La cambiante historia espiritual es el tercer factor de la discontinuidad cultural de las eras anteriores. Llamé­mosle escepticismo en cuanto a la autoridad: nuevas preguntas sobre a quién creer y por qué… La fe cristiana ejerció una influencia signi­ficativa en nuestra cultura en las generaciones previas, pero mucho de este rol público se ha disipado durante los pasados ciento treinta años o más… y la aceleración de sus efectos secularizadores se ha sentido con más fuerza en los últimos cincuenta años.

En el libro Will Our Children Have Faith?, John Westerhoff des­cribe cómo seis diferentes ámbitos de la cultura han contribuido a la socialización de la fe: la comunidad, la iglesia, la programación religiosa (tal como la Escuela Dominical), las escuelas públicas (las cuales practican la oración y la lectura de la Biblia), el entreteni­miento popular (que estaba basado, al menos un poco, en el punto de vista global bíblico), y las estructuras familiares estables. En otras palabras, aunque alejado de la perfección, el cristianismo era el autopiloto cultural.

Muchas de estas fuerzas sociales han erosionado o al menos cambiado significativamente. Las estructuras culturales que deja­ron profundas huellas en la formación de la fe de los jóvenes ya no están disponibles en la iglesia. Aunque todavía lleven la etiqueta de cristianas, muchas familias no personifican la fe. La cultura no la modela ni la estima. El entretenimiento popular aboga en contra de la fe en general y del cristianismo en particular. El sistema edu­cativo hace lo posible para ser religiosamente neutral e instaurar «valores», pero no la moral bíblica.

La próxima generación está creciendo en una cultura en la cual la autoridad de la comunidad cristiana y la obediencia a las Escritu­ras están presentes mucho menos en sus experiencias de desarrollo. Los milenians cristianos enfrentan un ambiente en el cual la auto­ridad cristiana ha sido increíblemente disminuida tanto de manera obvia como subliminal.

EL RETO DE LA AUTORIDAD

Hay varias observaciones que podríamos hacer acerca de las relaciones generacionales emergentes con la autoridad. Démosle un vistazo a tres áreas impactadas por su escepticismo.

A. ESCRITURAS

La influencia bíblica sobre esta siguiente generación está en el aire. Ciertamente, hay algunas buenas nuevas acerca de las Buenas Nuevas. Millones de jóvenes creen que la Biblia es la Palabra de Dios inspirada, y aquellas familias que mantienen un punto de vista más elevado de las Escritura parecen tener los mejores índices de transferencia de la fe a sus hijos. También encontramos que muchos adultos jóvenes expresan un apetito auténtico por aprender acerca de la Biblia y entender con más claridad su significado y trascen­dencia en sus vidas.

Sin embargo, cuando examinamos a la generación como un todo, vemos retos. Los jóvenes se muestran escépticos en cuanto a la certeza de la originalidad de los manuscritos bíblicos. Ellos tien­den a leer la Biblia a través de un lente de pluralismo; su compar­timiento cambiante en cuanto a los medios de comunicación y la disminución de sus períodos de concentración hacen que un medio físico de las Escrituras resulte menos viable; y parecen menos dados que las generaciones previas a creer que las Escrituras hagan un llamado a la obediencia humana. Los fundamentos teológicos de incluso los más fieles jóvenes creyentes parecen, de algunas ma­neras, cruciales, temblorosos o poco confiables.

B. CRISTIANISMO Y CULTURA

Una segunda área de escepticismo involucra el rol que el cris­tianismo debería tener en la vida pública y en la cultura más amplia. Los jóvenes cristianos parecen sentir (ciertamente, tengo que aña­dir) que la sociedad secular deja muy poco espacio para los com­promisos religiosos. Las preguntas acerca del rol correcto de la fe en la política, la sexualidad, la ciencia, los medios de comunicación, la tecnología y otras áreas son simplemente replanteadas para evitar el debate, haciendo irrelevantes a las personas de fe en la conversación (y para la siguiente generación, la única cosa peor que estar equivo­cados es ser irrelevante). Hay un sentimiento, más allá de nuestras fronteras, de ser apáticos con respecto al cristianismo. ¿Cómo van a responder los creyentes de la siguiente generación a la hostilidad creciente de nuestra cultura hacia las personas de fe? ¿Encontra­rán ellos maneras significativas y nuevas de hablar con autoridad profética, o crecerán fríos en cuanto a la religión y la convicción espiritual, como muchos de sus compañeros en Europa occidental?

C. CRISTIANOS INFLUYENTES

Existen cambios significativos en el alcance y la influencia de la infraestructura cristiana… Nuestros estudios muestran grandes caídas en el reconocimiento y las percepciones positivas de los principales evangélicos influyentes, desde Billy Graham hasta James Dobson. Los pastores más prominentes de la nación, como Rick Warren y Bill Hybels, son relativamente desconocidos para los jóvenes esta­dounidenses, en contraste con los niveles de positivismo relativa­mente constantes que disfrutan personalidades destacadas como Denzel Washington, Oprah Winfrey, George Clooney o Faith Hill. Compara las percepciones positivas de los milenians con respecto a Billy Graham con sus percepciones positivas acerca de Paris Hilton. Los cristianos mayores son vistos de un modo menos favorable que Paris Hilton entre los milenians de hoy.

En otras palabras, los guardianes del cristianismo evangélico en la estera pública están enfrentando una influencia significativamente disminuida dentro de la siguiente generación. ¿De dónde vendrán los líderes de la siguiente generación? ¿Habrá alguno? ¿A quién ve­rán los jóvenes cristianos, en especial los evangélicos, como sus vo­ces de inspiración cristiana?

LA OPORTUNIDAD DE LA AUTORIDAD

Una cultura de escepticismo es una cul­tura de preguntas, y las preguntas pueden guiar a conversaciones, relaciones y la verdad. Por ejemplo, las preguntas de la nueva ge­neración acerca de la Biblia son una oportunidad para hablar de la Biblia… ¡y esto es fantástico! Las tensiones entre la fe y la cultura pueden crear nuevas formas de compromiso cultural y social, y el declive de la subcultura cristiana guiada por las celebridades crea un espacio para las relaciones reales y locales con los seguidores genuinos de Cristo…

Muchos milenians ya no están interesados en la estructura de autoridad que ha animado al cristianismo históricamente. Nosotros en la comu­nidad cristiana necesitamos considerar nuestra alianza con estas autoridades; debemos ser lo suficiente honestos con nosotros mis­mos para determinar si esta alianza es meramente cultural (como la de los inmigrantes de la primera generación) más que bíblica. Necesitamos una nueva forma de pensar en nuestro método para la formación de la fe en una historia espiritual cambiante.

CÓMO VIVIR EN MEDIO DE LA TENSIÓN

La revolución digital, el cambio social endémico y el cambio en la historia de la fe en nuestra cultura han afectado profundamente el proceso cognitivo y emocional de «codificar» la fe. Debido al ac­ceso, la alienación y la autoridad, la habilidad de una generación de transmitir el mensaje y el significado de la fe a la siguiente ge­neración —en formas de pensamiento, ideas y prácticas que ellos puedan fácilmente entender e incorporar en sus vidas— ha sido afectada. Esta generación, de una manera sin precedente, ha tenido que responder a las preguntas de estar en el mundo sin ser del mundo.

¿Dónde está la línea entre el acomodo cultural y la influencia cul­tural? ¿En qué es apropiado que los cristianos participen y en qué no? Sí, estas son presiones antiguas; no hay nada nuevo. Sin embar­go, no podemos imaginarnos que la pérdida de fe experimentada durante los años sesenta ocurriera en medio del mismo ambiente cultural. En el día de hoy una revolución informática parecida a la imprenta —la digitalización tan fácilmente accesible de todo— está en marcha. La ausencia de un padre es cerca de ocho veces más co­mún hoy que hace cincuenta años, y los adultos jóvenes están me­nos propensos a alcanzar la «adultez» completa para cuando cum­plan los treinta años. Y nuestra hiperindividualizada, consumista y pluralista cultura invita a los jóvenes a convertirse en su propio rey o reina, la autoridad absoluta en su reino de un habitante. ¿Cómo estos cambios no van a afectar la jornada de fe de los adultos jóve­nes?

Los adolescentes, los veinteañeros y la iglesia están viviendo en la tensión de un cambio cultural profundo. ¡Qué privilegio tenemos de experimentar estos tiempos! Finalmente, debido a que confío en la obra de Dios en cada generación, creo que la iglesia puede y responderá al ritmo acelerado del cambio. Mientras que me siento esperanzado y motivado por ciertas cosas que veo, el resultado no es una conclusión inevitable. La transmisión de fe vibrante de una generación a otra está todavía por determinarse.

Extracto del libro Me Perdieron

Por David Kinnaman

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