo y el screamo.

El pogo fue inventado por los punks allá por 1977; más precisamente se le atribuye su invención a Sid Vicious, bajista de los Sex Pistols. Se dice que en un concierto, en el que no les habían preparado una tarima para tocar, al estar al mismo nivel que los gente, los fans tenían que saltar o empujarse para poder ver algo.

Consiste en una especie de masa humana que baila a ritmo frenético delante del escenario, y donde abundan los empujones y puñetazos. Son bailes-pelea de tipo neurótico, en una especie de usurpación del espacio físico del otro, pero no es una pelea dirigida a alguien en particular, sino a todos, al sistema, a la vida. La histeria en algunos casos termina con puñetazos y golpes fuertes, e incluso se arman enfrentamientos mortales entre los distintos grupos participantes. Pero los mismos practicantes del pogo ven en él un gesto amistoso, de integración con el que está al lado. También es para ellos una manera de trasmitir energía a través del contacto corporal.

Una variante de pogo es el slam: se trata de un salto al vacío desde el escenario, donde debajo hay varios compañeros dispuestos a recibir al que se ha arrojado tan confiadamente. Esta costumbre es muy peligrosa y en muchos casos ha derivado en daños físicos considerables. Otras variantes incluyen formar dos columnas de gente enfrentada y en un cierto punto, todos arremeten contra todos. También suelen formar un círculo gigante y chocarse unos contra otros.

Por otra parte el screamo, que como su nombre lo sugiere (viene derivado del término inglés scream, que significa “gritar”) consiste en pegar gritos casi aullidos o alaridos, liberando toda la violencia reprimida que hay en el interior. También recibe este nombre un género musical (scream—emo). Al igual que el pogo, es una especie de catarsis liberadora.

La música es un desahogo; cuando gritas, sueltas tus frustraciones. Para mí representa un encuentro personal con alguna circunstancia personal que he vivido, dice Iñaqui, de 17 años.

El screamo consiste en dar gritos, eso es lo que me gusta. La salsa no me llega al corazón, señala Sara de 16 años.

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